Los nuevos, insólitos y desafortunados payasos de la tele

 Los Payasos de la Tele.
Los Payasos de la Tele.

Había una vez un circo, ¿recuerdas?, que alegraba siempre el corazón. Este otro circo político, territorial, ideolilógico, mediático y patológico al que llamamos España, se ha especializado en amargarnos la existencia. Si alguno de estos nuevos payasos se atreviese a gritar: ¿cómo están ustedes...? No me quiero ni imaginar lo que responderíamos, por una vez y sin que sirviese de precedente, a coro.

Los nuevos, insólitos y desafortunados payasos de la tele

Ante España, ante nuestra redundante y desesperante historia interminable de cainismos, de populismos, de maniqueísmos, de oportunismos, de Macartysmos, de independentismos, de centralismos, de terrorismos, de patriotismos, de intelectualismos, de sentimentalismos, de regionalismos, de fascismos, de marxismos, de anarquismos, de monarquismos, de republicanismos y todos los ismos que vienen y que van, que pasan y vuelven, como si una maldición bíblica hubiese decidido condenar este país a padecer un efecto boomerang clónico por los siglos de los siglos y las siglas de las siglas, resulta casi ya imposible escribir un relato inmunizado contra la intoxicación. Utilizo a propósito la descafeinada, manoseada y elocuente palabreja “relato”, como prueba evidente y de cargo contra una clase dirigente, un colectivo mediático, una ornada de papagayos ideológicos y una sociedad de toda edad, condición, sexo, tendencia política y origen geográfico que, como nuestros antepasados y, con toda probabilidad, nuestros descendientes, ha sido, es y será incapaz de escribir su historia, nuestra historia, tal cual, sin colorantes, sin conservantes, sin abominables mentiras de esas que acaban convirtiéndose en verdad, ni indiscutibles verdades de esas que, por artes de magia, a veces blanca, a veces negra, acaban convirtiéndose en mentiras.

Había una vez un circo...

Impotente, pues, para escribir sobre el 1-O, uno de los días más largos en este pedazo de Península Ibérica en el que prevalecen los fantasmas de los muertos sobre las fantasmadas de los vivos, perdona, Director, que no pueda evitar una evocación que puede herir la sensibilidad de los lectores: ¡Había una vez un circo! Hubo uno, hace una décadas, que alegraba siempre el corazón, ¿recuerdas? Pero este otro del que te hablo, que lleva siglos ofreciendo al respetable público equilibristas ideológicos, malabaristas parlamentarios y mediáticos, domadores de conciencias humanas, lanzadores de fuego por las bocas, paquidermos entrando en los Parlamentos como elefantes en las cacharrerías, funambulistas desafiando a las leyes de la gravedad con las miserables redes de la inmunidad y el cartel tácito de intocables, y explotados y explotables liliputienses mentales saltimbanquis, y potenciales fieras humanas en cautividad, y payasos, naturalmente, Arlequines, Polichinelas, Pierrots, con un frustrante denominador común a todos ellos: que no lograron hacer reír a nuestros tatarabuelos, ni a nuestros abuelos, ni a nuestros padres, ni a nosotros, ni a nuestros hijos, y todo parece indicar que tampoco a nuestros nietos y sus descendientes. Este otro, ya digo, lleva siglos encogiéndonos siempre el corazón.

¿Cómo están ustedes...?

Hemos pasado de aquellos fugaces payasos de la tele que hacían las delicias de los niños, ¡hola Don Pepito, hola Don José!, a estos otros pertinaces payasos de la tele, ¡hola Don Pedrito, hola Don Marianito, hola Don Pablito, hola Don Albert-tito, hola Don Rufianito, hola Don Oriolito, hola Don Carles-ito, hola Don Arturito!, que solo consiguen amargar la existencia de los adultos. Hubo un breve espacio de tiempo en el que unos payasos gritaban: ¿Cómo están ustedes...?, y resonaba en todos los hogares de España: ¡Bieeeeeeeen! Estos payasos de ahora ya no se atreven ni siquiera a preguntarlo, oye, porque saben perfectamente cuál sería la respuesta a coro, sin desconexiones territoriales, sin declaraciones unilaterales de independencia, en la más inédita e inaudita cohesión imaginables en este país imaginado: ¡hasta los huevos, tíos!

Menos policía y más “Cazafantasmas”

Estos día se hablará mucho, largo y tendido, de vencedores y vencidos, de las lágrimas de Piqué, de los tantos por ciento y los tontos por ciento que van a aflorar tras el simulacro de un Referéndum de cartón piedra, del dichoso balcón del Palau de la Generalitat, a ver si sale fumata blanca y la mitad de los catalanes pueden gritar: ¡habemus papam!, mientras la otra se resignará a susurrar las últimas estrofas de la canción de Serrat: “Se acabó, el sol nos dice que llegó el final, por un momento se olvidó que cada uno es cada cual . Vamos bajando la cuesta que, arriba, en mi calle, en mi barrio, en mi casa, se acabó la fiesta”. Y, bueno, se hablará también del acoso y derribo a Rajoy, y de Bruto Junqueras diseñando cómo y cuándo le clava el puñal al César, quizá otro pirómano Nerón, al que llaman Puigdemont (¡cuídese, Honorable, de los idus de octubre!). Y de ese juego de las siete y media en el que quizá los Mossos D´Escuadra se han quedado cortos y la Guardia Civil y la Policía Nacional se han pasado de frenada. Todo irrelevante, todo anecdótico, en un país en el que están en juego 47 millones de presentes y de futuros. Lo que realmente le falta al Sistema de Seguridad de este Estado al que seguimos llamando España, es un cuerpo de élite de “Cazafantasmas”, a ver si me entiendes, convenientemente entrenados para ahuyentar de una maldita vez a todos los espíritus del pasado, carlistas, isabelinos, monárquicos, republicanos, rojos, azules, ateos, católicos, marxistas, fascistas, centrífugos, centrípetos y todo tipo de fantasmagóricos zombis que se han instalado de okupas permanentes en la historia que estamos viviendo y la que todavía no hemos empezado a escribir.

Queridos u odiados fantasmas del pasado: ¡dejen ustedes de joder la marrana!, con perdón.

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