Armenteira: renacer desde las cenizas

Leopoldo Nóvoa. / Xurxo Lobato
Leopoldo Nóvoa. / Xurxo Lobato

Atelier Armenteira, la exposición del artista Leopoldo Nóvoa –un pintor con un lenguaje propio–, puede visitarse del 23 de febrero al 16 de abril en el Centro Cultural Marcos Valcárcel, en Ourense.

Armenteira: renacer desde las cenizas

“Imaginar para un artista tiene mucho de la contemplación en el taller: miramos la obra que aún no existe proyectando la que imaginamos sobre la superficie blanca del lienzo o el papel. O por el contrario, meditamos y corregimos aquello que tenemos en labor. De hecho, la soledad en el estudio se asemeja a nuestra soledad en los pensamientos, solo que en ellos podemos traerlos a la realidad visible de la representación que solemos llamar arte”.

(Guillermo Pérez Villalta, “El taller retrata al pintor”. El País 12/11/2016)

El taller, ese lugar donde un artista desarrolla su trabajo y por extensión gran parte de su vida, solemos identificarlo como un espacio capaz de  transmitir toda la energía de quien es su ocupante cotidiano . Cuando conocemos el taller de un artista,  sabemos que penetramos  en un espacio privado, en un lugar de reflexión y trabajo que va a reflejar fielmente la obra que allí se produce. Asomarnos a ese espacio tiene algo de transgresor e incitante, porque significa acercar nuestra mirada al fondo más intimo de ese artista. De ahí el valor testimonial, la importancia que ese refugio tiene para quienes queremos profundizar en la soledad, la meditación y la reflexión que marcan el trabajo cotidiano de cualquier creador en su estudio. Esa cierta magia de lugar que incita a observar y leer muchas claves se condensa, sin ninguna duda,  en el taller de Leopoldo Nóvoa en Armenteira (Pontevedra).

Cinco años después de su fallecimiento la obra de Leopoldo Nóvoa sigue siendo una fuente de energía creadora, acumulada en ese estudio de Armenteira, ahora vacío de su presencia. Una obra que no ha perdido un ápice de su fuerza como testigo del mundo conflictivo, duro y perverso que nos rodea, pero plena de la poesía y elegancia de quien la concibió.

Hijo de padre uruguayo, un diplomático exiliado en plena guerra civil española,  Leopoldo Nóvoa abandonó su Salceda natal en 1938 para establecerse en Montevideo

Hijo de padre uruguayo, un diplomático exiliado en plena guerra civil española,  Leopoldo Nóvoa abandonó su Salceda natal en 1938 para establecerse en Montevideo. Al mismo tiempo que se matricula en la escuela de arquitectura, comienza a trabajar en una fábrica de cerámica, formación que  le será de gran utilidad para acometer posteriormente, algunas de sus obras plásticas realizadas para espacios públicos.

A finales de los años cuarenta, va a trasladarse a Argentina, y en 1952 ya instalado plenamente en Buenos Aires, realiza su primera exposición de la mano de uno de los referentes gallegos de la diáspora, Luís Seoane. Colabora en la revista Galicia emigrante y diseña el cartel del Primer Congreso Internacional de Emigración. Su regreso a Montevideo va a estar marcado por su relación con Torres-Garcia,  su gran amistad con Onetti, y posteriormente con el el crítico Michel Tapié que influirán fuertemente en su trabajo. A partir de estos años la obra de Nóvoa se basará en un vocabulario abstracto cada vez más desarrollado y profundo. En esta etapa latinoamericana va a acometer la realización de una de sus obras para un espacio público más relevante, el Mural del Cerro ( Montevideo, 1961-1963), donde  la utilización de materiales de desecho - morteros, railes de tranvía, escorias y chatarras de fundición -  le sirve para expresar su visión en clave  metafórica, del caos y la descomposición que observa a su alrededor,  “… Con el Muro he querido describir nuestra época, dar a entender mi fe en sus esfuerzos permanentes para llegar a una sociedad  más armoniosa, y su continuo fracaso…todos los materiales utilizados son de desecho…he buscado y reunido los materiales más propicios: elementos gastados, desnaturalizados, desechados sin haber siquiera cumplido con la finalidad para la que habían sido producidos ¿ no ocurre eso también con las personas, las leyes, las instituciones de nuestro mundo en crisis?”[1].

Este mural tendrá su continuidad conceptual en una de las intervenciones de arte público más interesantes de las realizadas en Galicia durante las últimas décadas, O Mural da Canteira ( A Coruña,1989). Concebido con la misma vocación espacial – 700 metros cuadrados aunque la obra quedo finalmente incompleta–  e intención en cuanto a su formulación conceptual y empleo de materiales reciclados y de desecho, es por su belleza plástica y sabia integración en el espacio urbano, un referente en el arte urbano de la Galicia contemporánea.

