Si vuelven los bárbaros que sean, por lo menos, los de Roma

Pueblos germanos.
Pueblos germanos.

Cuando se cotejan los salarios que les esperan a algunos se comprende por qué tantos sujetos sin pasado activo en oficio o función tienen esa vocación acusada de servicio.

Si vuelven los bárbaros que sean, por lo menos, los de Roma

Cuando se cotejan los salarios que les esperan a algunos se comprende por qué tantos sujetos sin pasado activo en oficio o función tienen esa vocación acusada de servicio.

Hay un célebre poema de Constantino Cavafis, titulado “Esperando a los bárbaros” que, a mi entender, refleja lo que sucede en la España de nuestros días, especialmente en no pocos ayuntamientos. Pero debo añadir que como ciudadano siento el sabor amargo de la doble confusión de no gustarme, en general, el pasado resultado electoral ni las otras alternativas. Por lo que, al final, nos quedaremos con el principio del mal menor.

Dice Cavafis: “¿Qué esperamos congregados en el foro?/ Es a los bárbaros que hoy llegan/ ¿Por qué esta inacción en el Senado? / ¿Por qué están ahí sentados sin legislar los Senadores?/ Porque hoy llegarán los bárbaros./¿Qué leyes van a hacer los senadores?/ Ya legislarán, cuando lleguen, los bárbaros”.

Porque quienes tenían que haberse comportado de otro modo desde el poder, y me refiero a los dos grandes partidos dinásticos, PP y PSOE, minados por la corrupción que, no olvidemos, empieza con Felipe González y se perfecciona con el tiempo en todas las instituciones; quienes, digo, deberían  haber dejado de meter la mano o de mirar hacia otro lado cuando los suyos o los otros la metían, son como esos senadores romanos que ahora esperan a los bárbaros porque no hicieron a tiempo lo que deberían hacer.

Pero al contrario de aquellos bárbaros que acabaron romanizados y asumieron los propios valores y modos de vida de Roma, los que se otean en el horizonte prometen sentar las bases de un nuevo orden que no deje piedra sobre piedra. Así, la célebre jurisconsulta Ana Colao va a establecer, desde su criterio, un nuevo concepto de lo que es o no justo, a la hora de determinar cuándo será preceptivo y cuándo no cumplir las leyes. De este modo, el orden jurídico descansará sobre lo que piense en cada caso esta agitadora social, cuyo bagaje no parece alcanzar el mínimo de los mínimos que se supone requiere dirigir una de las grandes ciudades de Europa. Cada vez que abre la boca y anuncia las medidas que va a aplicar uno pasa del asombro a la perplejidad y de ésta al pavor.

No son menores, aunque más matizadas y construidas formalmente, las medidas que anuncia para Madrid la señora Carmena. Alcanza el concejo desde una conducta no precisamente ejemplar con respecto a los asalariados de la empresa de su cónyuge y las habilidades para dejar fuera de su alcance el patrimonio con que responder de las deudas con aquéllos. Pero con todo, el repaso de lo que esta señora ha dicho sobre el trato que merecen los criminales de ETA y su equidistancia con las víctimas es más que suficiente como para que no nos fiemos. Además, ella llega de la mano de un partido o lo que sea, Podemos, cuyo líder se ha cansado de decir que, dado que ETA ya no asesina y que las encuestas reflejan que los españoles han dejado de considerarla un problema, los presos deben salir de la cárcel en alegre tropel. Esta señora tiene revolucionarias ideas en el orden penal por ejemplo sobre cómo tratar a los porteadores de droga que llegan a Barajas que revolucionarán las herramientas del Estado para reprimir este fenómeno.

Pero lo más peculiar de su programa, con respecto a la deuda pública municipal del Ayuntamiento de Madrid, es que no duda el traspasarla al conjunto de los españoles que contribuimos, ya que pretende renegociarla y obtener quitas, lo que estaría muy bien si no fuera porque esa deuda reposa esencialmente sobre el propio Tesoro.

Y aparte de estas anécdotas, por lo demás, lo que ocurre en nuestros días, recuerda aquello que vaticinó Duverger: “Los partidos políticos son meras estructuras para alcanzar el poder. En el proceso electoral el poder es el botín y el botín se reparte entre los propios”. Y en eso estamos: cuando uno ve las listas cerradas y bloqueadas, sin ir más lejos, de los afortunados que, en no pocos casos, van a poblar los ayuntamientos y nutrir las nóminas municipales; cuando se cotejan sus currículos, esto es, su vida laboral, con las funciones y salarios que les esperan, se comprende por qué tantos sujetos sin pasado activo en oficio o función tienen esa vocación acusada de servicio.

Un  sistema que falla
Una de las quiebras que todos reconocen, pero nadie quiere cambiar, de nuestro sistema electoral, son las listas cerradas y bloqueadas y el propio sistema D´Hont y cómo se aplica y que tanto beneficia con respecto al conjunto, a determinadas formaciones nacionalistas que, sin querer que los demás nos ocupemos de sus asuntos, tienen y han tenido –con costosas contraprestaciones- la llave de la gobernación del reino.
Ahora, toda suerte de pactos y de componentes de despacho, como un gigantesco cambio de cromos, reparten alcaldías y diputaciones, al margen de lo que hubieran decidido los ciudadanos, en  el sentido que fuera, de ser otro el sistema, de devolver la palabra a los electores para que fueran ellos, y no las cúpulas de los partidos, los que decidieran con su voto, en segunda vuelta, las mayorías que deseaban, no sin antes elegir realmente “eligiendo” a quienes se quiere que ocupen los cargos y funciones públicas.
Si vuelven los bárbaros que sean, por lo menos, los de Roma.

 

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