Cuba: la involución tras la revolución

Pintada en La Habana. / FC
Pintada en La Habana. / FC

Un país en el que los ciudadanos no pueden acceder a los mismos artículos que los turistas es un país injusto en el que no merece la pena vivir.

Cuba: la involución tras la revolución

Han pasado 57 años desde que Fidel Castro y los suyos triunfaran con su tan ansiada revolución contra el poder de Fulgencio Batista, el general mafioso que gobernaba la isla con una dictadura cruel. Casi seis decenios para evaluar como el sueño de una sociedad mejor se tornó en una pesadilla.

Durante mi viaje a Cuba este verano pude comprobar de primera mano el declive de un país que ha vivido demasiadas décadas sometida a la tiranía familiar de una dictadura feroz que incluso ha devorado a algunos de sus líderes revolucionarios. La caída del muro trajo consigo que el dinero rojo dejase de fluir con alegría -y de llenar las arcas de los líderes, según mis interlocutores cubanos- y sólo el espejismo del petróleo venezolano ha servido como leve bálsamo de una economía destruida por la corrupción en todos los estratos de una sociedad que se busca la vida cada día.

Muy pocos cubanos pueden acceder en condiciones normales a productos que nosotros, en España, consideramos básicos, y un país en el que los ciudadanos no pueden acceder a los mismos artículos que los turistas es un país injusto en el que no merece la pena vivir.

Cuba no es un país de esperanza, más bien es un mal decorado en ruinas que únicamente se sostiene por las vigas que le proporcionan las armas de la policía y el ejército. Hoy la isla vive de un turismo al que maltrata continuamente y del sueño romántico que todavía permanece en los ingenuos occidentales que están dispuestos a perdonar cualquier cosa con tal de parecer amigos de la revolución. El Che Guevara ha quedado como una burda impresión en camisetas, gorras y otros artículos varios que sirven para adornar a los rostros pálidos que deambulan por la Habana Vieja en pos de alguna señal que ilumine sus instintos revolucionarios. Siguen vivos todos los tópicos que han ido alimentando la literatura y el cine propagandísticos, eso sí, mientras la realidad de la gente es de miseria, resignación e incertidumbre. Muy pocos cubanos pueden acceder en condiciones normales a productos que nosotros, en España, consideramos básicos, y un país en el que los ciudadanos no pueden acceder a los mismos artículos que los turistas es un país injusto en el que no merece la pena vivir.

La versión oficial es que el bloqueo norteamericano les ha impedido desarrollarse con normalidad y eso es aceptable en cuanto a los insumos pero cuando se ven las condiciones en que están las infraestructuras, las carreteras o las viviendas la pregunta es inevitable: ¿Qué se ha hecho con los vodkarublos del socialismo soviético? ¿En qué bolsillos se han quedado? Desde luego, en los del pueblo cubano no, eso es seguro.

Antes de partir apareció casi de la nada una pintada en una pared que dice “Continuamos defendiendo la revolución”. Me quedé con ganas de poner debajo “No, por favor, dejadlo ya”.

 

Comentarios