El Brexit recuerda que el sistema democrático también necesita reformas

Banderas del Reino Unido y Europa.
Banderas del Reino Unido y Europa.

La historia ha demostrado que la democracia es el mejor de los sistemas pero la forma de ejercer la soberanía popular es todavía imperfecta y puede mejorarse.

El Brexit recuerda que el sistema democrático también necesita reformas

El Brexit ha venido a demostrarnos las injusticias del sistema democrático, no de la democracia sino del sistema elegido para ponerla en práctica. Así acabamos de ver cómo una decisión de gran transcendencia ha podido llevarse a cabo por un escaso margen de poco más del uno por ciento, y no era precisamente una carrera donde uno gana y los demás pierden pero tendrán su revancha en la carrera siguiente, aquí la población queda dividida en dos y los que ganan, aún sin saber muy bien lo que ganan, lo hacen a costa de imponer su criterio a la mitad perdedora. Los ingleses y galeses obligan a escoceses e irlandeses a sufrir las consecuencias de ser menos, y lo mismo le sucede a Londres y residentes en el exterior frente al resto del voto inglés.

Si partimos de la base de que hablamos de un tema tremendamente complicado donde solo los especuladores serán con certeza los únicos beneficiados, y los jubilados y turistas que están en otros países los grandes perdedores, hemos de admitir que el voto es más emocional que racional y no requiere cualificación alguna. Si fuese para recetar una medicina exigiríamos que lo haga alguien con conocimientos contrastados, un médico. Si fuese para construir un puente o una casa, exigiríamos una preparación de arquitecto o ingeniero. Para vender medicinas pediríamos que lo haga un farmacéutico y para conducir un coche sería necesario demostrar ciertos conocimientos y habilidades obteniendo un permiso para ello ya que sus errores los pagan otros, pero para votar el sistema nos dice que todos los votos valen lo mismo, lo que parece correcto porque la soberanía es un derecho que no entiende de conocimientos, solo de voluntades. Sin embargo el tema es complicado porque en un referéndum no se vota para conseguir lo que se desea sino para que los demás sufran esos deseos victoriosos. La próxima semana los cientos de miles de británicos jubilados en otros países, principalmente en España, recibirán su pensión en libras y las cambiarán por un 10% menos de euros (cambio de ayer que puede empeorar), y al igual que en la crisis del 2008 muchos se encontrarán que eso ya no es suficiente para vivir y deben regresar a su país a sufrir su reuma y falta de vitamina D. ¿Y qué hacer si tenemos el mejor de los sistemas aunque sea imperfectos? Evidentemente mejorarlo porque no parece lógico que los escoceses que han votado con un 62% permanecer en la UE, tengan que salir porque otros lo quieren, o que los jóvenes y menores de 65 años, que ampliamente se han manifestado también por seguir dentro haya de sufrir la voluntad de los mayores de esa edad, que cada vez son más.

La democracia no tiene la culpa pero podríamos hacer cambios en la forma de ejercerla dando más peso a los Parlamentos frente a presidencialismos del estado o del ejecutivo (que es el caso), para evitar promesas populistas de campaña electoral, pero sobre todo estableciendo mecanismos de iniciativa legislativa popular, el derecho a exigir consultas sobre leyes aprobadas, las segundas vueltas electorales, o profundizando más en la separación de poderes y evitando el nepotismo.

En el caso que nos ocupa, el de los referéndum, no puede ser que un país dividido en dos, porque no olvidemos que las abstención nunca pertenece a los radicales, se pueda ganar con el 51% cuando hablamos de dar la vuelta a una situación transcendente e irreversible, debería ser necesario una mayoría cualificada del 55 o 60% o bien del 50% del censo. Si se gana pero no se logra esa mayoría podría dar lugar a una segunda vuelta tras un período de reflexión de 2 o 4 años, pero nunca dividir a una sociedad por la mitad y separando a los jóvenes de los mayores, o al norte del sur.

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