¿De verdad se puede construir Finlandia o Dinamarca con españoles?

"Spaín is different" fue un lema muy utilizado que ha caído en desuso sin motivo ni razón para ello. Matamos toros a capa y espada, nos jugamos la vida corriendo delante de ellos mientras algunos machos borrachos agreden sexualmente a hembras borrachas, paseamos los santos por las calles y a hombro, hacemos castilletes humanos subiendo niños a lo más alto, nuestros hijos tienen globalmente una penosa compresión lectora o capacidad para entender las matemáticas (Informe PISA), junto con los italianos somos los que más tarde se independizan, junto con los griegos los que más defraudamos, los niños fuman y beben alcohol en las plazas desde los 14 años, y aún con menos, tenemos el doble de vacaciones que Estados Unidos y muchas más fiestas y puentes, tenemos el menor índice de natalidad del mundo, nos asusta el compromiso (somos los que se casan más tarde), el esfuerzo no es un valor y el éxito está mal visto, somos, después de Japón, los que más pescado y marisco comemos, los que más comida tiramos, los que menos reciclamos, ... somos españoles.

Todo esto, que es una característica nuestra aún con numerosas individualidades,  es una forma de vida que defendemos y que no hay que calificar de buena o mala aunque si diferente, muy diferente de lo que sucede en Finlandia o Dinamarca, a lo que nos queremos parecer sin renunciar a nuestras costumbres, a nuestro estilo de vida, y eso es imposible, tanto como lo sería el sistema de democracia directa que impera en Suiza sin suizos. Se necesita disciplina y una ética que nos permita denunciar al vecino defraudador por insolidario. Nosotros somos más de culpar siempre a los políticos y a los ricos, si son corruptos mejor, pero exculpándonos siempre por ser nuestras faltas la consecuencia de los que nos gobiernan mal, una especie de autodefensa.

Por nuestra raíz latina no nos escandaliza que se compren peonadas para cobrar sin trabajar, que nos cobren sin IVA a sabiendas de que el que nos cobra no declarará esos ingresos y su falta de pago de impuestos lo cubrirán los que si cotizan, que la media declarada en el IRPF por profesionales autónomos sea de 9.500€ brutos al año, y eso que ahí están abogados, médicos, arquitectos, y cualquiera que no esté en una mutualidad, que el que nos hace las chapuzas está cobrando el paro sin buscar trabajo como tantos otros que lo dejan agotar deliberadamente. Una corrupción generalizada que suma mucho más de los que logran defraudar los ricos cuyas empresas sufren una auditoria anual. 

No sabríamos decir si una sociedad corrupta lleva a corruptos a puestos de responsabilidad política o si los políticos corruptos generan una sociedad corrupta. Parece más real esta última opción porque el corrupto político se hace quedándose con parte de lo recaudado para la financiación ilegal de su partido, lo que obliga a las empresas a generar dinero B con el que pagar las exigencias ya que en muchos casos no se puede concunsar si no se acepta pagar en caso de adjudicación (Tómese el ejemplo del Canal de Isabel II). Una vez que hay dinero B circulando en base al juego del blanqueo y opacidad, es normal que todos acabemos siendo cómplices.

La clave está en admitir que si queremos ser como Finlandia o Dinamarca, hay que pagar un precio, el de ser como ellos ¿estamos dispuestos?. Pondremos un ejemplo claro. Las dictaduras necesitan un respaldo popular para sostenerse en el tiempo. Uruguay termino con la suya votando en un referéndum al que habían sido convocados en 1980,  y ganando la oposición por el 57%. Eso fue el principio del fin. Franco convocó un referéndum que ganó por el 98,5% y nada cambió. Riesgo había en ambos lados pero unos se arriesgaron y otros no. Repitamos la pregunta ¿de verdad queremos levantarnos a las 6 de la mañana, dormir lo necesario, hacer el servicio militar como Suecia, Suiza, Finlandia o Dinamarca, y ser honrados?