Rajoy continúa contra las cuerdas y se acercan unas terceras elecciones

Mariano Rajoy.
Mariano Rajoy.

Pese a que el líder del PP está haciendo todo lo que puede y debe, la negativa Rivera y Sánchez lo mantienen arrinconado y con el temor a nuevos comicios.

Rajoy continúa contra las cuerdas y se acercan unas terceras elecciones

Cuando se escriben estas líneas, el presidente en funciones aún no ha llegado a La Zarzuela, pero cuando pise el despacho del Jefe del Estado continuara siendo un candidato cercado, absolutamente cercado. El Rey, ha escuchado negativas rotundas a la investidura del candidato popular pero también dispone de la información suficiente como para saber o, por lo menos, intuir, que no hay gobierno alternativo. Así las cosas, todo apunta a que la política en España está estancada pero no por la imposibilidad material y objetiva de llegar a acuerdos sobre materias tasadas, sino por los cálculos, temores, vértigos y personalísimos de todos. El espectáculo es más que lamentable. De este tablero hay que sacar al Jefe del Estado. Está haciendo lo que debe y aunque salvo Rivera y Pedro Sanchez, ambos con buen criterio, han rechazado hacer de exegetas del estado de ánimo del Rey, no es muy aventurado pensar que un punto de preocupación tiene que tener.

Llegados a este punto y siempre a expensas de la decisión última tanto del Rey como del propio candidato, será una ingenuidad no poner encima de la mesa la hipótesis, cada vez con mas visos de realidad, de unas nuevas elecciones. La "elegancia" y prudencia de Sánchez insistiendo en que tiene que formar gobierno no ya con Ciudadanos, sino con los independentistas porque de lo contrario no sumaría, no deja de ser enternecedor cuando él se negó en rotundo a hacerlo. No deja de ser "altamente altruista" el afán regenerador de Ciudadanos que con 32 escaños nunca soñó con tener dos puestos en la Mesa del Congreso. Todo muy enternecedor, muy respetuoso, muy institucional. ¡¡qué lástima!!. No hay que dejar de lado la forma de hacer las cosas de Mariano Rajoy. Bien está discreción, pero cuando todos hablan, hablar un poquito no estropea nada. No hubiera estado mal tener información fehaciente y puntual de posibles contactos o una concreción pública de aquellas reformas a las que el PP estaría dispuesto a acceder.

De todos modos, no hay que engañarse: se trata más de cercar a Rajoy que de buscar acuerdos. Nadie quiere elecciones, nadie quiere pactar con los independentistas pero se recomienda a otros que lo hagan. Se vetan personas sin entrar a hablar de políticas y ni siquiera se acepta facilitar la puesta en marcha del famoso reloj de la democracia con una abstención masiva, para facilitar la puesta en marcha de los presupuestos, el techo de gasto y la financiación autonómica y de ahí, de nuevo a las elecciones. ¿Para qué quieren Sánchez y Rivera una investidura fallida si al mismo tiempo no quieren elecciones?. ¿Cómo se puede afirmar la convicción de que habrá Gobierno si éste no es posible sin la abstención del PSOE?

Entre unos y otros nos han metido a todos en un sudoku casi imposible, pero si cansino e irresponsable. Ni España ni el mundo que nos rodea esta para triquiñuelas, ni para cálculos partidistas, siendo, como es, absolutamente legítimo que cada cual defiende sus posiciones y ponga encima de la mesa las condiciones que crea conveniente, pero hay momentos en los que no hay nada más inteligente y rentable que echarse a la espalda lo que se quiere para hacer posible lo que se debe. De todo lo que viene ocurriendo se pueden sacar algunas conclusiones: ganar las elecciones puede resultar algo casi irrelevante; el veto a las personas se da por bueno; y lo más importante, mucho más que las necesidades y urgencias de España, son los intereses de cada cual.

Si el Rey se lo pide, Rajoy irá a la investidura y lo hará sin programa de Gobierno y con la única finalidad de poner en marcha el reloj de la democracia que es lo que Rivera y Sánchez le han pedido. Ni uno ni otro han dejado la más mínima rendija para, por lo menos, lograr unos cuantos acuerdos tasados y así, poco a poco, avanzamos -salvo milagro- hacia unas nuevas elecciones que entre unos y otros se las han ganado a pulso.

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