La corrupción y la crisis política catalana: un denominador común

Cataluña, una comunidad autónoma dividida.
Cataluña, una comunidad autónoma dividida.

La mentira es un recurso que está legitimado en cualquier estrategia defensiva de las personas imputadas en un proceso penal pero no debería ser admitido en el desempeño de la actividad política.

La corrupción y la crisis política catalana: un denominador común

La crisis catalana y los abundantes casos de corrupción acontecidos en los últimos años constituyen dos de los problemas más relevantes presentes en el sistema político español. Aunque poseen una naturaleza diferente en cuanto a su explicación causal puede constatarse alguna semejanza significativa.Ciertamente, la lógica aplicada por el PP presenta un denominador común indiscutible: hacer todo lo posible para trasladar al territorio judicial la eventual resolución de semejantes conflictos.

En el tratamiento de la corrupción, Mariano Rajoy y los demás dirigentes de Génova han colocado el foco, desde el inicio, en los tribunales de justicia. Todos los casos en los que se han registrado conductas gravemente atentatorias a los valores que deben presidir el funcionamento de un régimen democrático se han sustraído, de facto, a la investigación y debate en sede parlamentaria y sólo se han aceptado las responsabilidades políticas cuando se ha establecido, en el pertinente procedimiento judicial, la eventual comisión de tal o cual delito.Como es sabido, la mentira es un recurso que está legitimado en cualquier estrategia defensiva por parte de las personas imputadas en un proceso penal pero no debería ser admitido -por carecer de la mínima solvencia ética- en el desempeño de la actividad política.

En el conflicto catalán Rajoy ha renunciado a cualquier planteamiento político proactivo. Se ha limitado a esperar y ver cómo, progresivamente, iba adquiriendo un mayor peso específico el factor judicial. En dos dimensiones: estableciendo una novedosa y pintoresca capacidad sancionadora del Tribunal Constitucional y promoviendo una beligerante actitud de la Fiscalía General del Estado contra diversos dirigentes independentistas. En la Moncloa creyeron durante varios años en la teoría del suflé (el movimiento reivindicativo que se vivía en Cataluña se reduciría con el paso del tiempo) y, más tarde, se encomendaron a un rígido positivismo jurídico:sólo se puede ofrecer lo que está en la ley (interpretada, además, en el sentido restrictivo marcado por el Constitucional) y de lo demás no se puede hablar. Las lentejas eran el menú permanente que se prescribía desde las cocinas del poder administradas por el PP.

Al final, Mariano Rajoy se ha refugiado en un burladero jurídico (el artículo 155 de la Constitución) para adoptar las decisiones de mayor calado político en este asunto: destitución del gobierno de la Generalitat y disolución del Parlament para convocar elecciones anticipadas. Lo hizo a pesar de haber rechazado, en semanas anteriores, la petición insistente de un Albert Rivera ansioso de captar el voto españolista más integrista. Cuando se carece de una hoja de ruta propositiva en un problema de esta envergadura te puede ganar por la mano tu competidor electoral más próximo. El suflé tiene estas cosas. @mundiario

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