La reina Letizia, de los desacertados últimos looks a una asturianía impostada

Las Canas de Letizia
Las canas de Letizia

Sigue sin acertar en sus looks otoñales. Resultó insignificante frente a Máxima en La Haya y mostró un gran desequilibrio en la coordinación de vestidos y peinado en los premios Príncipe de Asturias.

La reina Letizia, de los desacertados últimos looks a una asturianía impostada

Sigue sin acertar en sus looks otoñales. Resultó insignificante frente a Máxima en La Haya y mostró un gran desequilibrio en la coordinación de vestidos y peinado en los premios Príncipe de Asturias.

Pocos días después de que el Día de la Hispanidad luciera el surrealista vestiabrigo del que hablamos en nuestro exitoso artículo de MUNDIARIO -Surrealista vestiabrigo de Letizia Ortiz en su primer Día de la Hispanidad-, la reina Letizia Ortiz tuvo un duelo de reinas en su visita a La Haya con la argentina Maxima Zorreguieta. Lamentamos decir que fue un duelo que la española perdió estrepitosamente. Máxima iba de reina, lo que es… y ella iba tan ceñida que parecía Mariquita Pérez, lo que no es o al menos no debería ser.

La costumbre de Holanda, país anfitrión, exigía en este tipo de actos ir con la cabeza cubierta con tocado o sombrero, o como excepción el pelo recogido, y  las manos con guantes... Pero ella ná de ná… el pelo suelto, lamido, y con mal aspecto, como "si tuviera cuatro pelos"… pero lo peor no es eso, sino que  mostraba  tres dedos de raíz sin teñir y con canas. Esto fue tan escandaloso que motivó que varias páginas de diferentes diarios españoles, incluídos algunos considerados cortesanos y varios internacionales, dieran cuenta de este desaliño,  atribuyéndolo algunos de ellos a sus problemas alimenticios… Esto podría explicar la calidad del pelo, pero el tema de las canas o el peinado en ningún caso es atribuíble a estos desórdenes, falta de recursos o de tiempo, ya que dado su papel de representación, son gastos que van cubiertos en el cargo y que deben obligatoriamente asumirse.

No es de recibo que en una visita a unos reyes reinantes no tenga en cuenta aspectos tan básicos que cualquier mujer que se arregla un poco jamás obvia. Con respecto a la costumbre de los guantes, algo que sin lugar a dudas le favorecería ya que las manos no son su fuerte, también se la refanfinfló. Esto extraña, no solo por el desaire al país anfitrión, sino sobre todo porque cuando va a los países ismlámicos bien respetuosa que es con las costumbres de indumentaria.

Ni siquiera el rojo brillante del conjunto correcto, aunque demasiado entallado que lucía hizo palidecer a la rutilante Máxima...  Ni tampoco el intenso maquillaje, ni ese sujetador tipo airbag que tanto le gusta llevar a modo de vedette. La comparativa era odiosa, si bien Máxima pudo pecar de ampulosa, que lo hizo, la raquitiquez de Letizia la hacía aún más insignificante. 

En los Premios Príncipe de Asturias algo mejor... algunos días. En los Premios Príncipe de Asturias el aspecto de Doña Letizia estuvo algo mejor... algunos días. Volvió a repetir con Felipe Varela, eso que bien sabe que este casi monopolio del modisto es muy criticado… pero el problema es que cuando acertaba con el vestido, lo chafaba con el peinado.

El primer día para el concierto apareció bien peinada —relativamente porque se veían pegotes de laca sin cepillar- pero volvió a lucir el omóplato descarnado y los ceñimientos habituales de pecho y nalgas tan impropios de una reina, así como las negras transparencias tan propias de la ropa interior.

El segundo look fue mejor: la correcta falda blanca que ya lució en la abdicación de Don Juan Carlos, pero fue peinada de nuevo como si tuviera cuatro pelos.

El tercer modelo: un encajadísimo traje de encaje azul, supuestamente como homenaje a “su tierra”... aunque el tono de azul no era ni remotamente pariente del de la bandera asturiana...  no gustó demasiado porque parecía una mala copia de Missoni y  el ribete era demasiado corriente. El maquillaje exagerado en fucsia y los preciosos pendientes tampoco iban demasiado conjuntados.

