Santiago es ciudad santa, junto a Jerusalén y Roma, por tener restos del paso de Jesús

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La visita obligada del peregrino.

Al terminar la visita a Santiago de Compostela, muchos seguían a Iria Flavia, donde el Apóstol Santiago predicó y a Finisterre, para ver el fin de la Tierra.

Santiago es ciudad santa, junto a Jerusalén y Roma, por tener restos del paso de Jesús

Al terminar la visita a Santiago de Compostela, muchos seguían a Iria Flavia, donde el Apóstol predicó y a Finisterre, para ver el fin de la Tierra.

 

> A Ruta do mar de ArousaSe trata de un recorrido marítimo, en barco desde O Grove, entrando en el río Ulla en Villagarcía de Arousa, hasta Puen­tecesures. Es un recorrido similar al que realizaron los discípulos Teodoro y Atanasio con el cuerpo del Apóstol des­pués de ser decapitado en Jerusalén. En ambas orillas de la ría de Arousa se encuentran precio­sos pueblos. En la margen derecha, O Grove con la Isla de A Toxa, después Cambados, la Isla de Arousa, Vilanova de Arousa y Villagarcía. En la entrada del Ulla, Catoira. Por la margen izquierda están Santa Uxía de Riveira, Corrubedo, Poboa do Caramiñal, Boiro, Rianxo, patria de Caste­lao, y Catoira, con las ruinas de las torres del oeste. Empezando un recorrido salpicado de cruceiros, asomando al Ulla.

El día 11 de agosto se celebra cada año una procesión del mar. La ría se estrecha pasando por Valga y Dodro, para terminar el viaje en Pontecesures, donde el arzobispo Diego Gelmirez fundó los primeros astilleros del Reino. Allí se desembarca, continuando el recorrido a pie por Padrón, Villa Jacobea donde se admira, el "pedrón" en la iglesia de Santia­go, el cruceiro de Fondo de Vila, O Santiaguiño, la casa de Rosalía de Castro. El Apóstol predicó en O Santiaguiño do monte celebrándose una "romería" el día 25 de julio. El camino continúa por Iria Flavia, antigua metrópoli romana y sede obispal antes que Santiago. Se admira la Colegiata de Iria flavia, principal foco donde entró el cristianismo en Galicia, sus torres escalonadas recuerdan a las del claustro de la Catedral, en forma piramidal .

Al lado, el Cementerio de Adina, romántico (donde estuvo enterrada Rosalía de Castro, hasta que la trasladaron al panteón de gallegos ilustres), enfrente la Fundación Cela. Después Herbón, convento franciscano; A Esclavitude, santuario estilo barroco compostelano. Teo, Milladoiro, A Rocha y Santiago, entrando por Porta Faxeira.

> Camiño de FisterraDespués de la visita a Santiago muchos peregrinos se acercaban a conocer Finisterre, Fisterra, el fin de la Tierra. Se salía de la plaza del Obradoiro, por la calle Huertas, pasando después por la carballeira y monasterio de San Lorenzo de Trasouto. Después por Ames, Brión, cruzando el río Tambre en Ponte Maceira, cerca de Negreira, con El Pazo de Colón, Noia visitando las iglesias de Santa María A Nova y San Marti­ño, Ponte Nafonso, Outes, Muros, Mazaricos, Dumbría, Cee, Corcubión y Finisterre. Siempre Fisterra.

En Cee y Corcubión había hospital de peregrinos, después Duio, antigua Dujium, capital romana allí llegaron los discí­pulos del Apóstol para pedir lugar de enterramiento. Según la leyenda, la ciudad fue destruida por sus pecados.

En Finisterre estaba el Promontorium Nerium, el faro desde donde se ve la puesta de sol, comentada por los clási­cos. Se visita la parroquia de Santa Maria das Areas, se venera El Cristo de Fisterra, similar al de Burgos y Ourense del que se cree popularmente que le crecen pelos y uñas. Fue arrojado al mar por un barco. Trasladado en el siglo XV se muestra tras velo y rodeado de velas.

Algunos peregrinos continuaban a Muxía, visitando el Santuario da Barca, fiesta el 8 de septiembre. Hay dos piedras, "A pedra de abalar, y dos cadrís. Curan reumas pasando por debajo, según culturas paganas.

Se podía regresar visitando Padrón -"quien fue a Santiago y no va a Padrón, o gana el jubileo o no", reza el dicho, porque peregrino es el que acude a Santiago con espíritu cris­tiano, para dar gracias o pedir la intercesión del Apóstol en algún favor o como penitencia. Además se aprovecha la peregri­nación cómo motivo cultural, artístico, de aventura, naturale­za, deportivo o turístico.

 

El Año Santo recuerda el perdón de Dios
En la Edad Media, con la peregrinación, se podían redimir penas civiles y católicas. Algunos jueces castigaban a los incendiarios y fornicadoras con la peregrinación, otros pere­grinaban por pillaje, lucro y ociosidad. Había ciertos peli­gros como los lobos, los bandidos, las grandes nevadas, los posaderos, las prostitutas, los falsos peregrinos con bordón. Pero la peregrinación destacaba por su solidaridad y caridad en el camino. Monasterios, conventos, iglesias y hostales les recogían y daban cama y comida, estando los peregrinos prote­gidos por los poderes públicos.
Pueden ser variados los objetivos que persiguen los pere­grinos, pero el principal es, sin duda, el motivo religioso. Como culto u homenaje al apóstol, ruta espiritual, camino místico. Se peregrina para buscar La puerta de la Vida, la transformación. Cristo se definió como puerta: quien entre por mí se salvará". Se entra por la puerta Santa, dejando lo malo en el exterior, para transformarse, para encontrar dentro la paz del Señor. El Apóstol es testigo e intercesor de la transformación, de la entrada en la nueva vida.
El Año Santo recuerda el perdón de Dios. Muchos peregrinos se ponen en marcha como un regreso a las raíces, como lugar de reencuentro con otros peregrinos, sobre todo en los albergues al final del día, lugar de reunión para los que llegan andando. El peregrino recorre el camino reflexionando sobre la vida, con abandono de los asuntos diarios para encontrarse a uno mismo en el camino, durante días y semanas. No es un trabajo fácil, es un regresar a la raíz humana, un repaso a la vida, a la escala de valores, una gran aventura humana por un camino lleno de avatares. Es un desafío personal, un deseo de cambio, de hacer balance, aislado con uno mismo. Al final parece como si el camino le fuese llevando a uno. El camino está hoy en el primer plano de Europa, une Europa, es un nexo de unión entre europeos, camino de siglos, ruta religiosa más antigua de Europa y muy de actualidad.
Se busca la libertad andando, contemplando el románico, probando las fuerzas, creando adeptos para luego difundir las vivencias entre otros que continuarán la tradición. El camino les lleva hasta la columna parteluz del Pórti­co de La Gloria y, como han hecho durante más de 1.000 años otros peregrinos, apoyar allí la mano diciéndole al apóstol: hasta aquí he llegado.

 

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