Apuntes mínimos sobre el significado de "lo latino" en Estados Unidos

Latinos.
Latinos.

¿Estarán los latinos que viven en Estados Unidos equilibrados, maduros, para lograr el sueño bolivariano de la unidad, que por siglos se ha escapado a sus hermanos y hermanas en América Latina?

Apuntes mínimos sobre el significado de "lo latino" en Estados Unidos

Latino es una definición nueva y ambigua, una categoría cultural que no contiene una significación racial precisa, ya que los latinos pueden ser: blancos, negros, indígenas y, posiblemente, una combinación de todos. Provienen de países tan variados de América Latina y el Caribe como: México, Colombia, República Dominicana o Brasil, etcétera, pero, en realidad, no vinieron a Estados Unidos, sino que Estados Unidos vino a ellos. Son los nuevos estadounidenses, de los cuales dos de cada tres son inmigrantes o hijos de inmigrantes.

Como muchos otros inmigrantes en Estados Unidos, tienen diferentes historias, diversas sensibilidades culturales y predicamentos sociales disímbolos. Los vectores: raza, color, género, estatus socioeconómico, lenguaje, estatus migratorio, y modo de incorporación a Estados Unidos permean sus experiencias. Lo más importante es que están a punto de ser colonizadores del vecino país del norte, y en número sin precedente: se estima que para el 1 de julio de 2059, la población blanca anglosajona será solamente del 49.9 por ciento. Pero otro dato importantísimo, tiene que ver con el hecho de que estos inmigrantes no provendrán de una región pobre para aquel entonces, ya que tanto Brasil como México, se prevé que serán parte de las cinco economías más importantes del mundo. Y una economía conspicua puede dignificar con mucho tu procedencia cultural. Además, Estados Unidos seguirá siendo el segundo país del mundo en donde el idioma español resulta moneda común. Sin embargo, dada la heterogeneidad, ambigüedad y fisuras internas, ¿Qué argumentos pueden esgrimirse para construir una identidad panétnica latina?; ¿Estarán los latinos que viven en Estados Unidos equilibrados, maduros, para lograr el sueño bolivariano de la unidad, que por siglos se ha escapado a sus hermanos y hermanas en América Latina?; ¿Deberá cada subgrupo latino seguir su propio camino, esto es: cubanos en una dirección, mexicanos en otra, puertorriqueños en otra más, etcétera.?; ¿No sería más sabio, empíricamente aceptable y prometedor conservar la mirada fija en grupos individuales como: cubanoamericanos, dominicoamericanos, etcétera? El amplio análisis que llevaron a cabo Marcelo M. Suárez-Orozco y Mariela M. Páez resulta sumamente sugestivo en este aspecto, por lo que convendría seguirlo muy de cerca. Ellos señalan que el nivel panétnico se basa en la política, en consideraciones teóricas y en temas sociohistóricos. Como los latinos son actores en espacios sociales, las categorías de raza y etnia tienen altas implicaciones políticas y económicas, constituyen herramientas críticas en el quehacer del aparato de Estado, ya que el gobierno estadounidense utiliza estas dos categorías para varios propósitos: conteo censal, fijación de impuestos y estimación de representaciones políticas, entre otras. Más aún, se volvió en discurso de campaña política, por lo que en la figura de Donald Trump ha cobrado un fuerte contenido ideológico. Asimismo, los conceptos de “raza” y “etnia”, creados por la política estatal, se vierten en instancias como: Human Rights, Affirmative Action, Equal Opportunity, National Security, necesidades estratégicas y emocionales; y para nadie escapa el hecho de que las grandes oleadas migratorias provenientes de América Latina son responsables del actual latinoamericanización de Estados Unidos.

