Unión Europea: la panacea de la salida del euro como solución a la crisis

Billetes de 500 euros.
Billetes de 500 euros.

Las políticas de devaluación monetaria nunca han solucionado los problemas que pretendían resolver, según advierte este especialista en economía y colaborador de MUNDIARIO.

Unión Europea: la panacea de la salida del euro como solución a la crisis

A lo largo de la actual crisis económica que estamos viviendo son muchas las recetas económicas que se nos han presentado como solución mágica a todos nuestros problemas, siendo las que más éxito tienen entre un sector importante de la población aquellas que argumentan que la culpa de todo es de un ente lejano, ya sean “los mercados”, Alemania o la Unión Europea.

Relacionado con esto último, Europa, son muchas las voces políticas y mediáticas que claman de una forma más o menos abierta la salida de España de la moneda única como fórmula para recuperar nuestro potencial económico. Su razonamiento es sencillo: España debe abandonar el euro y adoptar de nuevo la peseta aplicando a ésta una devaluación de un 30%. Con esto, nuestra enorme deuda se devaluará en ese porcentaje y será más fácil devolverla (o directamente se impaga), nuestro sector exportador se volverá más competitivo y las exportaciones nacionales se incrementarán dándole un fuerte impulso a nuestro PIB, y como consecuencia, el capital extranjero fluirá hacia nuestras fronteras y se creará empleo. Suena bien, ¿verdad? Lástima que no sea cierto.

La adopción de una nueva moneda devaluada tiene como implicación directa que todo lo que se valora en dicha moneda pierde un valor igual al de la devaluación. Así, salarios reales, depósitos bancarios, vivienda y cualquier otro tipo de activo que usted se pueda imaginar perdería de la noche a la mañana una importante parte de su valor. Las consecuencias de todo esto son fácilmente imaginables, salida de capitales y de personas hacia otros países menos hostiles con su riqueza.

Cierto es que una devaluación monetaria implicaría una mejora de nuestras exportaciones, ya que los bienes y servicios que se producen en España tendrían un precio mucho más bajo en términos de moneda extranjera, lo que supondría un espaldarazo al aumento del PIB, puesto que en él las exportaciones contabilizan en términos positivos. Sin embargo cuando se habla de la mejoría que vivirían las exportaciones se olvida decir que ocurriría con la operación contraria, las importaciones. Si con una devaluación de la moneda las exportaciones mejoran, las importaciones sufrirían el efecto contrario, se encarecerían, neutralizando el efecto positivo de las exportaciones en nuestra balanza comercial. A su vez, unas importaciones mucho más caras tendrían un impacto dañino sobre el tejido empresarial del país, puesto que los bienes intermedios que éstas importan del extranjero para ser utilizados en sus procesos de producción se encarecerían notablemente, haciéndolas incurrir en unos costes que en muchos casos serían inasumibles en caso de no tener bienes sustitutivos de calidad accesibles. Las consecuencias de este incremento de los costes de producción harían a nuestras empresas menos competitivas con consecuencias negativas sobre el empleo, y en muchas ocasiones obligándose a sustituir materia prima extranjera por nacional de mucha menor calidad, provocando una pérdida de bienestar en el consumidor.

¿Y qué ocurriría con la inversión nacional y extranjera? ¿No debería aumentar si los costes de muchos factores de producción se reducen con la devaluación? Es cierto que la devaluación monetaria puede suponer un aumento de la inversión y  del empleo en la economía, si optamos por implementar el modelo productivo de Bangladesh, basado en actividad poco intensiva en capital y con mano de obra barata. Si aspiramos a desarrollar un modelo económico intensivo en capital más cercano al alemán, la devaluación es totalmente nociva, puesto que frena la inversión por parte de las empresas. La intervención sobre la moneda por parte del estado genera una enorme incertidumbre sobre su valor futuro  ya que si existen indicios de que las devaluaciones se van a convertir en la política habitual del gobierno las empresas no tendrán la certeza de cuál será la rentabilidad de sus inversiones a largo plazo, y dicha incertidumbre provocará que éstas se vayan a países con monedas fuertes respaldadas por unas finanzas públicas sólidas.

Las devaluaciones competitivas de los años 90

Quienes en España proponen aplicar este tipo de medidas de devaluación monetaria parecen no haber aprendido nada de la historia reciente de este país. A principios de los años 90 España vivía una recesión económica, y para intentar salir de ella el gobierno decidió aplicar entre los años 1992 y 1995 una devaluación de un 30% frente al marco alemán. Los resultados de esta política fueron nefastos: el gasto público se duplicó en términos reales, la deuda pública sobre el PIB subió 50 puntos, la inflación se triplicó a un ritmo del 7,2% anual y el paro llegó al 20%. A su vez, esto provocó tal desconfianza e incertidumbre en los inversores extranjeros que casi nos cuesta la entrada en la UE.

A día de hoy todavía existen países que creen que este tipo de políticas son una alternativa viable para el desarrollo de sus economías, siendo Venezuela el país que con mayor ahínco ha aplicado las políticas de devaluación, siempre con la excusa de la justicia social. Hasta el momento el gobierno venezolano ha llevado a cabo un total de siete devaluaciones del Bolivar, siendo la última en febrero de 2013, pasando de los 4,3 bolivares por dólar a los 6,3. Ese es el tipo oficial, pero la realidad del día a día pasa por que el ciudadano de Venezuela obtiene sus bolívares en el mercado negro, en donde la moneda cotiza a 26 bolívares el dólar. Esta política de devaluación masiva se traduce en una inflación galopante y una aceleración brutal de la pobreza, pasando la renta per cápita del país de ser de 22.000 dólares en 2007 a ser de 9.000 en 2013, una caída del 30% en 6 años, todo ello con los ingresos que el país obtiene por venta de petróleo multiplicándose por cuatro.

Cuando lean a algún articulista o escuchen a alguno político o tertuliano hablar de “recuperar la soberanía” (es decir, salir del euro) o  “auditar la deuda” (no pagarla) vuelvan su mirada hacia países como Venezuela o Argentina, el modelo que los defensores de las devaluaciones tienen como ejemplo, o recuperen en internet las portadas de periódicos españoles de mediados de los 90, y verán que es lo que se consigue con ello. Que no le engañen, la única forma de crear una economía sólida es crear riqueza, no destruirla. Para ello es necesario favorecer la creación de empleo de calidad, favoreciendo la creación de riqueza y aumentando la renta disponible de las personas. Favorecer de verdad la creación de empresas y la atracción de capital desarrollando un marco institucional simple y eficiente, con unos impuestos bajos y obteniendo unas cuentas saneadas que permitan aplicar políticas de estímulo económico desde el ahorro y no desde el gasto y la deuda. En el pasado países en una situación económica peor que la nuestra lo han conseguido. No duden que nosotros también podemos conseguirlo, sólo hay que querer.

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