El Estado de las Autonomías es un modelo agotado difícil de recomponer

Ejemplar de la Constitución de España.
Ejemplar de la Constitución de España.

El Estado de las Autonomías nació con deficiencias, se desarrolló por concesiones a cambio de apoyos pero negando transferencias establecidas, y hoy en día es un enfermo crónico sin solución.

El Estado de las Autonomías es un modelo agotado difícil de recomponer

En el descalabro hubo muchos componentes. Por un lado el Estado fue dando concesiones a cambio de apoyos para el Gobierno central cuando estos fueron necesarios para alcanzar la mayoría parlamentaría, principalmente al PNV en el País Vasco y a CiU en Cataluña, que también recibieron el apoyo del PP o del PSOE para poder gobernar, y que por otro que se miró para otro lado cuando dichas autonomías radicalizaron la aplicación de sus leyes, especialmente en el tema de la enseñanza.

Otro importante componente distorsionador fue la lengua, tomada como hecho diferencial e identificador. Mucho menos en Galicia porque el gallego es un idioma que con ligeras variaciones se habla por millones de personas en varios continentes aún a pesar de que hubiese fracasado el intento del académico Escurís para realizar ligeras modificaciones del Diccionario que permitiesen acercar el gallego al portugués, y al menos se entiende en toda España sin que se utilice para sentirse diferentes. Sin embargo tanto en el País Vasco como en Cataluña, cuyo idioma solo se habla en su territorio salvo excepciones individuales, han utilizado la lengua como hecho diferencial y como seña de identidad. Lo que no es un inconveniente en muchos paises donde se hablan varios idiomas oficiales además de dialectos (en China hay 8 lenguas con cientos de dialectos aunque hay una para entenderse todos, y en Suiza hay tres idiomas oficiales y varios dialectos), en España parece que solo es un medio de enfrentamiento.

La triste conclusión es que hemos ido evolucionando a un reino de taifas donde nadie está contento, ni las comunidades históricas que ya gozan de muchos privilegios pero que no han logrado el llamado hecho diferencial, que viene a ser algo así como ser diferentes y más que las demás en cuanto a nivel de autonomía, ni tampoco las que carecían de historia y tienen menos de un millón de habitantes en pequeños territorios o dos en territorios muy extensos. Ni las que son contribuyentes netos ni las que reciben solidaridad. Ni las que tiene un déficit disparado y arbitrario ni las que lo tienen controlado. Todo se reduce a una lucha de egos alimentados por nacionalismos o regionalismos encargados de rebuscar agravios comparativos, y mucho victimismo que solo busca despertar un sentimiento de ser diferente para así mantener y aumentar el poder local que se ha ido desarrollando por los caciques de la era moderna, esa pléyade de políticos en instituciones cuya burbuja no quieren pinchar.

El sentimiento de solidaridad está bajo cero y la asimetría es total en el déficit de las comunidades, los gastos, los sueldos oficiales y en todo, con diferencias de dos, tres, y hasta cuatro veces más en un sitio que en otro. España carece de un sentimiento nacional porque los gobiernos centrales lo han ido haciendo pequeño. Es probablemente el único país del mundo donde airear la bandera nacional puede ser peligroso.

Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que el Estado de la Autonomías está fracasado. Esto significa que habrá que recomponerlo, pero no con parches, con nuevos criterios. No sabemos si con un nuevo Estado autonómico, simétrico o asimétrico, federal o central, pero si sabemos que ningún partido puede arreglar esto sumando votos. Hace falta un consenso similar al del 77, con unanimidad o como máximo con alguna abstención, pero elaborado por todos y aprobado en todas las comunidades, una verdadera reforma constitucional con un sí abrumador. Tampoco se trata de inventar ahora la pólvora, basta mirar lo que hay, los ejemplos vivos, los que funcionan y son adaptables a nuestro carácter. Solo falta reunir los mejores estadistas de cada partido y a trabajar. Ya sabemos que no los hay pero tampoco hay otras muchas cosas y se aprende con el uso.

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