La Guerra Fría fue significativa en la actitud de Estados Unidos hacia América Latina, la cual se basó en la primacía sobre la región, debilitada en ciertos momentos. En su conducta posterior, y como clave de algunos aspectos de su política hacia América Latina, el gobierno estadounidense se comportó, muy frecuentemente, como si estuviera bajo el hechizo de “demonios ideológicos”, lo que trajo como consecuencia que dichos “demonios” condujeran a Estados Unidos a intensificar sus intervenciones militares en el caribe, centro y Sudamérica. De la década de 1950 al desmantelamiento del Muro de Berlín, en 1989, las tensiones de la Guerra Fría en el contexto latinoamericano tomaron forma de movimientos insurgentes y contrainsurgentes, extendiéndose desde la frontera sur hasta la Patagonia. La implicación de Estados Unidos en estos conflictos se intensificó, incrementando el rango de nuevos refugiados y migrantes; una década después, un millón de asilados buscaban refugio, con lo que comenzó la emigración hacia esa área del mundo, situación solamente comparable con los primeros efectos de la intervención en Vietnam. Asimismo, la intervención estadounidense en República dominicana, en la década de los sesenta, provocó otra ola migratoria. durante la década de los ochenta, ocurrieron cien mil asesinatos políticos en Guatemala y 75 mil en El Salvador; de tal manera que, actualmente, guatemaltecos, salvadoreños, nicaragüenses y personas provenientes de otros países de América Latina dijeron a los estadounidenses: ¡Estamos aquí, porque ustedes estuvieron allí!. Las oleadas de cubanos han sido recurrentes, quizá la del Mariel sea la más simbólica, pero los exiliados cubanos ya suman más de dos millones en el Sur de la Florida. Posteriormente, las intervenciones militares de Estados Unidos, ya no se basaron en el temor al comunismo y la competencia con la Unión Soviética, sino que emergieron nuevos problemas de seguridad nacional: drogas, inmigración indocumentada y, después del 11 de septiembre, terrorismo y reestructuración económica. El esfuerzo antinarcótico militarizado provocó un desplazamiento en Colombia de casi dos millones de ciudadanos, una cifra mayor que la de los desplazados por la guerra en Kosovo. Ni que decir de lo que ha estado ocurriendo en la sangrienta guerra desatada contra el narcotráfico en México. La presidencia de los Estados Unidos fue ganada debido a la demagogia que generó el discurso de Trump antimexicano y con la promesa de obligar a construir un muro que separara a norteamerica del mundo latino que luce amenazante. Por otra parte, los latinos del Caribe, fundamentalmente puertorriqueños y dominicanos, están comprometidos con un profundo transnacionalismo, o sea, estrategias económicas, políticas y culturales, en la diáspora a través de espacios nacionales, lo que les permite llevar una doble vida: doble conciencia y doble lealtad étnica, viviendo entre la isla y la tierra firme. En una de sus mejores novelas, Rosario Ferré señala que no cree que exista otro país latinoamericano donde la definición de la nacionalidad constituya un problema tan agudo como lo es hoy en Puerto Rico.

La nación se debate en un constante autoexamen que recuerda la obsesión de los novelistas españoles del noventa y ocho con el qué somos y el cómo somos. ¿Somos latinoamericanos o norteamericanos? ¿Seremos estado de la unión, estado libre asociado o país independiente?, ¿base nuclear y militar, o puente conciliador entre dos culturas?, ¿cordero pascual del escudo de los Reyes católicos o chivito estofado de San Juan bautista?, ¿piragua de papel en aguas de Piringa o Peñón de Gibraltar perdido en el caribe?, ¿gallito kikirikí guapetón o veleta vertiginosa que, cuando apunta hacia el sur, nos dirige hacia el norte, y cuando apunta hacia el norte, nos dirige hacia el sur?, ¿paraíso del perito político o del perito lingüístico?, ¿país esquisinifrénico con complejo de Hamlet, nuestra personalidad más profunda es el cambio, la capacidad para la transformación, para el valeroso transitar entre dos extremos o polos...

Los dominicanos están involucrados en actividades económicas y culturales que implican un alto grado de transnacionalismo: envían grandes suman de dinero a su país, se encuentran enganchados en los procesos políticos de allá, regresan periódicamente con sus hijos para nutrirlos de lazos sociales y culturales de la isla, etcétera. Los puertorriqueños tienen otra dinámica transnacional: envían menos dinero a la isla, permanecen social, cultural y políticamente ligados a la isla. Los mexicanos, en cambio, han desarrollado una conducta proto-transnacional. Los cubanos dejaron una sociedad en transición para entrar a otra, e intentaron definir su identidad y su cultura en una sociedad que busca sus propias definiciones: ¿qué significa ser cubano en un país que no es cuba?, ¿puede un exilado cultural cubano progresar en una sociedad que proclama el pluralismo étnico y recompensa la conformidad anglosajona?

