¿Deberían prohibirse las transmisiones en vivo a través de las redes sociales?

El movimiento del fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, fue visto como una extensión natural de la meta principal de la plataforma, que es proporcionar un espacio para que la persona promedio comparta sus experiencias cotidianas, desde lo mundano, hasta lo más significativo.

Casi con la misma rapidez, los usuarios encontraron maneras de transmitir en vivo lo peor de su naturaleza. En respuesta, cada vez son más las voces que solicitan a Facebook cerrar el servicio o encontrar una manera de regular mejor su contenido. Muchos consideran que la plataforma sirve ahora para liberar entre otras cosas el odio, algo que iría en contra de sus principios.

También se escucha en el lenguaje popular que esta opción de transmitir en vivo representa el "lado oscuro" de Facebook, y se exige que la empresa encuentre una solución para prevenir ese comportamiento antisocial. Parece un poco severo achacar toda la culpa a Facebook cuando la compañía trató de abrir el espacio por una buena causa.

Las críticas ignoran los beneficios que nos han traído las difusiones “sin barreras”, e ignoran lo que subyace en el fondo, que es el hecho de que son seres humanos quienes están fallando al utilizar las cosas para un propósito que no es para el cual fueron creadas. Basta recordar que estas transmisiones también han servido para denunciar o para concientizar acerca de determinadas situaciones que de otra manera no sería posible conocer. 

Para combatir el uso indebido de la transmisión en vivo, Facebook anunció recientemente la contratación de otros 3.000 monitores. Sin embargo, la responsabilidad por el contenido que se publica o transmite en las redes sociales corresponde a los ciudadanos digitales que crean e interactúan en el espacio virtual a diario.