Río de Janeiro recibirá los Juegos Olímpicos en el peor momento posible

Río de Janeiro.
Río de Janeiro.

La ciudad que hospedará la justa deportiva se encuentra en un alboroto causado por la subida en los índices de vandalismo, criminalidad y de desprecio de la población al evento.

Río de Janeiro recibirá los Juegos Olímpicos en el peor momento posible

Año 2014. Las calles de Brasil lucen coloridas y en todo su esplendor por el mundial de fútbol. Los brasileños bailan samba en las vías públicas mientras los extranjeros se unen a la gran fiesta del deporte rey. La organización del evento contempla maravillada el espíritu futbolero de los locales, esperanzada de que, dos años después, se repita aquel gozo para los Juegos Olímpicos. Pero no será así.

A 10 días de que la justa olímpica de inicio, el panorama en Brasil es gris. No hay gente bailando en las calles, no hay pintas ni banderas decorando las casas y las autoridades temen por los índices de vandalismo y criminalidad, que no hacen sino aumentar pese a que el evento deportivo más grande del mundo está a la vuelta de la esquina. Quien pasase hoy por hoy por Río de Janeiro no creería que está a punto de recibir tan importante acontecimiento.

"Con la crisis política y económica, ha habido una transformación en cómo los cariocas se relacionan con los Juegos. En 2009, cuando ganamos, hubo una fiesta nacional, era un nuevo estatus internacional para Brasil. Hoy Río, en profunda crisis económica, vive un sentimiento aún más hostil que el del Mundial de 2014. Entonces, a pesar de las protestas, algunos brasileños decoraron sus calles. Hoy no vemos nada de eso, al contrario", comenta decepcionado Mauricio Santoro, profesor y politólogo brasileño. "El hombre que limpia en mi edificio, me dijo el otro día: ‘Estoy cruzando los dedos para que llueva durante los Juegos y se les estropee la fiesta. Es un ejemplo de cómo las clases populares no sienten este evento como suyo", comenta. En las últimas horas, y tras la inauguración de la Villa Olímpica, los ciudadanos de Río de Janeiro han pintarrajeado y arrancado vallas, destruido símbolos olímpicos en las playas y enmudecido ante lo que se supone que debería ser una fiesta.

 Y es que las recientes encuestas demuestran claramente el enfado de los residentes en Río de Janeiro por los juegos. El 63% considera que la justa deportiva no hará más que traer problemas, lo cual es una incomodidad, pero su gran preocupación es que haya un atentado terrorista que se cobre vidas y que deje muy tocada  a una ciudad que apenas hace poco se declaró en bancarrota. La semana pasada se detuvo a 11 jóvenes que, por medio de su WhatsApp, confesaron ser simpatizantes del Estado Islámico. El temor ya tiene fundamentos. Miles de aficionados habían comprado ya sus entradas para asistir a los distintos partidos y encuentros olímpicos, pero los ataques recientes en Europa más la captura de aquellos presuntos yihadistas en territorio brasileño les ha hecho considerar su decisión. "La palabra miedo quizá no es la más adecuada. Pero me inquieta bastante", explica Raquel Peña, quien viajará a Brasil para el evento.

Criminalidad

El índice de criminalidad en Brasil habla por sí solo: una persona asesinada por cada 32. Nadie en la ciudad se siente seguro, aunque a estas alturas ven el tema de la inseguridad como algo cotidiano. Varios turistas arribarán a jugarse la vida, ignorando las protestas de policías y bomberos que, desde hace semanas, reciben a quienes aterrizan en Río de Janeiro al grito de: ¡Bienvenidos al infierno!. Las autoridades estatales llevan meses sin cumplir con los salarios de la policía y el cuerpo de bomberos.

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