Comey dice que no hay evidencia sobre las acusaciones de espionaje de Trump

James Comey, director del FBI. / Facebook
James Comey, director del FBI. / Facebook

El titular del FBI compareció ante la Cámara de Representantes y le ha dado un serio golpe al republicano al desmentir sus recientes acusaciones contra Barack Obama.

Comey dice que no hay evidencia sobre las acusaciones de espionaje de Trump

El conservador y máximo jefe del FBI James Comey ha declarado hoy en la Cámara de Representantes de Estados Unidos que no existe ninguna evidencia que respalde las acusaciones de espionaje que Donald Trump hizo contra Barack Obama. En contraparte, explicó que su oficina conduce una investigación sobre los posibles nexos entre el Gobierno de Rusia y el núcleo de campaña del empresario. "Si es cierto, estaríamos ante una de las mayores traiciones a la democracia de la historia", dijo el demócrata Adam Schiff al respecto.

Comey es un hombre que se ha ganado un papel protagonista en la novela política de Estados Unidos sin querer. El año pasado, a dos semanas de que se celebraran las elecciones presidenciales, informaba a su país y el mundo que reabría formalmente las investigaciones  contra Hillary Clinton por el escándalo de sus correos enviados desde un servidor privado cuando fungía como secretaria de Estado. Aquello fue un golpe que la demócrata no pudo asimilar y terminaría justificando su derrota, en parte, con esa investigación. En ese momento, Trump celebró por todo lo alto la decisión de un hombre que a estas alturas se ha convertido en uno de sus -tantos- enemigos nuevos en Washington. Pasó el escándalo, se cerró la investigación -de la que Clinton igual salió ilesa legalmente- y Comey continuó en su puesto.

Comey vive caminando en arenas movedizas y el escándalo del espionaje ruso le persigue y le ha puesto frente a frente con el presidente. Pese a que ha intentado no meterse en problemas, tampoco tiene mucho espacio para eludir los golpes. Las grandes oficinas de inteligencia del país concordaron al unísono que un grupo de piratas virtules rusos hackearon los servidores del Comité Nacional Demócrata y otros altos mandos del equipo de Clinton, dentro de los que se incluye el principal jefe de campaña de aquélla, John Podesta, y todo bajo el mando del mismísimo Kremlin. Con la información en sus manos, los rusos se la facilitaron a Wikileaks, seguía la acusación de las agencias, y todo con la intención de beneficiar indirectamente a Trump. Ante esa acusación, sin antecedentes en la historia política del país, Barack Obama, a la sazón inquilino de la Casa Blanca, decidió expulsar de Estados Unidos a 35 funcionarios rusos. Pero Rusia no respondió al fuego, esperando al ascenso de Trump al poder. "Los rusos interfirieron en nuestra campaña electoral. Nuestra democracia fue atacada y hay mucho que no sabemos", dijo Schiff.

Este pirateo de información tiene a todos en la Casa Blanca probablemente hartos. A estas alturas ya es axiomático que sí existió dicho ataque, por lo que queda por confirmar es si el equipo de Trump estuvo involucrado deliberadamente. Las recientes filtraciones en que se evidencia los contactos entre el equipo del presidente y representantes de Moscú han reforzado los anticuerpos en todo Washington y propiciado nuevos y más grandes escándalos. El mes pasado, Michael Flynn, que ocupaba un cargo como consejero de Seguridad Nacional, renunció a su función luego de que se supiera que ocultó sus contactos con el embajador de Rusia en la capital estadounidense. Apenas semanas después, Jeff Sessions, fiscal general y por consiguiente superior de Comey, debió marginarse de cualquier investigación en curso por las conexiones con los rusos, explica El País. Sessions mintió a la Cámara Alta respecto a sus reuniones con el embajador.

Con los escándalos y torceduras acumulándose a la puerta de su casa, Trump intentó desviar la atención de su menguante equipo de trabajo. Primero, acusó públicamente al FBI de ser una oficina incompetente por no ser capaz de detener las filtraciones sobre este caso ni de poder determinar quiénes estaban detrás de las mismas, sigue el mismo diario. En simultáneo, acusó a Obama de haberle espiado, aunque sin ninguna evidencia para ello. "Qué bajo cayó el presidente Obama al grabar mis teléfonos durante el sagrado proceso electoral. Esto es Nixon/Watergate", publicó en su Twitter.

Inicialmente, su estrategia funcionó, pero ahora se ha quedado solo con su nuevo disparate. La Casa Blanca se ha quedado aislada y sin que nadie les respalde, ni siquiera los mismos integrants del Partido Republicano. Uno de esos ha sido John McCain, uno de los grandes halcones del partido así como Devin Nunnes, presidente del comité de inteligencia del Congreso, quienes han repetido que no hay evidencia ni motivo para creer que las aseveraciones del multimillonario son reales. En su declaración de este lunes, Comey solamente fue acompañado por Michael Rogers, mandamás de la Agencia Seguridad Nacional (NSA), aunque éste solamente dio información general de sus investigaciones.

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