Para los cubanos es muy importante mantener el sentido de cubanidad, es crucial, pero de ninguna manera para el momento de la repatriación, sino para mantener los lazos culturales que les permitan sobrevivir en una comunidad distinta, como Estados Unidos. Si los cubanos de la isla han estado redefiniendo su identidad cubana en el contexto de la revolución política y cultural, los emigrados también tienen que redefinirse. De hecho, hay una gran resistencia a ser llamados “inmigrantes”, porque ello implica una elección; prefieren ser llamados “exilados”, porque es un término que aísla y distingue. Se trata, así, de una situación política complicada: la Cuba de ayer vs. la Cuba que puede ser.

Español o inglés: ¿cuál es la verdadera lengua materna del latino? Ambas lo son, además de una tercera opción: el spanglish o inglañol, un híbrido.

Los latinos comparten un lenguaje común, el español, aunque no todos lo hablan. A este respecto, Ilan Stavans nos dice: 

"To be o ser, esa es la verdadera cuestión: el español y el inglés, una lengua natal y otra adoptada, un pie aquí y otro al otro lado de la frontera y en el caribe, un hogar en la patria y en el extranjero. Un gallo en los Estados Unidos canta: “cock-a-doodle-do”; otro en Guatemala dice:“ Qui-qui-ri-qui; un tercer gallo latino-estadounidense, cockadudledea y quiquiriquea simultáneamente. Español o inglés: ¿cuál es la verdadera lengua materna del latino? Ambas lo son, además de una tercera opción: el spanglish o inglañol, un híbrido."

Pero la importancia que guarda el español para Estados Unidos es por demás notoria. El 13 de septiembre de 2002, la CBS transmitió para una audiencia de 74 millones, comerciales en español con subtítulos en inglés, durante el Latin Gramy Award; aunque en mayo del año anterior, George Bush intentó, sin mucho éxito, hablar en español por radio, lo que también nos conduce a pensar en una división étnica y lingüística con 20 millones de hispanoparlantes. como dato curioso, la palabra inglés [English] no está en ninguna parte de la constitución de Estados Unidos ni en ninguna enmienda subsecuente, por lo que podríamos cuestionarnos: ¿quién dijo que el inglés es el idioma oficial? El país nació de una idea, de un lugar o locus,19 y posteriormente adoptó un idioma; por ello basa su identidad en un monolingüismo, pero esa identidad se ve fuertemente amenazada por la presencia de otro o de otros idiomas, entre ellos el spanglish, o el caló chicano, también conocido como “hablar del modo loco”.

Los latinos están divididos por: raza, color, clase, género, origen nacional, lengua (¿dialecto, entonaciones?) etcétera., todo ello en el contexto de un emergente sistema de emigración interamericana que puede caracterizarse por: 1) el flujo ininterrumpido de la migración mexicana, 2) oleadas de migrantes más limitadas en el tiempo y 3) un patrón caribeño de intensa migración circular.

Mexicanos, cubanos, puertorriqueños, chicanos, centro y sudamericanos, latinos, hispanos, etcétera, poseen una identidad que es un“ performance”, esto es, pueden “actuar” una identidad o varias y, de hecho, lo llevan a la práctica cuando extraen la esencia de la herencia española, indígena, afroamericana, caribeña, el mestizaje, lo latinoamericano, el género y clase, porque a fin de cuentas, la identidad consiste en identificarse “como” y “con”, aunque dichas identidades pueden ser: colectivas, situacionales, individuales, regionales, espaciales, territoriales, etcétera. El problema de las regiones es que éstas se fragmentan en localidades, las cuales, a su vez, se descomponen en poblaciones independientes. Por ello, el regionalismo es incapaz de mantener la movilización de sus habitantes; de hecho, resulta sumamente sencillo deslizarse de un tipo de identidad a otra, y el lenguaje es precisamente uno de los bloques cruciales para comprender la identidad latina, partiendo del hecho de que fueron los grupos de origen latinoamericano los que propusieron el término latino. En el intento de construir una identidad cultural latina en Estados Unidos, dos factores desempeñaron un papel definitivo: a) las visiones políticas panamericanistas de bolívar y Martí y b) las políticas raciales segregacionistas en Estados Unidos desde la década de 1950. Se pensaba lograr la unificación por encima de las diferencias, aunque también se utilizaba la diferencia como arma política.

