Hay tres secuencias inaceptables que dejó este 11 de septiembre

Tres secuencias.
Tres secuencias.

Colectivos de emigrantes no asumen que deben evitar manifestarse sobre una cuestión que no les atañe o que, desde luego, no les corresponde, observa este comentarista.

Hay tres secuencias inaceptables que dejó este 11 de septiembre

Colectivos de emigrantes no asumen que deben evitar manifestarse sobre una cuestión que no les atañe o que, desde luego, no les corresponde, observa este comentarista.

 

No hace tanto que el dirigente de  Convergencia y Unión de Cataluña, José Antonio Durán i Lleida, decía que hablar de un problema no es racismo ni xenofobia; es “hablar de un problema”. Se refería en este caso a las dificultades de integración en la sociedad catalana de determinados colectivos de inmigrantes, especialmente de religión islámica. Con esa misma idea podemos referirnos a tres de las diversas secuencias simbólicos que acaba de dejarnos el pasado 11 de septiembre en Cataluña.

La primera es una mujer de aspecto musulmán, embutida en uno de los trajes más integristas de aquella religión, a cuyo lado camina un niño, vestido de modo occidental, pero que transporta la bandera separatista de Cataluña. Bandera que en otra secuencia vende en la calle un ambulante de aspectos subsahariano. Y por fin, el primer plano del rostro de un niño de color que se ha pintado en la cara la “estelada”. El pequeño puede ser español o no. No lo sabemos.

Es fácil deducir o suponer que la mayoria de estas personas son huéspedes en España. Y por tanto choca que presenten símbolos que permiten establecer que –menos en el caso del vendedor que se gana la vida como puede- proceden de ambientes, familias o grupos que proponen la ruptura de nuestro Estado; es decir, la secesión de una parte del territorio que los acoge, al margen de lo que pensemos el conjunto de los ciudadanos que constituimos la nación española.

No me imagino a un español haciendo lo mismo a favor de la independencia del RIF o de una parte del territorio del que procedan el vendedor o los padres del niño nacionalista. Y esto no es un caso de ejercicio de la libertad de expresión, es una forma evidente de mostrar que se han instalado entre nosotros personas que no parecen entender el respeto con que deben evitar manifestarse sobre una cuestión que no les atañe o que, desde luego, no les corresponde. Vayamos más allá de la mera anécdota. Las imágenes hablan por sí solas.

Pero ese respeto a la nación que los acoge no es el clima que realmente existe entre estos colectivos. Es más, son muchos los que de uno y otro modo se han subido al carro del independentismo y reclaman “su derecho a decidir el futuro del país donde quieren vivir”. O sea, que a estos huéspedes les corresponde decidir el futuro de la fonda.

La entidad más expresiva en este sentido es la Asociación musulmana Watani. Que exige que los extranjeros que viven en Cataluña puedan votar para decidir su futuro. Como saben el diputado de Esquerra en el Congreso Joan Tardá  les ha instado a convertirse en los “padres y madres fundacionales” de la república catalana. Pero van más allá y reclaman que todos los extranjeros que viven en Cataluña puedan participar en el referéndum secesionista.

Y tras Watari, se han sumado a los soberanistas el Colectivo Senegalés de Cataluña, Espacio Latino, Casa de Mendoza en España, Nous Catalans Joves, Asociación Llum del Nord, Colectivo Amazic, Colectivo de Inmigrantes del Vallès, Colectivo Platee o la comunidad pakistaní. Esquerrra Democrática se ha empleado a fondo.  A las asociaciones de inmigrantes se les ha inculcado la idea de que apoyar la secesión es sinónimo de integración y prosperidad. Y están en ello sin importarles lo que podamos pensar los demás españoles, es decir, los soberanos del país que quieren contribuir a desmontar. Y eso genera rechazo y otros sentimientos de hostilidad innecesarios.

Hemos de insistir, como en otras ocasiones que abordamos este asunto, en que tal y como se plantean las cosas, la condición de “catalán” se vincula por parte de los separatistas a un determinado periodo de residencia (legal o no, que ya se vería) en el territorio de aquella comunidad. No sólo a la vecindad civil o al domicilio legal. La necesidad de disponer de recursos para atender a las avalanchas de extranjeros entrados en el país, ilegalmente asentados, hizo que los ayuntamientos empadronasen a todo el mundo sin distinciones, hasta producir la paradoja de que devengan en sujetos de Derechos sin Deber alguno. De este modo, miles de personas que no poseen la ciudadanía española van a ser reconocidas, por la vía de los hechos, como catalanes de facto, sujetos plenos de todos los derechos para decidir el futuro de aquella comunidad, incluido el de separarse de España. O eso parece. Parece cosa de locos.

Los apoyos de Mas
Como es sabido, Mas tiene pocos aliados, antes al contrario, fuera de Cataluña. Y algunos son pintorescos. El ministro principal de Gibraltar, Fabián Picardo, es uno de sus más firmes apoyos;  pero es evidente que el respaldo tiene que ver con el conflicto que el Peñón genera entre España y Gibraltar. Para Esquerra, Picardo es un visitante y un amigo al que ha prodigado todo tipo de atenciones. Más pintoresco fue el apoyo de Lituania, con marcha atrás posterior, cuyo primer ministro, Algirdas Butkevicius, defendió el derecho a la autodeterminación catalán y se congratuló de que la Vía catalana tomara ejemplo de los países bálticos. También el primer ministro de Letonia, Valdis Dombrovskis, avaló la independencia de Cataluña. “Si hay una clara voluntad del pueblo y una clara demanda por un referéndum, vale absolutamente la pena prestar atención y mirar opciones sobre cómo abordarlo”, llegó a decir.
Estas son las voces que gusta escuchar a Mas. Y en cuanto al referéndum, quiere meter en el pote a todo el que cuente a la hora de expresar lo que pretende vendernos como la voluntad mayoritaria del pueblo catalán.

 

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