Los populismos devoran a la socialdemocracia

Valentín González Formoso. / Mundiario
El Presidente de la Diputación de A Coruña, del PSOE.

No es posible que la principal señal de identidad sea la oposición a la derecha en lugar de la defensa de la política propia y menos todavía que se evite cualquier compromiso real en aras de discursos de mercadotecnia.

Los populismos devoran a la socialdemocracia

Se escribe habitualmente sobre la crisis de la socialdemocracia, no por reciente menos preocupante. Durante la última década y al ritmo de la crisis económica internacional, los partidos políticos encuadrados en la Internacional Socialista, en sus distintas acepciones, han sufrido electoralmente serios reveses. Su espacio ha sido colonizado en muchos casos por grupos que podemos englobar bajo la rúbrica de populistas,  definición  que cubre un espectro muy amplio, desde los nacionalistas xenófobos como Le Pen, hasta los grupos difusos como el Movimiento 5 Estrellas de Beppo Grillo, pasando por Podemos en España, las Mareas y otros grupos. En otras épocas el espacio socialdemócrata era disputado básicamente por los partidos comunistas o por los ecologistas, que también han sufrido fuertes retrocesos.

No es difícil de entender. La apelación a una política racional, basada en la redistribución de la riqueza a través de la fiscalidad y la igualdad de oportunidades a través de las reformas legales e institucionales, ha sido puesta en entredicho por la crisis y de forma especial por la globalización. La devaluación del factor trabajo y consecuentemente de los salarios, además de provocar niveles de paro sin precedentes ha quebrado la confianza de los asalariados en la eficacia de las políticas clásicas de la socialdemocracia. Su alineamiento irrestricto con las políticas de austeridad fiscal impuestas por la mayoría conservadora europea ha hecho el resto.  No en vano una de las mayores fortunas del mundo, Warren Buffet, ha proclamado que “la lucha de clases existe y la estamos ganando”, los más ricos de entre los ricos.

Está habiendo dos tipos de respuesta en los partidos socialistas: la asunción más o menos amplia de las estrategias conservadoras en política económica o el acercamiento a los nuevos populismos

Ante esa  situación está habiendo dos tipos de respuesta en los partidos socialistas. La asunción más o menos amplia de las estrategias conservadoras en política económica o el acercamiento a los nuevos populismos. Ejemplo de lo primero, el gobierno Hollande en Francia o la cohabitación con la CDU en Alemania. Ejemplo de lo segundo, Pedro Sánchez en España. Sólo en Portugal el socialismo ha sido capaz de imponer su propia agenda, con gran éxito a pesar de las dificultades de partida.

La renuncia tácita a abordar en profundidad los motivos de la crisis, a reorientar las políticas clásicas y a proponer una nueva alianza social, se ha sustituido por la asunción del lenguaje simplista y la apelación a las emociones. A costa de renunciar a la propia historia para abrazar los nuevos dogmas. No es posible que la principal señal de identidad sea la oposición a la derecha en lugar de la defensa de la política propia y menos todavía que se evite cualquier compromiso real en aras de discursos de mercadotecnia.

El PSOE gallego que añade a la crisis general la suya propia, bien enconada, dio este miércoles una muestra insuperable de la renuncia a liderar la alternativa. El Presidente de la Diputación coruñesa, socialista, presentaba una conferencia del Alcalde coruñés, de la Marea. Además de reconocer su admiración por su teórico rival, el acto consistió en el ataque y demolición de una de las principales actuaciones del gobierno socialista que tuvo la ciudad durante 28 años. Presentador y presentado vinieron a coincidir en la superación de la socialdemocracia por vía de hechos. La respuesta electoral, se hace previsible, uno fagocitará al otro.

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