La crisis española desata infinidad de preguntas sobre la pasividad de los ciudadanos

Bandera de España.
Bandera de España.
España amanece con portadas y primeras páginas que anuncian que nos roban, que nos mienten, que nos manipulan, que nos espían, que nos recortan, y la sensación es simplemente de impotencia.
La crisis española desata infinidad de preguntas sobre la pasividad de los ciudadanos

Dicen que para educar a un niño no valen las charlas ni las explicaciones largas, por mucho sentido que intentes darle a tu argumento procurando hacerle ver la diferencia entre lo que está bien de lo que está mal, es una malísima opción, se trata de ejecutar de forma rápida la corrección, sin necesidad de gritos o malas formas, todo dentro de una clarísima acción/reacción. Si algo está mal se actúa de forma inmediata, se corrige y cuantas menos explicaciones mejor, porque según los expertos las palabras en este caso, como en muchos otros, se las lleva el viento.

Creo en la comunicación, y en la libertad de expresión, pero no en todos los medios, por lo menos no en algunos, porque lo único que están haciendo es saturarnos, al final no nos creemos nada, todo se afirma y se niega dependiendo del color de la tinta de quien escriba. De hecho, ante determinadas publicaciones sobre casos donde deberíamos de revolucionarnos, por la gravedad que encierran, de pronto lo único que se palpa es una sensación de anestesia general, una historia de corrupción contada por fascículos para ganar dinero, donde todo lo que sucede parece que ocurre en un universo paralelo, dentro de una película a la que no debemos de pertenecer o a la que pertenecen unos pocos, los que pretenden día a día que despertemos de una vez. Espero que lo consigan, aunque es difícil cuando ves que algunos pretenden a toda costa justificar lo injustificable, donde siempre se encuentra el argumento manipulado para desviar la atención sobre otros, y a los de ahora no les salpique demasiado su propia basura, la que al final del día comparten con llamadas de agradecimiento, y posterior garantía de continuar manteniéndolos en su puesto asignado muy probablemente a dedo.

Sensación de impotencia

España amanece con portadas y primeras páginas que anuncian que nos roban, que nos mienten, que nos manipulan, que nos espían, que nos recortan, y la sensación es simplemente de impotencia.

El futuro que nos pintan es mentira, maquillan las circunstancias que les interesan, repeinan las afirmaciones que antes eran proyectos de programa electoral, y se quedan todos atrapados en beneficio de unos cuantos dentro de los rulos de quien no quiere despeinarse la barba.

¿Un país dividido?

¿Dónde están los españoles?  ¿Estamos tan divididos que ya no creemos en que la unión hace la fuerza? ¿En que se resume nuestra identidad? Somos los que matan toros, los que lloramos amargamente en un paso de Semana Santa, los que gritamos el triunfo de los que meten los mejores goles a la hacienda pública, los del botellón con video callejero, y un tiro porque me toca, y los que tenemos memoria histórica cuando no implica remover el pasado que algunos quieren enterrar en cualquier cuneta y a cualquier precio. Los de monarquías de moda y revista del corazón para ver el nuevo look de una princesa roja que nos acerca al pueblo la idea de que la cenicienta era un cuento posible, aunque el reino apeste a fraude. Los que dejamos escapar a nuestros mejores cerebros, los que permitimos que los que más tienen continúen robando para tener más, los que nos rasgamos las vestiduras cuando conocemos las injusticias que cometen otros, y participamos alegremente de las nuestras, como si fuera el castigo que merecemos por como dicen los más listos, vivir por encima de nuestras posibilidades. Donde los que aman a España y la llevan en el corazón a fuego, lo único que han cambiado es el águila por una gaviota, y ya se sabe que las gaviotas se alimentan de presas vivas o van directamente a la basura,  ¿Tenemos realmente lo que nos merecemos?

Donde solo los que lo han perdido todo se unen para hacerse escuchar en un país donde en vez de sentir vergüenza de quienes los han llevado a esa situación sienten vergüenza por el ruido que hacen. En nuestro país el pobre ha de protestar en silencio, dentro de la resignación más apolillada, crucifijo en mano y rogando a Dios que alguien le aporte la caridad necesaria para sobrevivir malamente. Y cuando la desesperación te inflama las venas, y alguien revienta un contenedor porque en su casa no tienen ni para comer y ves con 19 años como tus padres están a punto del suicidio, a esos los relacionamos con los terroristas. Y son los que sentados o desde su púlpito se ofenden y escandalizan, todos esos sabios que se sacan el Estado de Derecho cuando les sale del forro, pero no se preocupan de solucionar todo lo que provoca llegar a todas las situaciones límite que estamos sufriendo. Tertulianos demócratas y resabiados que hablan de democracia y derechos sociales y no tienen ni puñetera idea de lo que es pertenecer a un país donde no existes, defensores de una democracia que tira a la derecha más oscura donde la historia nos hará recordar que tuvimos algo más que hacer que leer, y cerrar el periódico.

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