Pedro Sánchez: señalado el hereje, solo queda aislarlo

Pedro Sánchez y Susana Díaz. / Pho.to
Pedro Sánchez y Susana Díaz. / Pho.to

Salvo el poder, nada une más a una organización que el enemigo común. Poco importa que la mayoría de los ahora reunidos hayan elegido antes a Sánchez, lo hayan respaldado en dos procesos electorales y en su intento de formar gobierno con los mimbres más difíciles.

Pedro Sánchez: señalado el hereje, solo queda aislarlo

Tiene razón la Iglesia Católica. No es posible entender España sin ese credo cuyos valores han sido asumidos incluso por las organizaciones laicas. El acto de proclamación de Susana Díaz como más que probable dirigente del socialismo español, es fruto de esa tradición.

Si acaso, se ha perdido la grandeza del mensaje, sustituido por la reafirmación constante de la propia identidad, de las esencias, en una especie de Credo. De hecho, lo fundamental del acto ha sido la liturgia. Congregando en Concilio a todos los obispos-dirigentes unidos por un silogismo tácito pero evidente: a) nosotros somos la verdad, b) estamos todos aquí, c) ergo, quien no está, no es. Así, Pedro Sánchez queda extramuros de la organización, excomulgado y por tanto sujeto a todas las críticas posibles. A diferencia de Patxi López, un hijo pródigo que, como en la parábola, volverá al redil luego de haber sembrado la división en el campo contrario. Incluso la única Presidenta autonómica que apoya a Sánchez, la de Baleares, ha sido alabada por su buen hacer, pues señalado el hereje, solo queda aislarlo.

Salvo el poder, nada une más a una organización que el enemigo común, como saben y practican los nacionalistas. El socialismo aparece unido porque ha decidido a quien  no quiere y ha elegido a la buena pastora que dirija la grey ahora unida. Poco importa que la mayoría de los ahora reunidos hayan elegido antes a Sánchez, lo hayan respaldado en dos procesos electorales y en su intento de formar gobierno con los mimbres más difíciles. Lo hubiesen respaldado de haber logrado la investidura. Fracasado, la venda cayó de los ojos de modo que unos y otros comenzaron a hacer balance de daños, con las elecciones autonómicas  y locales a la vista. No es extraño que hayan sido los presidentes autonómicos y los alcaldes quienes han iniciado el camino para proclamar a una de las suyas, la presidenta andaluza, como candidata común.

El discurso de la candidata no habló realmente de los problemas de los ciudadanos. No correspondía al momento ni al formato. Fue una especie de letanía salmodiada por la réplica de los fieles en forma de aplausos. No había razones, sino emociones, en la línea de la política y del marketing modernos. No es extraño que la llamada  posverdad comience a implantarse, es la evolución lógica del discurso emocional.

Si abandonamos la alegoría religiosa y entramos en el análisis político, hay menos que decir. Nada ha cambiado sobre expectativas de voto ni sobre la posición socialista en el inestable marco parlamentario. Nadie necesita más que el PSOE la continuidad de este gobierno, que le otorgue el tiempo necesario para la reconstrucción. De ahí que, discretamente, se busquen acuerdos con el Gobierno, más que con el PP. Pero se ha dado un paso de gigante hacia la recuperación electoral, pues al soldar internamente la organización, se cumple el primer prerrequisito para concurrir a la contienda electoral. Todo lo demás, propuestas, renovación de dirigentes, alianzas sociales, está por hacer. El megaconcilio madrileño habrá servido para reafirmarnos en la fe, comunicarlo urbi et orbi y recorrer con tranquilidad los pasos señalados.

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