Con Garitano, el Deportivo de Tino Fernández no juega a nada

Antigua marquesina en Riazor. / Mundiario
A estos minúsculos círculos redujo el Deportivo la proyección en Riazor de los títulos de la era Lendoiro. / Mundiario

Quienes una vez en su estadio recuerdan los tiempos de Lendoiro con Djalminha, Bebeto, Mauro Silva, Tristán, Makaay, Rivaldo, Valerón... y después miran a la pradera de Riazor y ven lo que ven, bastante hacen con aferrarse a la melancolía, sin pasar a la protesta.

Con Garitano, el Deportivo de Tino Fernández no juega a nada

En el entorno del Deportivo de La Coruña, que hasta no hace mucho era uno de los grandes de la Liga española, todo son disculpas: la plantilla corta, la mala suerte, el cansancio, los arbitrajes, las lesiones... A veces, con un poco de suerte, se festeja un puntito, pero lo único cierto es que este Dépor no juega a casi nada. En el ecuador del campeonato, el equipo sigue sin saber sacar el balón jugado desde atrás y –por increíble que parezca en la llamada Liga de las Estrellas– ni siquiera sabe sacar de banda sin riesgo de perder el balón. Lo dicho: con Garitano de entrenador, el Deportivo de Tino Fernández no juega a nada.

Vayamos por partes. En el Dépor no hay un portero de garantías, a lo sumo alguno para salir del paso. El equipo de Gaizka Garitano se defiende con muchas dificultades y, a pesar de la calidad de Sidnei, carece de una retaguardia cohesiva. El centro del campo no funciona como tal, ya que el buen nivel del tico Celso Borges se convierte en una isla. En la delantera no hay un cerebro claro, ni organización del juego, sólo destellos de Andone o Joselu, que se buscan la vida en la punta como mejor pueden cuando les llega algún balón en largo. No hay equipo, hay individualidades, muy contadas.

Por fortuna para este Deportivo, en la Liga española convive una calidad extraordinaria en escuadras de la parte alta –similar a la del propio Dépor en los tiempos de gloria de Lendoiro, cuyos títulos se esconden en vez de lucirlos– con una mediocridad propia de equipos de Segunda División, de ahí sus esperanzas de salvarse del descenso. De aquellos tiempos en los que el Deportivo era un grande, en Riazor sólo queda la afición, que sigue siendo de Champions, mientras ve como la melancolía le atenaza. Quienes una vez en el estadio recuerdan a Djalminha, Bebeto, Mauro Silva, Tristán, Makaay, Luque, Rivaldo, Flavio, Valerón... y después miran a la pradera de Riazor y ven lo que ven, bastante hacen con aferrarse a la melancolía, sin pasar a la protesta. Algunos se consuelan imaginando que Tino Fernández hará mejor las cosas la temporada que viene. ¡Ojalá!

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