Los republicanos más radicales posponen la votación del plan antiobamacare

Edificio del Capitolio en Washington, D.C.
Edificio del Capitolio en Washington, D.C.

El proyecto de Paul Ryan vuelve a dejar en evidencia que Donald Trump es un hombre sin liderazgo ni voz en su propio partido.

Los republicanos más radicales posponen la votación del plan antiobamacare

Consumado eso. Les había advertido que ir en su contra desataría un terremoto en todo Washington y a ellos les importó poco. Los congresistas republicanos han conseguido posponer la votación para la reforma sanitaria de Donald Trump en la Cámara de Representantes. Los más radicales del Partido Republicano, congregados bajo el nombre de Freedom Caucus, se han encargado así de dejar desnudo al rey a los ojos de todos. Su decisión se hizo pública tras haberse reunido con el mismo presidente, que ya se sabía derrotado de antemano. El revés deja en evidencia su falta de liderazgo dentro de su propio partido y esto compromete otros de sus proyectos como la reforma fiscal, el plan de infraestructuras (para el que espera invertir un billón de dólares) y las leyes migratorias.

El Obamacare ha sido la obsesión del Partido Republicano desde fue creado en 2010 por el expresidente Barack Obama por considerarla la epítome de todos los males izquierdistas. A los halcones conservadores les importa poco que de cobertura a 20 millones de estadounidenses o que haya impedido a las aseguradores seguir con sus maniobras de rechazo o esquilma a los pacientes con dolencias previas. Para el Gran Viejo Partido, la reforma sanitaria de Obama es un golpe a sus razones de ser: más burocracia federal, más carga al déficit y deja a la población sin libertad de elección.

El proyecto para la demolición del Obamacare es obra intelectual de Paul Ryan, cabeza de la Cámara de Representantes, pero obra política de Donald Trump. El presidente veía en este proyecto un resarcimiento luego de la derrota judicial tras su polémico veto migratorio de enero y con la Casa Blanca hecha un caos por los cada vez más numerosos y más evidentes nexos de sus hombres de confianza con Rusia. Aparte de eso, era la primera vez que se sometería al escrutinio de la Cámara Baja.

Los estatutos de esta nueva reforma indican que ya no será obligatorio contar con un seguro médico, congela el programa para los más desfavorecidos y se ceba también con el aparato impositivo que abaste a la red asistencia. Eso sí, tampoco es una demolición al completo. Todavía se prohíbe a las aseguradoras rechazar a un paciente con enfermedades previas y consta de plazos a futuro para ir destruyendo poco a poco lo que quede del legado de Obama. Trump se queda en medio de la nada, pues por un lado no logra saciar el hambre de los más radicales ni tampoco deja satisfechos a aquellos a los que les prometió cobertura universal.

De acuerdo a la Oficina Presupuestaria del Congreso, una de las instituciones más prestigiosas del Legislativo, la aplicación de este proyecto dejará sin cobertura a unas 14 millones de personas tan sólo en 2018 y hasta a 24 millones en una década, lo cual dejaría a un total de 52 millones de individuos sin cobertura. De igual forma, representaría un alza del 15% al 20% a las pólizas para los dos años entrantes. El Despacho Oval ha salido a desmentir todas esas seguraciones y promete que todos los estadounidenses contarán con asitencia. Su gran carta es la cantidad de dinero que se ahorrará el Estado: 337.000 millones de dólares en un plazo de 10 años.

Pero para los grandes totems del partido ni siquiera eso es suficiente. Estos halcones proponen en que los seguros médicos bajen su precio, y para ello han propuesto que se eliminen las prestaciones sanitarias esenciales incluidas ya por ley en las pólizas y que comprenden la medicina preventiva, la atención de urgencias, la estancia hospitalaria, los cuidados mentales y la maternidad. Su apoyo es un si y sólo si al cumplimiento de esas condiciones. Pero si el Partido Republicano llegase a acceder a tan disparatadas propuestas, su proyecto no pasará jamás la votación del Senado, donde los conservadores tienen una mayoría con apenas cuatro escaños más (52 por 48 de los demócratas) y aparte que los más moderados del partido ya advirtieron de que no están dispuestos a aceptar una ley como esa, según dijo Ryan, la mente maestra detrás de todo este alboroto.

Trump sabe que no se puede dar el lujo de perder de forma definitiva esta guerra. Para ello ha puesto a trabajar a Mike Pence, su vicepresidente y presidente del Senado, y a todas las fuerzas de combate que tenga a su disposición. No obstante, los supervivientes del llamado Tea Party no están dispuestos a ceder su territorio. La votación se ha pasado para este viernes, pero el movimiento podría repetirse. Si de aquí al próximo lunes el presidente no ha logrado un consenso entre los halcones, su fracaso hará temblar a toda la capital.

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