Histórica desafección del Gobierno catalán con el Estado

Palacio de la Generalitat de Cataluña.
Palacio de la Generalitat de Cataluña.

Se dice que es por el Rey. Pero la historia nos enseña otras lecciones. Con el objetivo indesmayable de la independencia, el nacionalismo trata de romper puentes y lazos con el Estado del que forma parte, en lo fundamental y en lo accesorio.

Histórica desafección del Gobierno catalán con el Estado

El Gobierno catalán, a través de sus aliados y organizaciones subvencionadas, ha orquestado un espectáculo de mofa y escarnio en las personas que dirigen las primeras instituciones del Estado. Han querido, se dice, personalizarlo en el Jefe del Estado y en el Presidente del Gobierno, pero allí estaban desde la Presidenta de las Cortes hasta los dirigentes de los partidos políticos españoles pasando por los presidentes de las comunidades autónomas, es decir, una representación del Estado en su plenitud. No son hechos nuevos y parecen conformar una actitud rupturista hasta en las formas que ya manifestaba el anterior presidente de la comunidad catalana, el señor Mas y que su sucesor refuerza aunque ante los medios rebaje su importancia En el coro, la Alcaldesa de Barcelona impulsora inicial del desplante y luego ambigua contemporizadora. Si, para desgracia de la convivencia civilizada, en los estadios de fútbol parece que todas las expresiones verbales forman parte del espectáculo, en la calle no debería de ser así, pues se alienta la ruptura social. Es el caldo de cultivo del totalitarismo, del que el nacionalismo a veces no es sino una variante.

Se dice que es por el Rey. Pero la historia nos enseña otras lecciones. En mayo de 1937 tuvo lugar en Barcelona una revolución en la que el Gobierno catalán, que pugnaba en todo momento contra el Gobierno central con las consecuencias en la dirección de la guerra ya conocidas, se enfrentó con armas a la FAI-CNT en las calles. Azaña, en ese momento Presidente de la República,  se encontraba en Pedralbes, donde fue atacado por los sublevados e ignorado por la Generalitat. En sus “Memorias de guerra”, Azaña detalla los hechos así como las consecuencias posteriores. Tiene especial interés la conversación con Pi y Sunyer que relata poco después, en la que se resumen los agravios de unos y otros. Se evidencia que la Generalitat, como había hecho el Gobierno vasco, tenían agenda propia bien diferente a la de la II República. La derrota era inevitable.

Tarradellas o Pujol fueron más prudentes pues debían iniciar la reconstrucción del poder catalán. Cuando éste ha alcanzado ya el techo máximo posible dentro del Estado, trata de superarlo mediante la ruptura

Ocho décadas más tarde el nacionalismo no ha cambiado. Con el objetivo indesmayable de la independencia, trata de romper puentes y lazos con el Estado del que forma parte, en lo fundamental y en lo accesorio. Ya sea la lengua, el orden público, el callejero o la cultura, la consigna es alejarse. Tarradellas o Pujol fueron más prudentes pues debían iniciar la reconstrucción del poder catalán. Cuando éste ha alcanzado ya el techo máximo posible dentro del Estado, trata de superarlo mediante la ruptura.

La flema con la que las autoridades, en especial las dos primeras, han soportado el insulto, es importante. Ciertamente, “va incluida en el sueldo”, que dicen los castizos. Pero tiene una lectura de serenidad y aplomo frente a la masa que, como Canetti analizó en “Masa y poder” es dirigible y manipulable. Si atendemos a los miles de comentarios que las noticias del hecho generaron en las webs de los principales periódicos, incluidos los de Barcelona, los ciudadanos se han sentido mayoritariamente disgustados o incómodos. Una manifestación de duelo por los asesinatos terroristas, transformada en un ensayo de la próxima Diada y en la expresión más clara de la ruptura política.

Si creíamos que el 11 de setiembre se iniciaba la campaña para el referéndum ilegal de octubre, ayer descubrimos que ya está lanzada y que será virulenta. No habrá espacio para los indecisos, tibios o indiferentes. La masa inicia el acoso.

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