Así, se crearon las etiquetas chicano, hispano y latino para buscar espacios y legitimizar presencia, pero también para negociar una identidad. Así, “lo latino no es tanto una posición identitaria como un hilo para el movimiento social que busca cambiar los trazos del mapa de América (To Re-Map America)”, aunque la movilización de otros grupos latinoamericanos y las políticas de coalición han contribuido enormemente a que el término chicano haya sido minimizado, por considerarlo segregacionista. Quizá sea importante retomar el caso concreto de América Latina, donde se trata de identificar una identidad propia para Latinoamérica, pero desde una conciencia de la marginalidad. En Estados Unidos, la emergencia de grupos nuevos como: nuyoricans, chicanadians, mexipinos, etcétera, nos conducen a plantearnos si estamos frente a identidades birraciales y biculturales, o ante un futuro multiracial. Pensamos que todo dependerá de la subversión de las construcciones históricas de la identidad racial y cultural, así como de una reinterpretación de lo que significa ser birracial y bicultural.

Barrio La pequeña Habana en Miami. / Wikipedia

Barrio La pequeña Habana en Miami. / Wikipedia

Es en este sentido que para poder sobrevivir en un mundo de hegemonía anglosajona, los mexicanos se han esforzado para mantener costumbres, idioma, canciones, mitos y leyendas, etcétera. En algunas vecindarios, donde los inmigrantes mexicanos han desplazado a los chicanos, ahora se fabrica una mayor variedad de panes típicos, aunque las panaderías mexicanas siempre existieron en el Este de Los Ángeles. Específicamente, se ve más el pan de muerto, precisamente porque los mexicanos lo piden y los panaderos se dan cuenta de que su arte culinario está en demanda”. Por ejemplo, la celebración de la fiesta de Quince Años es muy común y prácticamente no existe un hogar en cuyo jardín no se encuentren sembrados geranios, nopales, estafiate, hierbabuena, anís, manzanilla, ruda, romero y otras plantas medicinales. En este mismo paralelismo cultural, se juegan “listones” y “doña blanca” a la par de “Ring around the rosies”, y se escucha “pin-pom-papas” y “de tin-mari-de-do-pin-gue”, junto con “One potatoes, two potatoes” y“ Ennie, meani, minee mo”; y también es posible escuchar“ a la víbora, víbora de la mar” junto con “London bridge”. De igual forma, es común escuchar la leyenda de “White Lady” y/o “La Llorona”, cuya aparición se ha reportado en algunos lagos de parques municipales. A los niños se les enseña que el conejo de Pascua (Easter bunny) traerá los huevos decorados. Que Santa Claus entregará los regalos de navidad. Pero apenas días después, vendrán los Reyes Magos con más regalos. Que un diente de leche caído debe tirarse en dirección al sol para pedir un deseo. En los cumpleaños, se cantan por igual “Las Mañanitas” que “Happy birthday”, o bien, se rompe una piñata. El protocolo de las bodas podría ser más folclórico aún. Algunos mexicanos y chicanos se casan vestidos de charros, otros de esmoquin y se decoran los vehículos de los novios y de los padrinos con flores artificiales. En la recepción tocan mariachis o grupos jarochos. En otras ocasiones sólo se escucha salsa, música disco o punk. También es muy común el baile del dólar, y las canciones predilectas de los novios son: Angel baby, That’s all y it’s impossible. En el campo religioso, los migrantes mexicanos siempre han manejado sus propios símbolos, que transmiten a otros grupos. Por ejemplo, la Virgen de Guadalupe se venera por igual entre migrantes mexicanos, latino e hispanos. De hecho, la iglesia católica hispana tiene ya una representación indiscutible en Estados Unidos, aunque hay muchos migrantes mexicanos y latinos que se han inclinado por religiones protestantes.

En lo que se refiere a lo político, la figura de Emiliano Zapata conserva un lugar muy especial entre los migrantes pero, sobre todo, en la comunidad chicana. Zapata es más popular que Francisco Villa, ya que el programa político de este último no les resulta tan atractivo como el de Zapata, que se basaba en la propiedad de la tierra. En el renglón gastronómico, la comida mexicana ha penetrado todos los estratos de la sociedad estadounidense, aunque se puede apreciar un mestizaje con la comida proveniente de diferentes países de América Latina. Es común encontrar letreros en panaderías mexicanas que anuncian: “Tenemos bolillo y pupusas”; o bien, restaurantes que proclaman tener “Mexican Food”, aun cuando los dueños son argentinos, chilenos, peruanos, etcétera. La tortilla, elemento insustituible de la gastronomía mexicana, es consumida por varios sectores de la población, aunque en ciertos lugares colorean la masa para hacerla más atractiva, ya sea de rosa mexicano, verde, morado, etcétera. Sin embargo, lo simbólico supera la imaginación, como cuando se fusionan los burritos y el bagoong, por parte de los Mexipinos. O cuando de plano, en Miami se habla de “comida latinoamericana”.

