Cuando la música de Charlie Parker se pliega sobre la espalda de Puma Swede

Puma Swede.
Puma Swede.

Los espíritus necesitan dormir sobre la hierba y tú, Puma, Puma Swede, lo haces sobre este colchón de saldo esperando a que la música de Parker abra más tu corazón.

Cuando la música de Charlie Parker se pliega sobre la espalda de Puma Swede

 Los espíritus necesitan dormir sobre la hierba y tú, Puma, Puma Swede, lo haces sobre este colchón de saldo esperando a que la música de Parker abra más tu corazón.

A David Martínez

 

Todo es inconsistencia y los peces siguen observándonos en esa breve pecera que permanece sobre la mesa caoba. Lucifer tiene un póster en la pared de nuestro dormitorio. Los barrenderos preguntan por ti cada vez que salgo a la calle para inflar los globos de la carroza. No hay Santísima Trinidad que pueda sacarte de tu ensimismamiento. La música de Parker te ha dejado sumida en un letargo eterno o glacial.

Sigues abierta de piernas y descubro, tras leer algunos párrafos de Sexus, que toda la energía de este mundo, incontenible y fugaz al mismo tiempo se concentra en ese punto en el que mi placer reside. El coño. No hay mayor vórtice donde el caos y el orden confluyan. Hasta la música de las esferas emerge de ahí con sus flujos impagables.

Las visiones que tengo se parecen a la de ese prisionero que buscaba en el ajedrez una forma de supervivencia. Construyo la piel de un tigre y, antes de llegar a la mandíbula, me detengo por temor a que el felino soñado sea tan real como esa rubia cabellera que, sobre mi espalda, templa toda la euforia. Los barrenderos compran arenques en los puertos de Bay Bowles y conversan con las moscas sobre las vírgenes suicidas que la policía encontró al otro lado del río. Colgaban las cuatro de una viga y el padre lloraba bajo una higuera.

Los espíritus necesitan dormir sobre la hierba y tú, Puma, Puma Swede, lo haces sobre este colchón de saldo, esperando a que la música de Parker abra tu corazón, pero no, no es así. Entre tus piernas, existe la luz del mundo y ese ojo que ve más allá de lo que mis manos tocan. Temblor de labios. Ningún barrendero podrá besarte, aunque unten con mandrágora sus escobas y amen desesperadamente el jazz más versátil.

El coño, luces de feria, los monstruos cargando con tiestos y tambores a la espalda antes de morir en el circo. Tu cuerpo se arquea cuando la música cambia de dimensión porque la luz máxima que vive dentro de ti nos acerca más a Dios.

 

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