¿Desconexión? La palabra adecuada es secesión, independencia, cisma o soberanía

Antonio Baños, líder de la CUP. / Facebook
Antonio Baños, líder de la CUP. / Facebook

Dejemos a un lado la frivolidad, el miedo y  el esnobismo, porque ocultando el problema, o cambiándole de nombre, el problema no desaparece.

¿Desconexión? La palabra adecuada es secesión, independencia, cisma o soberanía

Los eufemismos medesazonan, me inquietan. Abusamos de ellos para ocultar una realidad que no nos gusta y nos da miedo reconocer con su verdadero nombre, con el que aparece definido en el diccionario.

En medios jurídicos, políticos y periodísticos se ha puesto de moda el vocablo “desconexión”, para referirse al intento secesionista de algunos partidos catalanes, en vez de utilizar la palabra adecuada: secesión, independencia, cisma, soberanía.

Para unos se trata de una moda: alguien, por esnobismo, la usó una primera vez y gustó la novedad hasta imponerse en las conversaciones y crónicas habituales. Otros, la usan con frivolidad, una frivolidad al pairo de la moda, que trata las cosas de comer como un juego, como un divertimento, algo original, para ser diferentes.

Miedo; otra causa de los eufemismos, quizá la más importante y frecuente, sobre todo en este caso: nos asusta lo que pueda venir tras la “desconexión”, y a algunos les parece que, cambiando el nombre, el problema no existe. También la indiferencia sirve para explicar semejante eufemismo; la indiferencia de quienes dicen “da lo mismo”, “es cosa de los catalanes” y “de políticos que ven peligrar sus privilegios”.

No podemos jugar, cualquiera que fuere la causa que nos empuja a ocultar la realidad: hay que respetar la LEY, la que nos otorgamos en su día todos, incluidos los catalanes –incluso con más fruición que el resto del Estado. No vale argumentar tenemos “derecho a decidir nuestro destino”, porque estamos hablando del destino de todos los españoles, no de unos pocos. Ese derecho a decidir existe  en la medida y en la forma que lo reconoce la Constitución. Y está claramente previsto cómo modificarla: consiguiendo concitar la adhesión de una mayoría suficiente.

¿Alguien en su sano juicio puede poner en duda la legalidad del Estado porque él  no tuvo la oportunidad de elegir entre monarquía o república, organización territorial del Estado, confesionalidad o laicismo o cualquier otra materia? Apañados estaríamos si en cada generación pusiéramos en duda principios básicos de convivencia.

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