Ahora, Youtube se ha convertido en la televisión de los más jóvenes

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Rebeca Stones. / Youtuber

Ejércitos de niños y adolescentes están pegados durante horas a sus tabletas o móviles, absortos ante vídeos de dudoso gusto y sin contenido cuyo único objetivo es provocar la carcajada.

Ahora, Youtube se ha convertido en la televisión de los más jóvenes

Los niños y niñas de mi generación crecimos viendo la tele. Hablo de aquella, inocente y educativa (con sus defectos y virtudes), que se hacía allá por los años setenta donde todavía la publicidad era poca, las películas estaban clasificadas con rombos y tan solo existían dos cadenas públicas las cuales, por cierto, no se podían cambiar apretando el botón del mando a distancia, porque ese aparato aún pertenecía al mundo de la ciencia ficción. Nuestra memoria colectiva, digo la de los que estudiamos en la EGB, nos retrotrae a aquellas series de dibujos animados que veíamos hipnotizados ante la pantalla mientras apretábamos entre nuestros manos el bocadillo de mortadela.

Durante infinitas tardes de la infancia, dimos la vuelta al mundo con Willy Fog, jugamos al fútbol con Naranjito, estuvimos en la Francia de Dartacán, comimos con Heidi queso de cabra en las montañas y tuvimos un mono Amedio que siempre hacía de las suyas. Convivimos con la familia Ingalls en La casa de la pradera, conocimos infinidad de animales gracias a El hombre y la Tierra y estábamos “bieeen” con Los payasos de la tele. Éramos incluso capaces de tragarnos entero un programa de La clave de José Luis Balbín o de divertirnos con el Un, dos, tres o el Directísimo de Iñigo. Además veíamos películas durante aquellos dos momentos únicos, los fines de semana después de comer y el Sábado Cine por la noche, donde los grandes clásicos en blanco y negro protagonizados por Katherine Hepburn, James Stewart o Paul Newman los devorábamos como la más deliciosa golosina.

Ahora, Youtube se ha convertido en la televisión de los más jóvenes. Ejércitos de niños y adolescentes están pegados durante horas a sus tabletas o móviles, absortos ante vídeos de dudoso gusto y sin ningún tipo de contenido cuyo único objetivo es provocar la sorpresa o la carcajada. Hace un par de meses salió la noticia de que unos de estos youtuber llamado Reset, con más de un millón de seguidores, se lanzó a las calles de Barcelona buscando un indigente. El objetivo era regalar a su víctima unas galletas rellenas con pasta dentífrica para que se las comiera porque esto “le ayudaría a limpiarse los dientes”. Y lo hizo. Y lo grabó. Y lo subió a Internet. Parece que hubo mucha risa a cuenta de ese pobre hombre el cual aceptó de buen grado los dulces pensando que, por fin, tendría algo que llevarse a la boca gracias a la generosidad de aquel ángel caído del cielo. Afortunadamente, el chaval fue denunciado y el asunto está en manos de la justica.

Sin embargo, dudo que lo ocurrido ponga fin a este sinsentido que a lo único que conduce es a una alarmante insensibilización, a unos patrones de conducta primarios y a la creación de una masa de personas incultas dispuestas para ser domesticadas por el sistema sin resistencia alguna. En medio de todo esto, y a raíz de la publicación de mis dos novelas juveniles, he descubierto con agrado otro mundo en Internet donde chicos y chicas muy jóvenes tienen su propio canal donde hablan de libros que han leído, enseñan con orgullo sus estanterías repletas de ejemplares o realizan recomendaciones para sus miles de seguidores. Ese el Youtube que me gustaría ver, el que me hace creer que cualquier tiempo pasado no fue mejor.

> Algunos booktubers recomendados:
Rebeca Stones - El coleccionista de mundos - Mayrayamonte - Fly like a butterfly - Nube de palabras - LittleRedRead - Diego Marcapáginas - El secreto de los libros

 

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