Pedro Sánchez pudiera ser buen gobernante si abandona ciertas poses

Pedro Sánchez, secretario general del PSOE. / Facebook
Pedro Sánchez, secretario general del PSOE. / Facebook

Andalucía, pese a lo que pueda decirse, está lejos de encarnar un laboratorio electoral escrupuloso. Casi cuarenta años de gobiernos socialistas han dibujado una comunidad atípica para obtener datos válidos.

Pedro Sánchez pudiera ser buen gobernante si abandona ciertas poses

Andalucía, pese a lo que pueda decirse, está lejos de encarnar un laboratorio electoral escrupuloso. Casi cuarenta años de gobiernos socialistas han dibujado una comunidad atípica para obtener datos válidos.

Esta España de nuestros amores y pesares, presenta unas virtudes -a lo peor defectos- cuyos arranques se remontan a la tosquedad del hombre cavernario. En algunos atributos, los más entrañables, hemos cambiado poco. Seguimos siendo diferentes, y no solo por el crisol de razas y pueblos que configuraron esta piel de toro indómita y constreñida. Poseemos la idiosincrasia, el talante, que la aspereza del hábitat ha ido formando a través de los siglos. No se hizo Zamora en una hora, más que un refrán cimenta el germen constitutivo de nuestro genio y figura. Somos la síntesis de una especial metamorfosis milenaria. Por este motivo, tiempo atrás, Unamuno auspiciaba con certero augurio la españolización de Europa para evitar las lacras que acompañan a todo progreso. Rechazamos el afrancesamiento, la ilustración y la ciencia. Aborrecimos aquel método cartesiano -extranjero- para abrazar nuestra genuina prueba del algodón.

Con la mencionada reseña, cual artífice artesanal, voy a examinar las pasadas elecciones a la Junta de Andalucía. Desmenuzaré el repaso en dos tramos. Primero expondré unos datos manifiestos, contundentes. A la postre, utilizaré mi criterio personal para argumentar la interacción de los resultados con las posteriores citas electorales. Antes quiero referir un prólogo muy esclarecedor, desde mi punto de vista. Parece evidente que la dinámica social de nuestros compatriotas se alimenta de una inercia inocua, opaca. Cuando se quiebra este motor anodino, aparece el odio como elemento propulsor; agoniza la paz y surge explosiva la violencia. Conforma esa entraña primitiva, osca, sanguinaria, que nos identifica y -allende las fronteras- causa repugnancia cuando no envidia. Percibo, además, un mayor dogmatismo en la izquierda. No por ello, la derecha queda expedita de tan antisocial menoscabo. Tal marco nutre el bipartidismo inexpugnable. Al dogmático no le hace mella cualquier ausencia doctrinal, tampoco la corrupción ni el trinque directo; menos la impostura.

Andalucía, pese a lo que pueda decirse, está lejos de encarnar un laboratorio electoral escrupuloso, exportable. Casi cuarenta años de gobiernos socialistas han dibujado una comunidad atípica, enclenque, nula para obtener datos válidos, ciertos. Un entramado público e informativo hace difícil la alternancia democrática. Hace horas, han aparecido (presuntamente) pruebas sonoras de diversas componendas. Nadie se explica qué lógica lleva a los andaluces -que lideran solo el porcentaje de paro- a mantenerse firmes sin intentar, al menos, otras propuestas de gobierno. ¿Clientelismo, como se conjetura, o rutina? Hay que hacer notar, para proceder a un análisis riguroso, la discordante afección de las zonas rurales respecto a las urbanas. Tinto y en botella.

Susana Díaz, aun comprendiendo su entusiasmo, no ganó las elecciones. El triunfo en esa comunidad, más allá del candidato, corresponde al PSOE. El señor Moreno Bonilla, a fuer de nuevo, hizo un buen trabajo y nadie puede reputarlo perdedor. Debe achacarse al PP tan adverso saldo. La presidenta en funciones hizo una campaña pobre, incolora, iracunda. Los medios nacionales pregonaron semejante contingencia. Su instrucción, quizás idoneidad, le hurgó otras muestras menos perversas. Rajoy puso enfrente un candidato sin marca que sorprendió en los sucesivos debates. Hizo lo que pudo pero era perdedor ya, desde la salida. Desacertada decisión, conociendo el escollo que representa superar allí al PSOE. Podemos cumplió sin más. Tiene un voto volátil que se concreta a viejos fanáticos, jóvenes ilusos e hipnotizados, anarquistas confusos y antisistema pintorescos. En su mejor caldo de cultivo, el producto ha sido bastante exiguo. Ciudadanos se constituye en el auténtico triunfador porque -además de los diputados obtenidos y al revés del resto- configura su suelo electoral. Padece un peligro latente: el caudillismo; una peculiaridad ajena a cualquier percepción peyorativa pero real, sin matices hoy por hoy. Izquierda Unida ha bebido la pócima de su mal calculado apoyo al PSOE y sus furtivos requiebros a Podemos.

Expreso ahora mis opiniones particulares. Pertenecen a un analista imparcial que separa siempre la persona del político que le acompaña. La señora Díaz carece de ascendiente para ser alternativa de un gobierno nacional pese, y por eso mismo, al bajo nivel adquirido por Zapatero y Rajoy. España precisa políticos de Estado con solvencia, flexibles, capaces de aunar voluntades. La vieja escuela atesora fracasos continuos. Requerimos cambios sustanciales, no retóricas huecas, engañosas. Ha llegado la hora del repuesto, de savia lozana. Pedro Sánchez pudiera ser buen gobernante si abandona ciertas poses, ya superadas, y algunos retazos sectarios. El dilema proviene del PP. Ni Cospedal, ni la vicepresidenta, ni aun Esperanza (muy por encima de las anteriores) merecen estimarse figuras para un futuro perentorio. A Núñez Feijóo le sobran diez años, sería el líder anacrónico del cuarteto. Si acaso, Pablo Casado. Vislumbro una época nueva donde los mencionados junto a Albert Rivera, si es capaz de aportar sólida estructura a sus buenas intenciones, y Alberto Garzón, si consigue una Izquierda Unida con mentalidad del siglo XXI, regirán los destinos de España. Avisto un bipartidismo abierto y sensato, enemigo de la trapacería y del arreglo.

Malo, malo...
Hoy, la información desdibuja mi oráculo. El PP, en Andalucía, favorecerá la investidura de Susana Díaz a cambio de que gobierne la fuerza más votada durante las próximas elecciones municipales y autonómicas. Malo, malo. Quieren alicortar las siglas emergentes; asimismo, seguir con los embrollos. De rebote, ceban a la bestia. Podemos únicamente triunfaría si PP, PSOE, Ciudadanos e Izquierda Unida fueran incapaces de democratizar la vida pública y satisfacer las ansias ciudadanas. Se autocalifica, aviesamente, de partido democrático pero su esencia es totalitaria. No quiere compartir. Tampoco soporta opiniones divergentes. Oculto tras una apariencia de liberalidad (puro histrionismo escénico), el dirigente manda; el resto obedece. Observen hechos, estilos e Historia de los totalitarismos clásicos y modernos.
Sí, la sociedad española se mueve por inercia. La corrupción se compensa con el tedio y el populismo demagógico con la adhesión irreflexiva, suicida. Mientras, la masa ignora los análisis -con probabilidad interesados- y se olvida burdamente de que el algodón no engaña.

 

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