España: las crisis ofrecen un vendaval de populismo y demagogia

Pablo Iglesias, secretario general de Podemos.
Pablo Iglesias, de Podemos.

Podemos, envuelto en un populismo magnético, presenta rasgos que despiertan dudas justificadas por la historia reciente. El autor duda de su éxito pese a cubrir con piel de cordero una extraña naturaleza.

España: las crisis ofrecen un vendaval de populismo y demagogia

Podemos, envuelto en un populismo magnético, presenta rasgos que despiertan dudas justificadas por la historia reciente. El autor duda de su éxito pese a cubrir con piel de cordero una extraña naturaleza.​                                                                                                                                                      

En mi último artículo mantenía la tesis de que cuando los pueblos están inmersos en crisis sociales y/o económicas siempre se dejan seducir por los populismos. A su sombra suele agigantarse la demagogia. Ambos alimentan espíritus negligentes y poco amigos del racionalismo; por consiguiente, dogmáticos. Sin embargo, pese al porte, acompañan necesariamente a regímenes totalitarios, bien vinculados a la esfera comunista ya inscritos en el solar nazi. Maximiliano Korstanje aseguraba que “el populismo permite una mayor participación política a costa de un proceso de desinversión. Como consecuencia aparece la dictadura como mecanismo político empleado para que las élites mantengan su legitimidad”. Amén.

Los populismos, digo, se acompañan de actitudes demagógicas. Son siameses. Unos dicen aportar respuestas a los sistemas representativos cuando entran en putrefacción. Las otras visten ropajes de moralina para ocupar un poder que únicamente con señuelo consiguen legitimar. Si utilizamos el sentido común deja de ser improbable descubrir la tramoya demagógica. Veamos algunos puntos en que hemos de concentrar nuestra atención. El demagogo ofrece como evidente la premisa que debe probar. Verbigracia, se atribuyen el atributo demócrata cuando son la antítesis del mismo. Ofrecen argumentos que afirman o niegan por boca de alguien con crédito o, por el contrario, gente común, indigente. Utilizan la omisión o informaciones incompletas, así como estadísticas fuera de contexto o demoniciones del adversario. Además de estas típicas, utilizan otras herramientas igualmente confusas y fraudulentas.

Muchedumbre (masa amorfa) y sociedad española son términos antagónicos. La muchedumbre carece de objetivos, presenta rasgos confusos, inconexos y el temor alumbra su primera particularidad genética. Conforma el alimento regular del populismo. Nuestra sociedad es la suma fraguada de individualidades fuertes, sometidas al crisol de pueblos y culturas. El español se ha vigorizado a través de siglos, de invasiones y de luchas desiguales. Se crece ante el quebranto porque ha sido horneado en él a lo largo de milenios. Si nos atenemos a las tesis de Corey Robin sobre miedos y adoctrinamiento, cualquier idea o estrategia que utilicen el populismo y la demagogia para escalar el poder, aquí es improductiva. Supera la línea roja que el hispano se impone en su indolencia.

Paul Krugman proclamaba: “es necesario un contragolpe populista para reinvertir el aumento de la desigualdad social”. Esta frase -que le da protagonismo al trabajo en la plusvalía- anula toda estridencia del populismo cuya meta es el poder totalitario y tiránico. Krugman interacciona política y economía pero prioriza esta última. Aquí surge la divergencia vital entre populismo económico y otro con connotaciones políticas, incluyendo el peronismo. Este, era y es un movimiento tan atípico que Roger Cohen lo califica de: “filosofía política propia, mezcla de nacionalismo, romanticismo, fascismo, socialismo, pasado, futuro, militarismo, erotismo, fantasía, lloriqueo, irresponsabilidad y represión”. Una extensa variedad de emociones incapaces de practicar la verdadera justicia social.

Los demagogos también exhiben un pelaje fácilmente reconocible. El simple análisis con los ojos del sentido común descubre su debilidad argumental. Apelan a prejuicios emocionales, miedos y esperanzas del pueblo para ganar apoyos a través de la retórica y el reclamo. Ya Aristóteles definió demagogia como forma corrupta de la República “que lleva a la institución de un gobierno tiránico de las clases inferiores; de muchos o unos que gobiernan en  nombre de la colectividad”. En otras palabras, los demagogos se arrogan el derecho de interpretar los intereses de la masa como intereses de toda la nación. Confiscan todo el poder y la representación del pueblo e instauran una dictadura personal. Más claro, agua. Luego, que nadie se llame a engaño. Su alimento natural son los medios de comunicación -hoy internet- falta de educación y la mercadotecnia. Por este motivo resulta fundamental desenmascarar a los oportunistas.

Lo antedicho constituye la columna argumental que me lleva a negar la probabilidad de que Podemos alcance el poder. Naturalmente es una hipótesis teórica que toma, asimismo, consistencia con el statu quo europeo y mundial. A mí me parece que como experimento académico resulta interesante aunque de logros dudosos. Como intento de generar una democracia popular (totalitarismo) supranacional, lo considero una quimera que roza el desvarío. Aconsejo, no obstante, a mis conciudadanos no bajar la guardia e informarse de analogías o diferencias atribuibles a los sóviets rusos y a los círculos de Podemos; ambos supuestamente libres y asamblearios. La metodología, y algo entiendo de esto, es parecida entrambos.

Para terminar, al anhelo de “mano dura” metódica de su líder quiero oponer una auténtica “mano dura” democrática contra Podemos y el resto de la casta política que está consumando este injusto, oneroso y terrible calvario: abstención. Es el procedimiento más eficaz y menos traumático.

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