Ningún populismo comparte el poder, siempre socializa la desdicha

Zapatero y Rajoy. / RTVE
Zapatero y Rajoy. / RTVE

¿Qué seducción dejó Zapatero en un PSOE cuyo anhelo programático se reduce a eliminar al PP del panorama político? ¿Serán capaces de llevarnos así al Estado de Bienestar? 

 
 
Ningún populismo comparte el poder, siempre socializa la desdicha

¿Qué seducción dejó Zapatero en un PSOE cuyo anhelo programático se reduce a eliminar al PP del panorama político? ¿Serán capaces de llevarnos así al Estado de Bienestar? 

Alguien reivindica la personificación como inventiva literaria mitad caricatura, mitad alegoría. Prefiero entrever alegoría el paralelismo que pudiéramos apreciar entre España e individuo. Por desgracia, su salud está mermada ya por edad ya por desidia. Dicen que la enfermedad tiene un componente psico-somático. Atribuyendo al político el papel mental, queda para el pueblo el aspecto tosco, de sostén, corpóreo. Tal escenario (lesivo desde el punto de vista psíquico) se agrava cuando el componente somático queda a merced de una crisis febril cuyo origen presenta ardua concreción y cura. El cuerpo electoral manifiesta síntomas claros de fracturas preocupantes. ¿Qué sortilegio lleva a gente universitaria, y no tan joven, a sentir predilección por un partido radical? Todo vale a excepción de quienes proyectan una España ajena a nuestro entorno europeo. ¿Qué seducción dejó Zapatero en un PSOE cuyo anhelo programático se reduce a eliminar al PP del panorama político? ¿Serán capaces de llevarnos así al Estado de Bienestar? Los análisis electorales refuerzan el lamentable aspecto de un país que equidista del proselitismo y la humillación. Desconozco qué sutileza despliega el pecado cometido para que, entre tanto vicio e inmoralidad, seamos nosotros -pueblo llano- quienes cumplamos penitencia.

Carezco de interés por la clase política pero me inquieta el cuerpo electoral. Reconozco que educación se identifica con ausencia. Sin embargo, la cultura política alcanza cotas sorprendentes de penuria. Más aún en jóvenes inexpertos, incluso enaltecidos con títulos universitarios. Semejante panorama acre, viene padeciendo igualmente los claroscuros que propicia un adoctrinamiento ignominioso y perverso. A los medios, debates y tertulianos les cabe una responsabilidad considerable. Beber realidad nos hace firmes, prestos, invulnerables. Sofocar nuestra sed con quimeras demagógicas crea frustración, incivismo, violencia. Lo confirma la Historia. Ningún populismo, una vez alcanzado, comparte el poder; siempre socializa la desdicha. Además, persigue sin límite cualquier disidencia tras el biombo de práctica contrarrevolucionaria. Las democracias efectivas garantizan los derechos ciudadanos, partidos que normalizan la convivencia y el pluralismo. Otras, verbigracia la nuestra, están repletas de lagunas. Basta con mejorarlas, adecentarlas; no sustituirlas por un castillo de naipes.

Finalizado el escrutinio, apreciamos errores, optimismo y trastorno. Las siglas se reparten, en proporciones parejas, dislate y optimismo. Al pueblo le cabe el desliz de protagonizar tanta precipitación que le acerca sin remedio a la singularidad. ¿Cómo puede diseñarse un escenario tan venenoso? Podemos, y otros que deseaban confundirse con el paisa(je)naje, planificaron su estrategia a golpe de encuesta. Por ello, y pretendiendo posicionarse bien en el otero, presentó candidatura solo a las elecciones autonómicas. Craso despropósito incorporarse a las municipales como marca blanca. Recreó el espíritu antisistema, ácrata, levantisco; en fin, un órdago a la credibilidad. No puede uno ubicarse en dos espacios contradictorios. PP dice haber ganado y el PSOE, en su descalabro, ríe como llora Chavela.

Vencida la jornada electoral, contabilizados los votos ciudadanos, se realizan opiniones variopintas; unas sectarias, hiperbólicas las más. El Partido Popular sufre un descalabro notable, menor del que le hacen acreedor sus méritos. Ciertos complejos, que no sabe vencer, le mueven a realizar políticas contra sus propios votantes. La izquierda tiene inmerecida fama de priorizar, en sus gobiernos, avances sociales. Digo inmerecida porque el objetivo no es el ciudadano sino proteger su granero de votos. La orfandad táctica emana del PP porque castiga a las clases medias, su veta natural. Con todo, el votante ha favorecido al PP pese a estos lamentables resultados.

Las urnas han puesto en la picota fundamentalmente a PSOE y Podemos. Ambos, hoy por hoy, conforman unos vasos comunicantes sin equilibrio gravitatorio. No así Ciudadanos y PP. Dos millones y medio de votantes populares se han quedado en vigilia, guardando armas. El próximo sufragio votarán PP o abstención; a lo sumo Ciudadanos ante una actitud cegata, terca. Un caso único. El PSOE, sin dudarlo, con inercia zapateril, va a pactar con Podemos. Si no fenece en el trance, presupuesto muy probable, quedará como partido bisagra e incluso testimonial. Dar un paso lateral hacia la izquierda, teñirse de radicalismo, supone dejar libre un espacio moderado, atractivo, que otra sigla pudiera ocupar de forma definitiva. Depende del futuro Congreso y de la financiación que determinen concederle. Si tuviera las finanzas en mi mano, un partido sin prejuicios históricos -UpyD- sería la imprescindible socialdemocracia española. Podemos, unido al PSOE, se convierte en casta o copartícipe por mucha retórica que dedique a disimularlo. Grupos antisistema, viejos marxistas románticos y jóvenes frustrados (todos abstencionistas tradicionales) despertarán. Les explotará en sus narices aquel sueño novelesco, iluso, que la seducción ha ido excitando. Podemos carecería de solvencia para ocupar el hueco moderado que abandona neciamente el PSOE.  

Ciudadanos sustituiría al PP si este siguiera obstinado en castigar a las clases medias. IU -otro partido ileso de las pasadas elecciones-, perdida su franja ideológica, debe realizar un tránsito claro hacia la moderación, adaptarse a la socialdemocracia y ser ¿por qué no? otro candidato a recoger los restos del náufrago PSOE. En definitiva, si la tozudez continuase haciendo mella, Ciudadanos e IU-UPyD serían los partidos vertebrales, mientras que aquellos -disminuidos, enanos- quedarían reducidos a partidos bisagra. He aquí el cambio futuro o futurible. Podemos, a medio plazo, se convertiría (una vez desentrañada hasta la piel con que se recubren) en partido residual hacia su extinción. Aunque parezca un análisis calenturiento, improbable, piensen. De momento, y en meses, con un cambio radical, serio, riguroso, el PP puede alcanzar una mayoría holgada si no absoluta. Caso contrario, Ciudadanos emprenderá un rápido ascenso hacia el estrellato.

Los electores, harto confundidos, castigaron -sobre todo- el empobrecimiento de las clases medias y la corrupción abusiva. Destacar como algo relevante, tranquilizador, que los partidos soberanistas desaparecen de la vida nacional. Enhorabuena a España, Cataluña y País Vasco.

 
 

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