Carlos J. Cebrián: ‘Si volviera a nacer querría ser músico. Nada me emociona más que la música’

Carlos Javier Cebrián. / CJ
Carlos Javier Cebrián. / CJ

Bagatelas, de Carlos Javier Cebrián, es un libro sereno, equilibrado, sin adornos retóricos y escrito con frescura y honradez.

Carlos J. Cebrián: ‘Si volviera a nacer querría ser músico. Nada me emociona más que la música’

Carlos Javier Cebrián nació en Salies de Béarn, Pau (Francia) en 1965. Desde 1975 reside en Elche. Además de poeta y escritor, es editor y miembro de la editorial Frutos del tiempo y presidente del blog del mismo nombre que publica esta editorial.

Es autor de seis libros de poesía, dos conjuntos de relatos en libros colectivos y, en digital, de una poesía reunida titulada Humo que se va (1984-2008). También posee una colección de artículos de opinión publicados entre 2004 y 2008 bajo el título Cosas mínimas.

Recientemente se ha publicado su libro Bagatelas, cuyo tema principal es el amor no exento de erotismo.  Asistimos a una celebración plena de la vida, donde se incluyen momentos dolorosos y no falta la crítica a las rutinas académicas de la poesía. Es un libro sereno, equilibrado, sin adornos retóricos y escrito con frescura y honradez. Bagatelas ha sido calificado como un libro fronterizo, pues sus textos se pueden leer como poemas en prosa o como narraciones breves.

He tenido el placer de hablar con Carlos y elaborar esta entrevista junto con José Luis Zerón Huguet.

Portada Bagatelas.

Portada de Bagatelas, de Carlos Javier Cebrián. Edita Babilonia

           

— Javier, hay quienes afirman que escriben cuando se sienten felices. Otros, cuando se encuentran sumidos en el desasosiego.

— En mi caso, ni una cosa ni la otra. Escribo cuando creo que tengo algo que escribir o decir. Tampoco lo creo necesario en su absoluto, es decir, que tampoco es una necesidad. Simplemente escribo porque quiero, pues se trata de una querencia, de un placer o de una expiación de un dolor, de un recuerdo, qué sé yo.

— Tú has escrito que publicar un libro es “un ejercicio de majestuosa contradicción” y “un hecho milagroso”. ¿Qué añadirías a estas afirmaciones?

— Estas afirmaciones son de un artículo que publiqué en 2005, cuando vio la luz mi poemario Celebración del Milagro. Se  referían a la sensación empírica en la arribada de un libro recién editado. No encuentro adjetivos más apropiados: contradictorio y milagroso.

Es lo que creo. Podría haber buscado sentencias más contundentes; me refiero a la heroicidad de escribir y publicar en estos tiempos oscuros, pero eso me aburre.

— De los escritores con los que te identificas y que no has llegado a conocer personalmente, ¿con cuál de ellos preferirías mantener una conversación?

— Con tantos… Por ejemplo con Claudio Rodríguez, con Ángel González, con Herry D. Thoreau y, otra vez, con José Hierro, al que sí conocí.

— Tu libro Bagatelas, recientemente publicado por ediciones Babilonia, se consolidó en 2003. Transcurridos trece años, ¿sigues reconociéndote en su contenido?

— Absolutamente no. Se trata de soltar lastre. Pero sí que atisbo a quien lo escribió y lo vivió, que ya no soy yo, claro.

— Dicho libro está a medio camino entre el poema en prosa y el  diario. ¿Estás de acuerdo?

— Totalmente. De eso se trataba y se trata. Un diario de a bordo. De todos mis poemarios este es el que respira un aliento más clásico, más formalista, y eso precisamente, en el contexto de mi poesía, lo hace el más experimental, porque sin salirme de ese egocentrismo que me caracteriza -hay quien lo llama autobiográfico, doctores tiene la poesía...- en él intento una indagación de mayor hondura,  más reflexión. Pero sí, siempre a modo del relato del diario acontecer, sin duda

— Se percibe en Bagatelas un interés por todo lo que se considera nimio o trivial. De ahí su título. También se puede hallar el misterio en lo mínimo y en la revalorización del tópico.

— Dónde si no…  permitidme ser un poco presuntuoso al autocitarme: En esa prolijidad de lo minucioso reside el enigma de nuestra vida.

— Tu poesía transmite una experiencia íntima y personal a la vez que un deseo de cambiar el mundo…

— Un deseo no… una necesidad, creo.

— En 1990 nace Frutos del Tiempo de la fusión de dos grupos literarios: Frutos secos y Ediciones inauditas. ¿Cómo surgió esta idea?

— Mejor juntos que separados si somos amigos, ¿no? Éramos dos grupos  distintos, pero todos amigos al fin  y al cabo y, aunque no nos considerábamos una generación ni compartíamos una estética común, decidimos aunar esfuerzos. Eramos jóvenes y valientes.

— No es frecuente encontrar un blog colectivo. ¿Quiénes lo formáis?

— Bueno, en realidad el blog soy yo… suena bien, así tan egocéntrico. Ahora mismo Frutos del Tiempo somos tres personas: Ángeles Campello, Pedro Serrano y yo, que administro el blog, twitter y Facebook, todo enlazado. Me parece asombroso el alcance de todo esto; nuevos tiempos para la lírica… pero el blog somos mis amigos, los colaboradores, todo aquello con relación a la literatura, el arte, el cine, la música,  que me gusta y emociona.

— En el blog hay una gran variedad cultural, y lleva a cabo una labor editorial, con bastantes libros publicados.

— Como decías antes, estamos publicando desde 1990. Ahora esa actividad es menor, pero seguimos editando libros que nos gustan o que nos parecen únicos, por no decir raros… pero estamos más centrados en la realización de eventos -como se dice ahora-culturales: ciclos de lecturas, videoperformances -como también se dice ahora- conciertos, etc.

— Como escritor posees en tu haber varios libros. ¿Cómo surgió tu vocación literaria?

— Si te digo la verdad, no me acuerdo muy bien. En mi casa no había libros. Yo quería tocar la guitarra, y hacía cancioncitas… No leí mi primer libro hasta los 17 años, creo, La Metamorfosis de Kafka, por un trabajo de Lengua y Literatura en el Instituto.

Creo que se lo debo a un incalificable profesor de Literatura que tuve en 3º de BUP, Daniel Ruiz, que me descubrió la poesía, el teatro, la narrativa, de manera ecléctica, alejada de las academias y los laboratorios y cercana a la vida, heterodoxo como él solo. Él lo consiguió, él tuvo la culpa…

Más tarde le debo mi vocación a Gerardo Irles y a Juan Ángel Castaño y a la Universidad  Popular de Elche, y, sobre todo, a las letrillas de mis canciones y a mi incapacidad  total y desafinada, para el solfeo, que me hizo abandonar el Conservatorio y a mi vagancia crónica, por supuesto.

Pero sí. Yo si volviera a nacer querría ser músico, en serio. Nada me emociona más que la música… En fin, eso ha ganado el mundo de la música y ha perdido el de la literatura.

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