¿Por qué recortan en educación y sanidad y no en administración?

Soraya Sáenz de Santamaría y Luis de Guindos. / La Moncloa
Soraya Sáenz de Santamaría y Luis de Guindos. / La Moncloa

No es verdad que no haya alternativas a las políticas de austeridad. Las hay. Lo que no hay es ganas de llevarlas a cabo con valentía.

¿Por qué recortan en educación y sanidad y no en administración?

Al cabo de seis años de crisis, es tal el caudal de malas noticias económicas en España —paro, desahucios, bajadas salariales, aumento de impuestos, agujeros en la banca, estafas financieras, déficit público, deuda…— que buscar las positivas se convierte poco menos que en un ejercicio imposible, cuando no arriesgado. Más allá del banal periodismo declarativo —declaraciones de intenciones que no concretan ni el qué ni el cuándo—, es verdad que empieza a haber luces tenues que tal vez indican que hay salida. Las más evidentes son la prima de riesgo y la balanza comercial. También está ahí el autoempleo. Incluso el turismo. Pero con todo eso, que puede ser condición necesaria, tampoco se llegará lejos. Ya sabemos qué pasó con la metáfora de los brotes verdes, igualmente inspirados en las exportaciones.

¿Quiere eso decir que es un mal camino valorar las pocas noticias positivas que hay? En absoluto. Pero sí puede serlo exagerar las cosas, hasta llegar a ligerezas como las de algunos ministros y dirigentes del partido del Gobierno, que se atreven a poner en presente que estamos saliendo de la crisis, cuando eso es del todo incompatible con seis millones de parados.

El tratamiento de la enfermedad de fondo de la economía española, que es su insuficiente competitividad, tiene una única receta: ajustes y reformas. El ajuste es para reconocer que España es más pobre, sin poder recurrir a la devaluación, y las reformas son para mejorar la competitividad, de modo que esta se produzca por vía de mejoras de productividad y no solo de contención, o incluso reducción, de costes. Como suele explicar Domingo Docampo, catedrático de la Universidad de Vigo, aprendizaje, conocimiento, competencia, innovación y productividad son los pilares en los que descansa la competitividad y debilitar alguno de estos eslabones es poner en peligro el conjunto.

Las empresas que quedan en pie empiezan a ser rentables, más incluso que las de los países competidores, y esto debería ser un buen punto de partida para la recuperación de la inversión y del empleo. Eso sí, cuando vuelva a fluir el crédito. Cómo salir de esta requiere, por tanto, nuevas políticas económicas y sociales, capaces de poner al país a trabajar más y mejor, no necesariamente solo con políticas de ajuste, sino también con una política económica expansiva, capaz de ir neutralizando la austeridad.

Frente a quienes creen que no hay más alternativa que recortar el Estado del bienestar, los salarios y el empleo, cabe recordar que España apenas ha recortado, por ejemplo, en lo más prescindible: el número de políticos –hay 450.000, de los que sobran al menos 300.000, si se tiene en cuenta que Alemania funciona con 100.000-, el Senado o las diputaciones, salvo que haya territorios que prefieran eliminar las comunidades autónomas. Cabe también agrupar los ayuntamientos y eliminar empresas públicas, chiringuitos administrativos, cortapisas legales, asesores, escoltas, chóferes y vehículos oficiales, dietas por destino en Madrid teniendo ya vivienda en la capital  y muchas otras cosas similares, a las que no se le ha querido tocar.

Si se afrontara un verdadero ajuste de las administraciones públicas, el Estado podría aumentar el gasto público productivo y bajar los impuestos directos e indirectos, sobre todo a las clases medias y baja, pero poniendo coto a la economía sumergida y al fraude fiscal, de modo que no bajasen los ingresos públicos. @J_L_Gomez

Comentarios