En ambos proyectos Nóvoa trabajará en un lenguaje plenamente informal y en una integración de las artes plásticas con la arquitectura y el entorno urbano. Iniciará un proceso de síntesis formal y cromática, depurando su lenguaje y trabajando con tres elementos  que serán esenciales en su trayectoria posterior: la superficie, la materia y la luz.

En 1965 se instala en París, conectando con el ambiente intelectual latinoamericano de esta ciudad. Allí conoce a Cortázar, Tomasello o Julio le Parc, entre muchos otros

En 1965 se instala en París, conectando con el ambiente intelectual latinoamericano de esta ciudad. Allí conoce a Cortázar, Tomasello o Julio le Parc, entre muchos otros, un círculo de intelectuales latinoamericanos con los que compartirá amistad e inquietudes creativas. Son años de intenso trabajo, exponiendo en diferentes ciudades europeas.

Leopoldo Nóvoa es ya un pintor con un lenguaje propio, donde la vocación tridimensional de su pintura se hace patente, estructuras  o relieves que incluye debajo de las telas, simulando un corazón latente tras la superficie.

El 1979 su estudio parisino del Faoubourg Saint Antonie sufre un incendio que lo arrasa totalmente, destruyendo las más de 2.000 obras allí almacenadas. De toda su historia anterior, apenas quedará nada; de la aniquilación y el desastre, sólo la ceniza, el único testigo  que utilizará para volver a inventarse a sus casi sesenta años. Y será en un nuevo espacio en Galicia, en Armenteira su casa-taller que construirá en 1983 su amigo el arquitecto Celestino Garcia- Braña, donde encontrará el camino para ese renacer desde las cenizas…..”La idea de convertir algo negativo en positivo, la destrucción en creación se le ocurrió como el mismo cuenta, una mañana haciendo algo tan rutinario como remover, barrer y limpiar la chimenea de su casa de Armenteira. Las cenizas que contempló, separó, escruto primero con las manos y luego con los pensamientos, eran más que un testigo del ayer, del pasado o restos de lo que se quemó. En ellas descubrió un medio que podía  utilizar de una manera constructiva porque en su diversidad material y en su coloración podía  llegar a ser al mismo tiempo mensajero y mediador tanto de sus ideas estéticas como de su concepto filosófico. Cuando llegó a tal compresión comenzó a separar cuidadosamente los restos quemados, a echarlos en sacos y a guardarlos. Desde entonces se convierten en sustancias básicas de sus obras….”[2]

Nóvoa comienza a pintar sin descanso, observando la ceniza y convirtiéndola en su principal aliado, en su fiel acompañante creativo, la base de una pintura que ya no le abandonará. Esa pintura sin color, blanca o negra, austera, sobria, creada sobre la materia, espacio y luz, desprovista de aditamentos, que ha logrado la belleza más compleja, aquella que se consigue con lo más simple. El final de un largo, complejo y doloroso proceso de síntesis.

Espacio, materia y luz son los elementos de los que siempre  se valió Nóvoa para articular su obra, haciendo hincapié en las relaciones que se establecen entre ellos, despojando a la obra de lo superfluo

Espacio, materia y luz son los elementos de los que siempre  se valió Nóvoa para articular su obra, haciendo hincapié en las relaciones que se establecen entre ellos, despojando a la obra de lo superfluo. Obras  de su etapa anterior al incendio de París es patente su vocación tridimensional con las estructuras o relieves que incluyen debajo de las telas. En las obras posteriores, los límites entre la pintura y la escultura están, cada vez más diluidos, las superficies planas de los cuadros adquieren volumen a través de los relieves, pero sobre todo por la inclusión de materiales como pequeños trozos de cuerda- mecates - collages, etc. que tendrán total protagonismo. Siempre los juegos de color, el blanco o el negro serán señas de identidad de una obra de código conceptual reducido pero sumamente denso.

Dentro de los muros de su casa de Armenteira, a la que regresó cada verano desde los años ochenta hasta su fallecimiento en París el 23 de febrero del 2012, Leopoldo Nóvoa sigue reinando en un mundo de luz y espacio, en el que podría decirse que él y la cenizas con las que construye sus obras han llegado a la simbiosis perfecta. En ningún lugar como en ese espacio monacal, se entiende a un artista tan extraordinario como Leopoldo. En ningún lugar se puede apreciar la belleza de su obra, pero sobre todo la sabiduría y la humanidad de este gran artista que fue. Sirva esta exposición cinco años después de su fallecimiento como homenaje a quien supo renacer desde las cenizas con la fuerza y la inteligencia de un gran creador. Puede visitarse del 23 de febrero al 16 de abril en el Centro Cultural Marcos Valcárcel, en Ourense.

––––––

[1] Lambert, J-C. 1999, Nóvoa. Ed. Cercle d’Art. Paris pag.134

[2] Pass, S. 1999 Acerca de Leopoldo Nóvoa.  Catálogo exposición Leopoldo Nóvoa. Monografías colección de arte Caixa Galicia.

Comentarios