Venezuela, un país con pasado y dudoso futuro

Maduro, con una imagen de Chávez al fondo.
Maduro, con una imagen de Chávez al fondo.

En este contexto, hay quienes señalan que Nicolás Maduro no solo no terminará su mandato sino que no llegará a fin de año. El tiempo, el pueblo o las Fuerzas Armadas,  dirán, según el análisis de esta autora.

Venezuela, un país con pasado y dudoso futuro

El país anterior al chavismo hoy parece lejano. Los más jóvenes solo conocen esta Venezuela y los mayores recuerdan una que ya no existe.

La antigua Venezuela fue moderna, una tierra prometedora no solo para sus habitantes, con recursos y petróleo en exceso. También hubo pobreza, corrupción y descontento, agotamiento frente a los partidos tradicionales, elementos de los que se sirvió el golpista, teniente coronel, Hugo Chávez, que anunció su retorno el mismo día de su fracaso, ese 4 de febrero de 1992, cuando, “los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital. Es decir, nosotros acá en Caracas no logramos controlar el poder (…) vendrán nuevas situaciones”.

Lo que hoy se vive en ese territorio nadie llegó a imaginarlo. El chavismo y sus simpatizantes en el mundo le llamaron –y algunos todavía le llaman- progresismo. Para la historia quedará que fue un progreso hacia el dolor, como el que describe Orwell en 1984.

La Venezuela del pasado hoy parece un sueño. Si en 1998 la pobreza estaba alrededor del 45%, finalizando 2015 y según estudios de diferentes universidades, más del 70% de la población se encuentra en condición de pobreza. El año pasado más de 17.700 personas fueron asesinadas y en el primer trimestre del año se han producido casi 5 mil homicidios. La inflación será superior a 700% y en 2017 será de 2200%. “La revolución mata de hambre a sus hijos”. El desabastecimiento, la falta de medicinas y de alimentos -nótese que ni siquiera se le ha permitido a la Iglesia o a las instituciones religiosas distribuir alimentos o medicinas-, así como el colapso en el sistema de salud –“hospitales de campaña en un país donde no hay guerra”– ilustran una Venezuela devastada.

Las decisiones presidenciales dan cuenta del nivel del gobernante. Entre las últimas polémicas, sobresale un decreto obligando a la Administración a trabajar solo lunes y martes y la reducción de la jornada escolar. Todo para ahorrar energía en medio de la crisis que enfrenta el país con más reservas de petróleo en el mundo. A esto, súmese un decreto de Estado de excepción y emergencia económica, para retener el poder a toda costa o la carrera de obstáculos en que han convertido el referéndum que busca revocar el mandato del presidente para convocar a elecciones.

Atrás quedaron esos tiempos en que exhibían como única garantía de su compromiso democrático el paso por las urnas. ¿Alguien tiene dudas sobre la capacidad destructiva del chavismo que lleva 17 años en el poder mientras insinúa guerras, amenazas externas y toda clase de teorías conspirativas para justificar su ineficiencia y corrupción?

El espectáculo lamentable de la canciller venezolana, Delcy Rodríguez, hace un par de meses, en sesión solicitada a la OEA para presentar su verdad, reafirmó el talante del régimen.“Venezuela no está bajo examinación de nadie ni lo estará (…) No vinimos aquí en este recinto a buscar una solución, vinimos a compartir la verdad de Venezuela”. Salvo Estados Unidos no hubo críticas contundentes al gobierno venezolano. Sorprendió y decepcionó la tibieza de la canciller argentina, Susana Malcorra, con aspiraciones de suceder a Ban Ki Moon en Naciones Unidas. Desde entonces, insultos van, vienen y vuelven. Todos contra todos y Venezuela rumbo al precipicio.

Pese a todo, algo cambió. Luego de años de pedir la acción de una OEA insulsa y pese a las reservas iniciales que hubo en diferentes sectores de la opinión pública internacional con la designación del Secretario General, Luis Almagro, el uruguayo -aunque no tuvo éxito- invocó la Carta Democrática amparado en el artículo 20, argumentando en un informe que: “En la situación actual que vive Venezuela (…) estamos ante alteraciones graves del orden democrático”. Observó que la posibilidad de realizar un referéndum revocatorio no es un atributo ni del gobierno, ni de la oposición, sino del pueblo venezolano, por tanto, el gobernante debe responder a esa solicitud y el referéndum debe hacerse este año.

Almagro solicitó la liberación de los presos políticos; llamó al Ejecutivo y al Legislativo a resolver la situación de vulneración de derechos de la población (acceso a alimentos, servicios de salud, seguridad); y recordó la necesidad de incorporar un mecanismo “independiente” para combatir la corrupción -integrado por expertos internacionales independientes-. En lo que respecta al equilibrio de poderes, el ex canciller de Jose “Pepe” Mujica, exigió su cumplimiento, apuntó al bloqueo de las leyes aprobadas por la Asamblea Nacional y destacó que es urgente una nueva integración del Tribunal Supremo de Justicia porque está completamente viciado, tanto por el procedimiento de designación como por la parcialidad política de sus integrantes.

Aunque Almagro no logró su objetivo y Maduro hizo caso omiso a todo, su determinación puso entre las cuerdas la ambigüedad sobre Venezuela de los países que hacen parte de la OEA (34). Algunos no salieron bien parados (caso Argentina pese a la habilidad retórica de Malcorra). Pero, algo es algo y la Venezuela de hoy está más cerca de su extinción que de ser eterna como sueñan los chavistas.

¿Habrá referéndum este año y nuevas elecciones? Maduro lo niega. ¿Qué viene para Venezuela y cómo resolver lo urgente? No parece que sea nada bueno ni fácil. ¿El aislamiento internacional será definitivo y terminará de desatar la furia presidencial? Es posible pero el margen de maniobra de Maduro ya es escaso. Las fracturas al interior de la institución militar son más evidentes. Por mucho que de más cargos y poder a las Fuerzas Armadas, hay  militares cercanos a Chávez que le acusan  de abandonar las “ideas bolivarianas” y el proyecto gestado por el expresidente, mientras hunde al país para mantenerse en el poder.

En este contexto, hay quienes señalan que Nicolás Maduro no solo no terminará su mandato sino que no llegará a fin de año. El tiempo, el pueblo o las Fuerzas Armadas,  dirán.

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