El integrismo de alguna izquierda aflora ante la crisis de Venezuela

Soldados del Ejército de Venezuela. / Twitter.
Soldados del Ejército de Venezuela. / Twitter

Las primeras críticas abiertas al turismo masivo y la crisis venezolana, caldo de cultivo para que los grupos más radicales del orbe político español hayan dado la enésima muestra de espíritu intolerante y antidemocrático.

El integrismo de alguna izquierda aflora ante la crisis de Venezuela

Nada mejora más la convivencia que la previsibilidad. La mejor democracia suele ser la más aburrida, donde los conflictos se dirimen en las instancias adecuadas eliminando los sobresaltos y reduciendo las incertidumbres. Que el Gobierno a siete semanas del posible referéndum secesionista, inicie sus vacaciones, es un mensaje magnífico de serenidad. De golpe, el foco informativo fijado sobre Cataluña desde hace meses, se ha desplazado a la crónica mundana del verano. En medio, dos acontecimientos bien distintos, de un lado las primeras críticas abiertas al turismo masivo, de otro la crisis venezolana, han servido de caldo de cultivo para que los grupos más radicales del orbe político español hayan dado la enésima muestra de espíritu intolerante y antidemocrático.           

Las primeras críticas a la masificación turística han surgido en las ciudades. Mientras el fenómeno estuvo contenido en los destinos de sol y playa, los estragos provocados en el tejido urbano eran compensados por las rentas generadas. La aparición de un nuevo actor, el propietario de viviendas ahora destinadas al alquiler temporal, potenciado por las plataformas colaborativas, ha alterado en breve tiempo el juego de oferta y demanda en los cascos urbanos. Lo que antes era noticia en Venecia, Roma o París, ahora ocurre en Barcelona, Santiago o Palma.

Al calor de las primeras quejas, los grupos radicales han emprendido acciones puntuales magnificadas por la prensa. De rebote han comprometido a quienes como la Alcaldesa de Barcelona, pretendían nadar y guardar la ropa al tiempo. Como siempre, esas protestas se han hecho al margen de las instituciones que pueden abordar el problema y ordenarlo, básicamente los municipios y las Comunidades Autónomas.

Las declaraciones de algunos de los grupos han acentuado su histrionismo, tan alejado como indiferente hacia las soluciones (que son urbanísticas, fiscales, de promoción). Lo que no cabe es quejarse por morir de éxito, pues medio siglo de promoción turística española, en favor de la demanda y con menos énfasis en la oferta, nos ha deparado la paradoja de una industria muy potente pero con efectos secundarios ya visibles. Nada que no se pueda ordenar y sobran ejemplos aplicables.

Lo llamativo es que esos mismos grupos, junto con otros como Podemos, Anova, Izquierda Unida, etc, están haciendo proclamas de apoyo al régimen venezolano, que día a día se desplaza hacia una democracia autoritaria, de momento censurando las instituciones. Que ahora haya descubierto las virtudes de algo típicamente franquista, como la democracia orgánica, estamental, ha servido para que todos los grupos citados se envuelvan en la bandera de aquel país, presentado como modelo político. Una sorprendente interpretación que pone en cuestión el interés del PSOE por coincidir con esos grupos.

A la izquierda europea, durante la Guerra Fría, le costó décadas aceptar que el régimen soviético con su represión masiva, su Gulag y su fracaso económico, no era un modelo aceptable

Considerar un éxito lo que, desde fuera, semeja un fracaso increíble en un país tan rico, es difícil de explicar. Echar la culpa de las protestas a quienes son arrojados de las instituciones democráticas, es un dislate. A la izquierda europea, durante la Guerra Fría, le costó décadas aceptar que el régimen soviético con su represión masiva, su Gulag y su fracaso económico, no era un modelo aceptable.

Para un sector de la nueva izquierda española, la situación se repite. Algo muy grave porque la democracia venezolana fue muy generosa con el exilio español primero y con la emigración económica después.

Sería grave que ese pensamiento integrista impidiese o dificultase que en esta coyuntura que fuerza a muchos venezolanos a marchar de su país, por motivos políticos o económicos, faltase en España el respaldo a medidas de acogida e integración con quienes estamos en deuda histórica.

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