Tañidos de campana celeste en la densa niebla

Manuel Amaya Zulueta.
Manuel Amaya Zulueta.

Manuel Amaya Zulueta deviene con esta nueva obra poética, Memoria de las sombras, hacia ese lugar donde el tiempo y la memoria rumian nuestro destino de fotografías borrosas.

Tañidos de campana celeste en la densa niebla

Y TIENTO CUANTO AMO. En esta repercusión ascendente que propicia la poesía, no solo como género también como catarsis, no hay un solo indicio en su proverbial naturaleza que no nos procure ese volver para empezar. El poema labora en silencio, pacientemente hasta alcanzar la cota que lo identifica con el hecho lector: lo resucita del libro e insufla vida propia. Como esa hoja de laurel que a propósito dejamos entre las páginas, con el deseo de volver sobre ellas y reencontrarnos en sus versos. En esa pulsión tan espiritual como material, se incardina el proceso de creación que motiva ese interrogar en primera persona con el inútil deseo de esclarecer las sombras que bullen tras nuestros pasos. “Esta es la cuenta al cabo: / estamos solos”. José Ángel Valente invierte los términos y nos aproxima al principio del final. La soledad nos concede la gracia última de aproximarnos a cuanto amamos. Nada nos queda salvo la recia certidumbre de ese abandono previo a la despedida. El designio está marcado. La incisión en el árbol de la vida ya no rezuma savia. El invierno se enciende en la lluvia que inflama de desolación las ramas desnudas.

Portada de Memoria de la sombras, de Amaya Zulueta. / Mundiario

Portada de Memoria de la sombras, de Amaya Zulueta. / Mundiario.

MEMORIA DE LAS SOMBRAS –Ediciones En Huida. Colección Poesía En Tránsito- es un sonar que recoge un vibrante mundo de imágenes sumergidas, en una atracción mutua que reconstruye el solar derruido en que nos convertimos. Al fin y al cabo ese inventario de pérdidas que compone el sino existencial y la fumarola que deja en el aire. Sin embargo, en el desarrollo de decantación poética que persigue, la memoria y el tiempo conspiran para reducirnos a un cúmulo inexacto de indicios. Sobre esta cimentación biográfica, no exenta de tensiones, la edificación lírica de esta obra va ganando paulatinamente la sensación de enigma. Otra realidad parece advertirse. Se asemeja a la puesta de sol que contiene en la contemplación. Un más allá que no se despide del día y se agarra a las nubes arreboladas, que sangran su escritura en el cielo crepuscular.

MANUEL AMAYA ZULUETA infiere con su intensa y poderosa palabra un clamor de duelo íntimo, que gesticula en la versatilidad de los propósitos y sus cuitas. En esa pretendida reversión la expresión se deslinda de lo meramente descriptivo para hundir su aplomo en la belleza reflexiva de forma y fondo, “La nieve oscura del tiempo pasado / engendra la palabra”. Con esta molienda de frialdad hollada, su autor reconoce el asentimiento que lo distancia del propio tratamiento al que se enfrenta. De ahí que sin obviar su propia identidad, arguya desde la universal compostura de la afección, “Si tienes en cuenta las culpas, ¿quién / podría sustentarse en lo profundo?”. En la postrera huida y enunciación atender a que el sueño como pájaro se escapa de la jaula abierta que nos empeñamos en cerrar para seguir escuchando su canto, canto de amor en las entrañas de la pérdida “Quizás te hayas echado por desidia / sobre el ala estéril de la muerte / para cerrar los ojos un instante / y no ver ni escuchar del corazón / el fiero desamor que nos rodea”. Y en ese fluir de grava como pasos perdidos, la inflamación de la ausencia: grito polifónico, motete profano de ese deambular errabundo en dialéctica luctuosa, “Observas con terror cómo ha brotado / su nombre por la alcoba…, /  y el tedio a la deriva…, y esa luz pobre / a la que se recurre para dormir la muerte”.

LA ESPIRITUALIDAD DEL ASOMO en tenaz resistencia frente al engañoso desahogo que produce el vómito creativo. El autor de El ala de la locura (poemas de la exhumación) talla con fe poética frente a esa artificialidad que en recientes publicaciones poéticas parece advertirse: la instantaneidad irreflexiva. Tal vez manifestación sintomática de los medios virtuales y ese desencadenante de la urgencia por encima de cualquier otro atributo o principio. La palabra poética profesa la vocación por el ceremonial que la hace, como señalara Pier Paolo Pasolini, “inconsumible en lo más profundo”.

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