En el Día Mundial del Farmacéutico un nuevo peligro acecha a las farmacias argentinas

Mientras que el mundo pone énfasis en una farmacia saludable, en Argentina se presentan proyectos tendientes a destruir en lugar de construir.
Juan José Prieto, farmacéutico y colaborador de MUNDIARIO.

Mientras que el mundo conmemora el Día Mundial del Farmacéutico bajo el lema 'Farmacéuticos, cuidando de ti', en Argentina se presentan proyectos tendientes a destruir en lugar de construir.

En el Día Mundial del Farmacéutico un nuevo peligro acecha a las farmacias argentinas

El pasado 25 de septiembre los farmacéuticos del mundo celebramos nuestro día, el que es organizado por la Federación Internacional de Farmacia (FIP)  bajo el lema 'Farmacéuticos, cuidando de ti', en cuyo marco se pretende destacar el valioso aporte que realizamos en el cuidado, prevención y/o promoción de la salud.

Este nuevo aniversario significa una oportunidad más para poner en valor, a nivel mundial, la estrecha relación que tienen los farmacéuticos y pacientes, que surge de la disponibilidad y accesibilidad de este servicio, así como lo esencial que resultaría una alianza saludable con otros profesionales en beneficio del colectivo (sistema de salud).

El farmacéutico, dentro de su amplia labor, desarrolla acciones concretas relacionadas al medicamento y en áreas como hospitales, la industria y distribución farmacéutica, en la docencia o la farmacia comunitaria, entre otras, contribuyendo a mejorar la calidad de vida de las comunidades.

En mi país, la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA) viene expresando lo importante que significa reconocer a este profesional, y demostrando que es vital en todo sistema sanitario, luchando contra más de 20 años en los que diferentes sectores han intentado desconocer este valor. Desde la desregulación económica impuesta por Menem-Cavallo, donde se llegó a entregar la política del medicamento en manos de simples mercaderes (Decreto de Desregulación Económica Nº 2284/91), hasta lo que intentaron realizar algunas autoridades y/o legisladores que consideraron a las farmacias como un comercio, ignorando que en realidad son establecimientos sanitarios que están atendidos por profesionales de la salud, que constituyen un eslabón fundamental del sistema de atención sanitaria dirigido a la población y en beneficio de esta. Es decir, definitivamente hay que destacar que la farmacia no es un comercio; es un centro efector de salud, de modo que es una extensión del sistema sanitario.

En Argentina, la legislación farmacéutica de la provincia de Buenos Aires sostiene la importancia de tener una farmacia racionalmente distribuida, a fin de asegurar la accesibilidad, atención y calidad de su servicio, todo de acuerdo a criterios de distancia y densidad poblacional, de un modo similar a lo que ocurre en otros países europeos, aunque lejos de países como Suecia con más de 10.000 habitantes por farmacia o Dinamarca con 17.000 o Reino Unido con 5.000 habitantes de media.

No obstante, recientemente se ha presentado a debate un proyecto denominado “Universalidad de los convenios: mayor accesibilidad de la población a los medicamentos”, el que pretende que los mostradores nacionales puedan adherirse voluntariamente a todos los convenios y serán abiertos para todas las farmacias que, libre y voluntariamente adhieran, no pudiendo contener cláusulas de agrupamiento, exclusividad o selección de farmacias (ítems con el que estoy totalmente de acuerdo).

 A su vez, en el artículo 3º de la normativa, se invitará a los gobiernos provinciales y municipales “a promover la habilitación de nuevas farmacias en base a criterios de distancia, a razón de una farmacia cada 300 metros contados a partir de la numeración del frente del local”; y es aquí donde se presentará un gran problema, que implicaría retroceder abruptamente en el tiempo al favorecer condiciones de mercado exponencialmente leoninas, que determinará la destrucción de la actual legislación e impedirá que todas las farmacias tengan un acceso equitativo (es decir, no se puede seguir tratando por igual a una farmacia comunitaria con una sindical, ya que esta última, por ejemplo, está exenta de impuestos). La conclusión, de esta torpeza legislativa, será el derrumbamiento del servicio que otorga el actual sistema farmacéutico provincial.

Como dato extra, vale recordar que en la actualidad son las entidades de la seguridad (obras sociales públicas, privadas y sindicales y prepagas) las que deciden qué farmacias atienden sus convenios, y cuáles no. Esto les permite imponer condiciones de trabajo favorables a sus intereses, ya que en muchos casos se obliga a las farmacias a realizar descuentos; es decir, para poder atender los convenios los farmacéuticos perdemos una parte importante de nuestros honorarios.

Considero que si este proyecto se convierte en ley se ahondara aún más la difícil situación que actualmente padecen las farmacias comunitarias –sobre todo las de aquellas comunidades muy pequeñas-, se favorecerá la discriminación, el abuso de poder y la distribución no se verá en lo absoluto mejorada (no se evitará la competencia desleal y entrarán en juego las relaciones con el poder).

Para concluir, y en este día tan especial, apoyo la universalidad de los convenios, pero deseo que esta iniciativa, por cierto muy poco feliz, no se extienda a lo largo y ancho de toda la Argentina.

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