Si existe algún país en el mundo que necesita redefinir sus etiquetas, es indiscutiblemente Estados Unidos, ya que por muchos años se ha venido tejiendo una asombrosa red de términos lingüísticos que, en lugar de aclararnos el panorama, nos conducen a una confusión enorme. De esta manera: pocho, mexican-american, pachuco, surumuato, chicano, cholo, hispano, latino, chicanadian, native born chicano, foreign born chicano, reverse chicano y chicalango, son sólo una parte de ese espectro de culturas novedosas.

Por otro lado, la idea de lo latino se manejó desde un principio como un refuerzo de lo hispano, aprovechando el éxodo de trabajadores provenientes de los diversos países de América Latina, que llegaban a trabajar a Estados Unidos, pero –a imagen y semejanza de los hispanos– constituyeron un grupo integrado por una burguesía latinoamericana que se encontraba ya radicada en el país, debido a lo atractivo que resultaba vender la idea de una latinoamericanidad o una “América Latina en Estados Unidos”. No obstante, si existe algún país en el mundo que necesita redefinir sus etiquetas, es indiscutiblemente Estados Unidos, ya que por muchos años se ha venido tejiendo una asombrosa red de términos lingüísticos que, en lugar de aclararnos el panorama, nos conducen a una confusión enorme. De esta manera: pocho, mexican-american, pachuco, surumuato, chicano, cholo, hispano, latino, chicanadian, native born chicano, foreign born chicano, reverse chicano y chicalango, son sólo una parte de ese espectro de culturas novedosas. En el verano de 1987, el repentino y sorprendente éxito de La bamba, un filme que trata sobre la vida de Ritchie Valens (que en realidad se apellidaba Valenzuela) generó una reacción muy optimista por parte de los medios de comunicación, respecto del papel que desempeñan los latinos en el escenario nacional estadounidense, aunque la mayoría de las ironías que contiene la película no fueron detectadas plenamente. El papel de Valens no fue actuado por un mexicano o chicano, sino por un joven actor llamado Lou diamond Phillips, nacido en Filipinas y residente en Texas; posteriormente, en 1988, Phillips representó de nuevo a un chicano. En Stand and Deliver (con ganas de triunfar), una película que trata sobre la vida de Jaime Escalante, el bonachón profesor de matemáticas que llevó a cabo una significativa labor en una escuela secundaria del Este de Los Ángeles. El boliviano Escalante fue representado por el actor chicano Edward James Olmos, quién creció en el Este de Los Ángeles. El libreto fue producto de varias personas y el filme fue dirigido por Ramón Menéndez, un cubano graduado en la Escuela de cinematografía de la Universidad de Los Ángeles. Los argumentos de ambos filmes nos sugieren lo problemático que pueden resultar los términos: hispano, chicano y latino. Las dos películas que llamaron tanto la atención hacia los hispanos/latinos se referían en realidad a los chicanos de Estados Unidos, pues fueron proyectos en los que participaron latinos de diversas ascendencias, lo que sugirió la imagen de una naciente cultura multiétnica. Quizá en este sentido, la película sobre la vida de la Tex-Mex Selena, interpretada por la puertorrieña Jenifer López (quien en aquel momento no dominaba el idioma español), resulte más emblemática.

Sin embargo, Estas películas generaron los siguientes cuestionamientos: ¿Tendrá alguna sustancia el término latino o se trata, simple y llanamente, la creación de magnates de los medios de información y empresarios políticos? La respuesta podría ser que constituye un término artificial, pero puede llegar a definir situaciones reales. Antropológicamente, la auto designación de cualquier grupo étnico o político reviste una importancia singular, ya que: “la ceremonia de nombramiento o de autodefinición, es uno de los actos más importantes que comunidad alguna puede realizar. Particularizar al grupo con un nombre es un paso fundamental en la evolución de la conciencia... El nombramiento conjuga la historia y los valores del grupo, proporciona una identificación necesaria”. O bien, por otro lado, puede implicar la estrategia de un estado-nación para mantener alejados y separados a ciertos grupos del entorno nacional, aceptándolos para rechazarlos.

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