El rechazo a todas las dictaduras es un rasgo común a pocos partidos

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Fidel Castro y Francisco Franco.

En España, entre las principales fuerzas, únicamente el nacionalismo periférico y español de centro más el PSOE muestran una actitud de claro rechazo moral a los sistemas políticos no democráticos.

El rechazo a todas las dictaduras es un rasgo común a pocos partidos

El pasado 25 de diciembre se produjo el vigésimoquinto aniversario de la desaparición de la URSS. Dicho suceso se produjo justo un mes después del fallecimiento del dirigente comunista Fidel Castro. Al igual que en otros ocasos relacionados con esa ideología, la reacción de la mayoría de personalidades de corte derechista ha sido de claro rechazo, especialmente en lo concerniente al insuficiente nivel de respeto por los derechos humanos. En contraposición, el posicionamiento de los partidos a la izquierda de la socialdemocracia suele ser el de no condena o incluso de aplauso hacia las autocracias socialistas, tal y como sucedió tras esa muerte. En el caso español, cuando surge una noticia relacionada con el franquismo, los roles de conservadores/reaccionarios e izquierdistas duros se intercambian.

En este sentido, es reseñable destacar, por ejemplo, el rechazo de todas las fuerzas de izquierda rupturista a la resolución aprobada en 2016 por el Parlamento Europeo en la que se criticaba la supuesta represión ejercida por el régimen venezolano contra la oposición. Por otro lado, en el espectro azul, exceptuando la condena que el PP hizo en 2002 del golpe de estado del 18 de julio, esta formación nunca atacó al régimen autoritario liderado por Franco.

A partir de los distintos posicionamientos mostrados por los principales partidos, observamos que únicamente neosocialdemócratas (PSOE) y socioliberales heterodoxos (UPyD y Ciudadanos), entre los no nacionalistas; y los nacionalistas periféricos no socialistas (PDC, CC y PNV), por otro, condenan todas las tipologías de dictadura.

¿Qué tienen en común todas estas fuerzas, que les lleva a adoptar una posición de condena de estos regímenes? En el eje derecha/izquierda, una ubicación bastante centrada. En segundo término, si tenemos en cuenta el espectro libertad/autoridad, presentan un alejamiento del colectivismo jurídico, entendiendo a este como una excesiva concentración de poder que socava los derechos y libertades. En tercer lugar, estas organizaciones se han desarrollado en un contexto político-cultural iushumanista y, en el caso de las más antiguas -PSOE y PNV-, presentan un amplio historial de defensa de la democracia -con excepción del apoyo del socialismo largocaballerista a la Revolución de Octubre de 1934; o de la primera fase histórica, filocarlista, del partido gobernante actualmente en Euskadi-.

Por su parte, los populares no muestran posicionamientos extremos en ninguno de los dos espectros y se desarrollan en la misma esfera político-cultural. Pero son herederos, en cierta medida, sociológicos e ideológicos del franquismo. En tercer término, los principales partidos de izquierda renovadora, aunque son firmes defensores de la democracia, tienen unos anhelos políticos ya más alejados del centro. En el caso específico de la “vieja” izquierda alternativa (PCE), existe un apego, por razones históricas, a los regímenes socialistas, con independencia de que los objetivos programáticos a corto y medio plazo difieren, por razones de tacticismo y convicción, con los de esos sistemas de gobierno.

Si nos detenemos a analizar la mayoría de dictaduras conservadoras y socialistas tomando como referencia los dos citados ejes, percibimos en la mayoría de estas una tendencia a un exceso de igualdad/desigualdad parcial (en un área o áreas concretas) o global. Asimismo, hay una amplia estatalización a todos los niveles. Afirmado esto, entendemos por qué es comprensible el rechazo del primer grupo de formaciones a los regímenes dictatoriales.

En conclusión, los factores determinantes de apoyo o rechazo a un sistema político autocrático o totalitario, en su versión más extrema, son: el grado de colectivismo (variable principal), el nivel de defensa de la igualdad, la cultura política de la sociedad a la que se dirija y el historial de la organización. En algunos casos, no podemos olvidarnos de los axiológicos, es decir, la consideración de las dictaduras, desde una óptica filodemocrática, como menos humanas éticamente.

 

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