El ciclón Etau golpea el mito de invulnerabilidad de la ingeniería japonesa

La tragedia en Japón pone nuevamente en evidencia los límites de la ingeniería y la necesidad de complementar obras de protección con sistemas de alertas temprana.

El ciclón Etau golpea el mito de invulnerabilidad de la ingeniería japonesa

La tragedia en Japón pone nuevamente en evidencia los límites de la ingeniería y la necesidad de complementar obras de protección con sistemas de alertas temprana.

Las fuertes lluvias provocadas por el ciclón extra tropical Etau, los días 10 y 11 de septiembre, han provocado daños y pérdidas importantes al Este de Japón. Las lluvias acumuladas en 24 horas alcanzaron los 500 milímetros en Nikko y de 400 en otras ciudades del centro del territorio nipón. Esa precipitación tiene la capacidad destructiva suficiente para meter en aprietos a cualquier sociedad.

El gobierno japonés ha determinado la evacuación de más de 140,000 personas en el centro y Este del país. Ante la posibilidad de más lluvias torrenciales, inundaciones e inestabilidad de laderas, la Agencia Meteorológica (JMA) mantiene el máximo nivel de alerta en las prefecturas de Ibaraki y Tochigi. En estos momentos se configura un desastre de proporciones difíciles de prever.

La fuerte crecida del río Kinugawa provocó la ruptura de su bordo en la margen derecha, eso dejó escapar millones de metros cúbicos de agua que avanzaron sobre un área de 37 kilómetros cuadrados en Joso una ciudad con 60.000 personas (prefectura de Ibaraki, a unos 55 kilómetros al noroeste de Tokio). El torrente atrapó en sus casas a unas 80 personas, que fueron rescatadas por helicópteros de las fuerzas armadas niponas. Doce personas continúan aún desaparecidas.

Los bordos son barreras de tierra compacta que se construyen -a cada lado de un río- para atraparlo dentro ciertos márgenes artificiales. Esas barreras se colocan para robar terreno al río y obtener beneficios: el espacio ganado al río se puede aprovechar con fines productivos, habitacionales y otros. Tales beneficios suelen durar muchos años hasta que un día llueve lo suficientemente fuerte para romper la barrera y entonces ocurren tragedias como la que comenzó ayer en Japón.

Las obras de ingeniería se construyen para brindar beneficios a la sociedad, sin esas estructuras de protección nuestras comunidades estarían muy expuestas y no podrían alcanzar su desarrollo. Sin embargo, las obras de contención de peligros -en su diseño- tienen límites que, bajo ciertas circunstancias, pueden ser rebasados, como hemos visto en la prefectura de Ibaraki o como vimos cuando el tsunami del año 2011 rebasó las barreras en las costas japonesas.

En este sentido, si los meteorólogos pueden prever en el corto plazo la intensidad de eventos como los que -ahora mismo- están viviendo en la zona centro de Japón; y, si además, los ingenieros civiles conocen el límite máximo de la capacidad protectora de sus obras de contención; entonces, es posible que -entre ambos- elaboren sistemas de alerta temprana que avisen cuándo el caudal máximo está a punto de ocurrir. La sociedad debe saber que los conocimientos sobre fenómenos potencialmente destructivos tienen aún mucha incertidumbre; que las barreras ingenieriles generan beneficios pero también tienen límites; pero que aún bajo esas circunstancias los sistemas de alerta temprana pueden evitar que las personas queden heridas, atrapadas, desaparecidas o que mueran.

Es necesario aceptar que le hemos tomado prestado su espacio a muchos ríos y que siempre será útil saber cuándo -alguno de ellos- nuevamente reclame su territorio. Saber lo que sabemos, reconocer lo que ignoramos y decidir sensatamente en entornos inciertos es la esencia de la inteligencia de riesgos.

Comentarios