Habitación 300: Un beso, fue un beso, un beso, y a nadie más le importó

Los Picapiedra.
Los Picapiedra.

"Creo que, en toda mi vida, me han ido corrompiendo, me he estropeado, y que lo harán hasta que no sea más que carne para ellos, como ellos..." Nuevo relato de esta escritora.

Habitación 300: Un beso, fue un beso, un beso, y a nadie más le importó

Eran noventa metros cuadrados, mamá presumía de que el piso era amplio y soleado desde primera hora. En el que yo tenía rincones donde esconderme…

La televisión era mi ventana al mundo, en ella me refugiaba. Me la creí, me creí aquellas historias y los milagros de la naturaleza. Creía que tenía una familia, ellos me hicieron fuerte.

Yo tenía la mitad de estatura que mi hermanastra, menos dinero de la abuela y más miedo que planes de futuro.

Creo que mamá estaba cocinando cuando aquella me inquirió fingiendo encanto, interesada. Me dijo que nos besaríamos como en las películas, “¿sabes lo que hacen en las películas? Tendremos que escondernos detrás del sofá.”  Y, como lo planteó igual que en la cocina se pondría la mesa, tuve que hacerlo sin entender lo que era. Pero, más adelante, quiso enseñarme lo que tenía por dentro de la braga, cuando yo sabía que hay que cubrirse las partes, y no le dejé.

Llegué a olvidarme, no se lo dije a nadie, seguí con mi rutina y lavándome los dientes.

Yo tenía muchos amigos..., era un espíritu tan libre que no decía palabrotas ni hacía un solo borrón.

Pero me esforzaba por recobrar el conocimiento al acabar el verano, ellos sabían lo que hacían, yo no sabía quién era.

Aquel niño que veraneaba en el patio quedó una vez a solas conmigo. Estábamos tumbados en la colchoneta del pabellón, a solas, y, sin avisar, ¡me dio un beso en la boca! Noté algo en la barriga cuando le miré después. Como si nada hubiera pasado, me fui “a mi casa”. Le retiré la palabra, no se lo dije a nadie.

No tuve ningún novio, pasé de todos en cuanto alcanzaron la pubertad. No dejé que mi amiga continuase tocando mis muslos en aquel pub oscuro una tarde de domingo, porque me avisó de que era “un juego sexual”, “sexo” es un taco.

Después nos graduamos todas y al fin menstrué, y después me emborraché y me di un morreo con un borracho, ¡porque ya era mayor de edad!

Pero ahora sé que soy libre porque no tengo familia, libre de buscar a otros y ser feliz como cualquiera puede proponerse.

Quiero ser feliz, es lo que quiero.

Hace poco, hace nada, caminaba libre por la calle, de vuelta a casa. Un señor paró su coche y me preguntó cómo conducir a otro lugar. Yo no estaba de buen humor: “ve por la costa”─ le dije. Y, cuando le miré, vi que estaba sosteniendo su pene mientras me miraba estacionado allí. Una carne viscosa y asquerosa, yo nunca había visto eso, pero su cara me suena.

Escapé, él algo quería, ¡qué abuso! ¡Qué simple acontecimiento en mi vida! Creo que, en toda mi vida, me han ido corrompiendo, me he estropeado, y que lo harán hasta que no sea más que carne para ellos, como ellos.

Ya no volveré a intentarlo, eso es todo. Eso era. Me refugiaré en mi misma, miro al frente huyendo de miradas que me persiguen, soy lo más raro que han visto. Oigo besos, veo besos. Es lo que entra en toda rutina, ¡no quiero! ¿El futuro era esto? Me hicieron fuerte, sé esconderme… ¡Esperaré! ¿Qué queda por ver? Odio la televisión, odio todas y cada una de sus mentiras, ¡maldita libertad!


 

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