Constantino sacó del país el tesoro real y lo vendió en Londres por 14,2 millones de euros

El rey Constantino de Grecia, hermano de Sofía y casado con Ana-María, hermana pequeña de la reina Margarita de Dinamarca.
El rey Constantino de Grecia, hermano de Sofía y casado con Ana-María, hermana pequeña de la reina Margarita de Dinamarca.

50 aniversario de la muerte del rey Pablo: en la vuelta de los Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg a Tatoi, los griegos no olvidan el expolio de la familia.

Constantino sacó del país el tesoro real y lo vendió en Londres por 14,2 millones de euros

El regreso de la ex familia real griega a Tatoi, para conmemorar el 50 aniversario de la muerte del rey Pablo, ha reabierto el rechazo que el pueblo griego dispensa a la familia Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg, de estirpe danesa y alemana, impuesta como reyes en un país ajeno por las potencias europeas en una de las más convulsas fases de nuestro pasado reciente.

Pero es que la historia no hay por dónde cogerla. En enero de 2007, a casa de subastas londinense Christie's informaba de que la venta de bienes de la familia del ex rey Constantino Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg, había recaudado 14,2 millones de euros (18,5 millones de dólares.) por pignoración de los bienes traídos de Tatoi, donde acaba de tener lugar la reunión familiar. Constantino, exiliado en Londres a raíz del golpe militar perpetrado en su país en 1967,  sacó la colección de joyas y obras de arte de Grecia en 1991.  En su mayoría piezas de plata y objetos del famoso orfebre ruso Carl Gustavovich Fabergé, junto a muebles, obras de arte, jade, porcelana china y pinturas.

La puja se celebró, pese a que el ministro griego de Cultura, Georgos Vulgarakis, enviara una citación de acuerdo extrajudicial a Christie's para detener la subasta. Vulgarakis solicitó información a los subastadores sobre el origen y la legalidad de la adquisición de los 850 lotes. En declaraciones a una televisión griega, el ministro advirtió "si alguien compra algo que se demuestra que es ilegal, el Estado (heleno) actuará contra Christie's y el comprador". Pero el asunto no se paró.

Los artículos de la colección procedían en su mayoría de Tatoi, palacio favorito de Constantino, a unos 25 kilómetros de Atenas. El exiliado rey, que reinó entre 1964 y 1973, pudo sacar la colección de Tatoi en 1991, cuando el Gobierno de Atenas le permitió el traslado de objetos de la realeza fuera del país, pese a las disputas legales entre ambas partes debido a que el rey no había pagado los elevados impuestos de sus propiedades al erario griego. Constantino no recuperó todas las propiedades que le fueron expropiadas por el gobierno de Papandreou, pero a fines de 2000 la Corte Europea de Derechos Humanos falló a su favor y el gobierno socialista de Costas Simitis optó por acabar con el litigio y pagar los 1.000 millones de euros (igual cifra en dólares en aquel momento) a que obligaba la sentencia

El rechazo de los griegos por Constantino alcanza a toda la familia. El ser consorte del Rey de España modera la repudia a Sofía Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg. La monarquía fue abolida en Grecia con un referéndum en 1974, tras una dictadura militar que duró siete años. Al ex jefe de Estado le pesa como una losa la colaboración que mostró con la dictadura de los coroneles durante sus primeros nueve meses antes de exiliarse, con 24 años, en Londres. Estuvo años sin poder pisar su país, y el gobierno socialista de Andreas Papandreou se negó a renovarle el pasaporte.

La reina de España suele ser reciba por la prensa griega con comentarios como éste: llega “la hermana de Constantino-Constantino’’. El rey destronado obtuvo un pasaporte danés, la nacionalidad de su esposa. Durante años había pedido un pasaporte griego. ’’Soy griego’’, decía. ’’¿Cuál es su apellido?’’, le preguntaban las autoridades de Atenas. ’’Soy Constantino de Grecia y eso es todo’’, respondí. En su documento danés figura como ’’Constantino Degrezia’’, una forma de salirse con la suya.

Son conocidas las suspicacias de las autoridades griegas con relación al tratamiento y privilegios de Estado (incluidos sus veraneos a nuestra costa durante años) de que sigue disfrutando en sus visitas y estancias a España el ex rey Constantino. En este sentido, las autoridades griegos, que siempre han tratado con distante respeto a Sofía, han advertido que el tratamiento que se le dispensa en su visita a Grecia corresponde a la esposa del jefe de Estado de un país amigo, pero en modo alguno porque el Estado griego le reconozca, en el fuero personal, privilegio alguno fuera del que otorgaría, como ciudadana de origen griego, a cualquier otro ciudadano de este país.

 Parece claro que conviene diferenciar entre las relaciones privadas y particulares de las Casas Reales –reinantes o depuestas- entre sí, en el ámbito doméstico, en que unos y otros se tratan y se llaman entre sí “primos” (costumbre que extendió la reina Victoria de Inglaterra) y el hecho de que esas relaciones puedan trascender al ámbito público. El embajador Chávarri de Rivero recordaba, en este sentido, que el Estado español es riguroso –y lo ha sido siempre- por lo que se refiere a aplicar la llamada “Doctrina Estada”, en cuando al reconocimiento de estados, no de regímenes, y en este sentido, se aplica el respeto más absoluto a la soberanía nacional de todos los pueblos. Dicho de otro modo, que si Constantino de Grecia y Simeón de Bulgaria no son reyes en sus países de origen, aquí no se les pueden otorgar, honores, tratamiento ni privilegios como si lo fueran.

Y está la delicada cuestión del apelativo dinástico “de Grecia”. Si el gobierno del pueblo soberano griego no permite su uso al ex rey, obviamente alcanza al resto de la familia. Sería bueno que Felipe Borbón dejara de usar el impropio apellido “de Grecia” y use el que propiamente le corresponde como a su tío, el ciudadano Constantino Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg.

El ex embajador y jefe de Protocolo del Estado, Chávarri de Rivero, me contó que era un asunto delicado y que España, por respeto al pueblo griego, debería asumir con naturalidad un hecho histórico que nos afecta.

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