En contra de la opinión general, es Sánchez quien debe tomar la iniciativa

Pedro Sánchez, secretario general del PSOE. / Facebook
Pedro Sánchez, secretario general del PSOE. / Facebook

La coyuntura actual exige que, frente al protocolo parlamentario, deba primar un criterio de praxis política, según explica este autor en un nuevo análisis para MUNDIARIO.

En contra de la opinión general, es Sánchez quien debe tomar la iniciativa

No solo se trata del más elemental protocolo parlamentario; también la lógica aparente induce a considerar que ha de ser Mariano Rajoy, como líder del Partido Popular, el hombre que procure formar gobierno en España. El problema es que el protocolo no se rige por pragmatismo, ni siquiera por realismo, sino sobre todo por apariencia y tradición.

La coyuntura política ha desnudado las prioridades del país. En estos momentos, solo queda una vigente: formar gobierno y sin tardar. Lo cual equivale a evitar a toda costa unas terceras elecciones. Por más declaraciones y manifestaciones de euforia que se hayan emitido desde el entorno conservador, una circunstancia se impone testaruda: la victoria del Partido Popular ha sido pírrica, es decir, coloca al triunfador en una posición de palpable debilidad.

Sánchez y la toma de decisiones

Ya puede prolongar las rondas de contactos todo lo que quiera el Sr. Rajoy; su incapacidad lo condiciona. O bien el PSOE accede a apoyarlo, en el formato que sea, o el PP tampoco podrá formar gobierno en esta ocasión. Por eso conviene recordar cómo se articula el proceso de toma de decisiones para percatarnos de que, una vez más, el Partido Socialista no está adoptando la mejor posición.

Denegar cualquier tipo de entente con el Partido Popular, insistir machaconamente en el rechazo de toda posibilidad de entendimiento, es un error. Hacer compatible la postura anterior con la afirmación vehemente de que no habrá terceros comicios, es ya un delirio o un intento de engaño masivo. Ambos postulados son incompatibles. Mantener ese equilibrio imposible conducirá a un previsible quiebro final con el objetivo de permitir un gobierno del PP. Con ello, se provocará el comprensible desencanto de un electorado al que se habrá estado confundiendo desde el cierre de los colegios electorales.

El proceso de toma de decisiones no se debe concebir a partir del análisis de una situación dada en un momento determinado, sino que se ha de vertebrar en lo que se denomina “árbol de decisiones”, es decir, un estudio de las distintas opciones disponibles y de las consecuencias progresivas que generará cada una de ellas a lo largo de las fases en las que se vayan desarrollando los acontecimientos.

Así pues, si el PSOE analiza esas decisiones posibles, identificará básicamente tres: la que parece haber emprendido, es decir, negar cualquier apoyo al PP hasta el momento final en el cual variará su postura con el fin de romper el actual bloqueo institucional; presentar al PP las condiciones que permitirían un apoyo condicionado del PSOE entendiendo que esas condiciones serían las que los militantes a su vez exigiesen; y una tercera que supondría la búsqueda de un gobierno alternativo a partir de un acuerdo con Ciudadanos y Podemos.

El despliegue del árbol de decisión les facilitará la decisión a tomar: si el PP está dispuesto a asumir el cambio de políticas que plantee el PSOE, éste apoyaría un gobierno popular que estaría de alguna forma monitorizado por los socialistas. Si el PP no admite las condiciones del PSOE, y Ciudadanos y Podemos asumen su convivencia en un ejecutivo tripartito, la decisión sería intentar la investidura con Sánchez como candidato. Y si ninguna de estas opciones resulta factible, tendríamos terceros comicios los cuales, en ningún caso, serían responsabilidad del Partido Socialista.

Un plan así concebido y así transmitido a sus electores, colocaría al PSOE en una posición solvente de la que hoy carece al tiempo que evitaría cualquier posible traición, o sentimiento de tal, hacia sus bases. Me temo que los tiros no irán por ahí.

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