Timelees: ¿desmontamos el 78?

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Entre Cataluña y España.

El 78 fue una obra que partió de un disenso con el pasado pero de la aceptación que no podíamos permitirnos otra derrota.

Timelees: ¿desmontamos el 78?

A veces la memoria de una sociedad se compone de olas sucesivas, partimos de este artículo de Juan Marsé a Jaime Gil de Biedma en El País –ver original-, para pasar a noviembre del 74.

Querido Jaime. Me dicen que circula por la red tu poema Noche triste de octubre, 1959, publicado en Moralidades en 1966. Recordarás una conversación que mantuvimos acerca de algunas imágenes del poema, en la época que lo escribías, sobre todo esa tarde lluviosa que me leíste un primer esbozo. Me dijiste que me lo ibas a dedicar si conseguías terminarlo. Octubre siempre ha sido para mí un mes de malos augurios y resonancias dramáticas, y no puedes imaginarte hasta qué punto este octubre de 2017 ha superado tan nefastas aprensiones. Los problemas no son los mismos, el país ya no es el mismo, pero las cosas siguen viniendo mal dadas.

Quiero recordar ahora el día que, con un vaso de ginebra en la mano, en tu sótano (“más negro que mi reputación, que ya es decir”, dejaste escrito) de la calle Muntaner, me leíste los versos del último bloque del poema:

Por todo el litoral de Cataluña llueve

con verdadera crueldad, con humo y nubes bajas,

ennegreciendo muros,

goteando fábricas, filtrándose

en los talleres mal iluminados.

Y el agua arrastra hacia la mar semillas

incipientes, mezcladas en el barro,

árboles, zapatos cojos, utensilios

abandonados y revuelto todo

con las primeras Letras protestadas.

En noviembre del 74 bajé de un barco que me traía desde América, ante mí una sociedad gris y provinciana fue abriéndose lentamente. Era la Barcelona tardofranquista. Fría, aguantándose en una inútil fe en sí misma, pero sin color. En los siguientes dos años el franquismo se desmontaría sucediéndose unos tras otros una suerte de toreros que clavaban la espada en un toro moribundo pero vacío. Pude asistir al renacer de una gran sociedad, desde Cataluña fuimos construyendo en una alocada conversión los minutos que formaron el 78.

Ahora muchos preparan mecha y pólvora para volarlo por los aires. Ningún reproche, solo se defienden las obras bien hechas y con pasión con la misma pasión y voluntad de miras. Pues si algo recuerdo de aquellos días, o presiento, o domino, o reconstruyo es la Transición desde el abandono del odio. Los dinamiteros del 78 tal vez deberían reflexionar sobre la grandeza que las empresas y gestas poseen. Sin paciencia, y sin el espíritu que domina a las grandes citas no es posible armar nuevas escaramuzas con la historia y va ello para los nacionalistas o los seguidores de Podemos.

Dinamiteros ¡A la marcha! Solo que no encontrareis en frente a nostálgicos, sino cabezas construidas sobre la reflexión, sobre la pasión. El 78 fue una obra que partió de un disenso con el pasado pero de la aceptación que no podíamos permitirnos otra derrota.

La pregunta que se nos ofrece es clara, en estos días de rivalidad y hastío: ¿Quiénes están dispuestos a construir sin permitirse una derrota? La grandeza es el alimento de las buenas causas, o al menos así aparece en dos programas de moda en la televisión el Ministerio del  Tiempo o Timeless. ¿Cuál de ellos sigue Ud.?

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