Pero el día de Boal, en la entrega del galardón al pueblo más hermoso del año en Asturias, ya fue increíble… Se le ocurrió ponerse unos zapatones de Frankenstein, una torera demasiado corta, un pantalón ceñido en las nalgas separando ambos glúteos… y los cuatro pelos. Nadie se explicaba como se le ocurrió tal conjunto. Y para colmo algo muy principesco: unas gafas de sol colgando del canalillo.

Con respecto a sus actitudes estuvo muy bien, casi pegajosa con su marido, cariñosa con la gente y muy sonriente, incluso cuando saludó a esas lavanderas de atrezzo, amodo de folklórico NODO que nadie se creyó (vamos, que en un pueblo de pocos habitantes el día que va el rey van a estar lavando en el arroyo).

Señalar que la familia de la reina no apareció por allí. Las ausencias de su abuela, padre y tía se justificaron por la imputación de un supuesto delito de alzamiento de bienes, pero sí acudió la madre de Letizia. Costó reconocerla ya que se ha apuntado a la moda de los retoques estéticos que sigue a rajatabla su hija y apareció con look y guantes a lo Hayworth y una melena muy impropia de su edad. La sindicalista estaba irreconocible... sus facciones eran otras.. No sabíamos que el sindicalismo enfermeril diera para costear operaciones estéticas...  y qué extraño en alguien que ha recibido un premio  solidario el gastarse el dinero en esas fruslerías.  Recordemos que por sus grandes merecimientos en 2005 se le concedió a Doña Paloma la Gran Cruz al Mérito Humanitario.

Asturianía impostada

Letizia cuando llega a Asturias es tan expresiva que raya la sobreactuación… Se esfuerza en exhibir la emoción que le embarga en su tierra impostada.  Pero no hace falta... hoy se sabe que eso de la asturianía fue un adorno cuando se presentó como prometida, porque la realidad es que es una chica de la periferia madrileña, en la que se crió y vivió casi toda su vida hasta que se casó. Incluso hasta adquirió vivienda allí.

Pero claro, su adscripción de extrarradio capitalino para una futura princesa parece que tenía poco glamour…  y la asturianía  le venía como anillo al dedo, dado el hermosísimo título que  ostentaría: Princesa de Asturias. Porque las profundas raíces asturianas que tanto parangonaron en sus primeras comparecencias no eran tales, que queda claro si nos atenemos a sus ancestros..  -que es a lo que hay que atenerse cuando hablamos de raíces-.

Sus abuelos maternos, Francisco y Enriqueta y su madre son del barrio de Prosperidad de Madrid y de una barriada de Alicante.. Su abuela paterna, Menchu, la locutora, proviene de la Aldea de San Miguel, denominado coloquialmente como La Aldeílla en Valladolid, lugar en el que veranearon de niñas Letizia y sus hermanas, aunque como su padre era ferroviario, vivió en diferentes ciudades -entre ellas Santander en la que nació la famosa abuela de forma casual –.

Cuando conocimos a Menchu viviá en una casita en las bucólicas montañas de Asturias de reciente adquisición, pero en cuanto enviudó a la primera de cambio se mudó a La Zarzuela y después a la soleada Marbella- … Y con respecto a su abuelo paterno sería el único asturiano de verdad de toda la parentela, José Luis Ortiz, aunque según algunos testimonios no confirmados  no era su abuelo biológico ya que su padre habría sido supuestamente concebido de una relación premarital y nacería en 1949, sólo algunos meses después de contraer matrimonio y es reconocido y criado por José Luis,

La Reina Letizia vivió con sus padres su infancia en Asturias y nunca máis… Y es muy clarificador señalar que cuando se promete al que era entonces Príncipe no tenían vivienda en el Principado ni su padre, ni su madre, ninguna de sus dos hermanas, ni ella… cuando ya tenían posibles para adquirirla. Y para los norteños el sentimiento de la propiedad es casi una necesidad, existencial y si no que nos lo digan a los gallegos: "galego sin casa non é de fiar".

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