"Zona de arribo": adelanto de la novela "Calcomanías"

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Alvaro Burgos. / RR SS

Ediciones Alfar publicará en breve la nueva novela de Romero Barea “Calcomanías”. Reproducimos aquí un fragmento del capítulo "Zona de arribo". Imagen de portada cortesía del pintor mexicano Álvaro Burgos Cordero. 

"Zona de arribo": adelanto de la novela "Calcomanías"

"Momentos: una tormenta que oscurece el cielo, en un minuto, mientras Poli y Alex, los protagonistas, se lanzan al agua, bajo el granizo; un pódium con cenefas de calaveras donde el lector (el autor, la araña) ha dejado secar, para ser exhibidos, los cráneos descarnados de los enemigos; un incesante ir y venir, un movimiento perpetuo que permite que el equilibrista (el lector, el autor, la araña) no caiga de la cuerda floja (es un decir), fuga consistente en líneas de luz; linternas, focos, destellos cenitales que se proyectan en la pantalla de la hoja en blanco a través del lápiz que la recorre; desplazamientos, entramados, digresiones. Momentos: la coraza y el casco del héroe, la armadura indestructible y digna de un dios, la plaza donde se baila, donde se bebe junto a la estatua del fundador; dos soldados como cariátides sobre una nube de querubines que incluye a Alex y Poli, entrelazados, el tic-tac de la música que es transcurrir y tránsito, metrónomo sobre la multitud que celebra la conciencia de percibir y ser percibido, la condición espacial y temporal del aquí y el ahora. Alex y Poli bailan entrelazados (Poliálex) en ese umbral de acceso a la alegría, donde no existe interior ni exterior, donde todo es puro hueco, donde Alexipoli se contempla desde fuera y desde dentro, en ese umbral que es percibir y ser percibido, que es la plaza más antigua de Maravilla.

El relato es espacio para habitar como fantasmas. La crónica, un compendio de palabras. Necrofilia. Mitomanía. Todo depende de la prudencia con la que su autor administra el realismo. En el plano conceptual, es una narración bien armada, coherente, plena de digresiones, con un núcleo argumental sólido. La trama combina técnicas audiovisuales no narrativas con una notable densidad poética y complejos andamiajes constructivos. A veces, al autor se le va la mano y la crónica se queda en mera ocurrencia. Las más, las herramientas quedan integradas en la narración y la anécdota funciona como texto y pretexto, motor del resto de la trama. Al igual que la araña produce el hilo al extremo del cual se desliza, el lector genera el tiempo necesario para la lectura, se desliza a lo largo de ese hilo de imágenes, palabras, trama que solo es visible tras el lector, el hilo del tiempo, interrumpido, tensado, el tapiz de prudencia que recorre la trama por dentro, que se entrelaza con las líneas de la dicha y la prudencia. La araña (el autor, el lector) es el vector de luz de la proyección (el tapiz, el relato), el entramado (in)alámbrico que flota sobre la habitación, sobre las cuatro paredes del texto, el pretexto (el cepo) hecho de imágenes, palabras, hilos, cielos, tierra y mar, las dos ciudades nobles, el rey, los campos en barbecho, la viña floreciente, un rebaño de ganado de largos cuernos, un círculo de baile, una escultura de arena, una alambrada de arañazos, un apaño editorial, como casi todo hoy en día.

Calendarios y relojes les salen al paso, cálculos y augurios. El baile es tiempo, los bailarines (Alexipoli, Poliálex), agujas del reloj que vuelven a fundirse en un abrazo, metrónomo sobre los amaneceres y los atardeceres, los que les esperan y los que han pasado juntos, tiempo superpuesto, cambiante e inasible que se intercala con el ritmo infernal de la música que llega desde el escenario, difícil de soportar tras unos minutos. Una tormenta oscurece el cielo y Poliálex se lanza al agua, imagen dentro del relato en el que habitan como fantasmas, tapiz hecho de palabras, momentos, hilos trenzados, interrumpidos, doblados, relato recomendable, excepcional, donde plaza y playa son el mismo lugar y el no lugar que vemos tras la ventana que enmarca la escena, donde interior y exterior no importan. Seguí leyendo hasta llegar al final de aquella escena. El autor los imagina leyéndose poemas uno a otro antes de eso e imagina el revuelo de hojas y sábanas. Se podían oír los muelles de la cama y el crujir de las hojas de papel, hilos que trazar, como cariátides, sobre una nube de horas, tramas, palabras."

 

 

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