El capitalismo que existe realmente en la actualidad

La crítica del capitalismo presenta, hoy, varias limitaciones relevantes. / RR SS
La crítica del capitalismo presenta, hoy, varias limitaciones relevantes. / RR SS

En las últimas décadas asistimos a una dinámica de incremento exponencial de los vínculos económicos a nivel mundial: es lo que se viene llamando la globalización capitalista.

El capitalismo que existe realmente en la actualidad

La política francesa parece llevar en su “adn” una propensión a cierto rupturismo nominalista que evoca algunos de los eventos más conocidos de su historia. Fue Sarkozy quien, en otoño de 2008, proclamó la necesidad de refundar el capitalismo para -siguiendo la lógica médica aplicada al colesterol- combatir el malo y reforzar el bueno.

Mas recientemente, Emmanuel Macron escogió un término de resonancias significativas para titular el libro que contiene sus propuestas políticas: “Revolución”. Entre ambos, otro político francés -el comisario europeo Moscovici, miembro del Partido Socialista- proclamó ante Pedro Sánchez -con motivo de la polémica sobre el CETA- que “ser de izquierdas no es estar contra la globalización”.

En el estado español, la mayoría de los dirigentes políticos emiten en una longitud de onda verbal menos ambiciosa. La casi totalidad de los debates que se formulan están vinculados al cortoplacismo y circulan muy alejados de la reflexión sobre las características del propio sistema económico y social en el que desarrollamos nuestra vida colectiva.

Como es sabido, el capitalismo forma parte de la historia reciente del género humano. Estamos ante una economía que se asienta sobre tres pilares básicos: la propiedad privada de los medios de producción; la existencia de un mercado libre como institución central y la búsqueda del máximo beneficio, como motor de la actividad económica. Las principales críticas que se han formulado respecto a este sistema pueden ser desglosadas en cuatro grandes apartados:

1) El propósito de obtener el beneficio máximo, en el marco de un mercado libre, como fuerza motora de la actividad económica, configura una economía separada de las necesidades sociales: la economía se antepone a la sociedad; la ganancia a la justicia social, a la solidaridad y a la reducción de las desigualdades.

2) La competencia entre capitalistas promueve situaciones de crisis de graves resultados sociales (desempleo, pobreza, marginación). Al mismo tiempo, esta competencia dificulta, e incluso impide, la cooperación necesaria para enfrentar problemas de gran envergadura a medio y largo plazo -que tienen alcance supraestatal o mundial- como son los movimientos migratorios o las amenazas ecológicas de carácter global.

3) Es un orden económico que estimula el crecimiento a cualquier coste y el consiguiente consumo no razonable de recursos naturales.

4) Está basado en la explotación de la mano de obra asalariada, promueve una acumulación desmesurada de riqueza por parte del empresariado y de la banca y no contempla, como propia, una distribución social de la riqueza.

En las últimas décadas asistimos a una dinámica de incremento exponencial de los vínculos económicos a nivel mundial: es lo que se viene llamando la globalización capitalista. En este contexto, aparecieron varios dogmas como supuestas verdades científicas: la máxima libertad de movimientos para los capitales; la independencia de los bancos centrales respecto de los Estados (o, en el caso de la UE, de las restantes instituciones comunitarias); la subordinación de la acción política y de las demandas sociales a la consecución de los objetivos macroeconómicos; la reducción del gasto público; la obtención de la estabilidad monetaria; el derribo de las barreras comerciales (administrado de uno o de otro modo en función de los intereses de las potencias más influyentes).

La aplicación de estas ideas dio lugar a fenómenos bien conocidos: progresivo desarrollo de una mundialización desbocada; intercambios financieros de carácter fuertemente especulativo; consolidación de la pobreza en el mundo; reducción de los gastos sociales e incorporación al mercado (privatización) de actividades de interés social general; acusada mercantilización del trabajo, con el consiguiente desarrollo de la precariedad en el empleo, de la inseguridad laboral, de la desestructuración de la clase obrera y de la disgregación social.

La crítica del capitalismo presenta, hoy, varias limitaciones relevantes. Algunas proceden de las debilidades que poseían las anteriores perspectivas teóricas anticapitalistas. Otras derivan del final de las vías prácticas alternativas encarnadas por el llamado socialismo real. Este modelo -surgido en el período de la II Internacional (1889-1914) y basado en una economía fundada en la propiedad estatal, en la gestión burocrática y en la toma de decisiones políticas independientes del mercado- tiene hoy poca credibilidad.

En ausencia de nuevas experiencias prácticas, resulta muy complicado definir con precisión una nueva economía no capitalista. Sin embargo, sí pueden enunciarse los principales criterios que deberían orientar los nuevos intentos: sustituir el logro del máximo beneficio como valor preferente por la atención a las necesidades sociales; poner en pie vías de control democrático de la economía -lo que implicaría transparencia y participación a gran escala-; caminar cara una mayor igualdad y cohesión social tanto en cada país como en el plano internacional; poner en pie políticas efectivas de cooperación entre las naciones del mundo y hacer del desarrollo sostenible no productivista una preocupación central.

A partir de las experiencias conocidas, parece razonable pensar que una política económica que pretenda superar el capitalismo debería combinar elementos diversos como mercado y plan, regulación y libertad, iniciativa pública y privada.

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