Carlos Seco ya advirtiera de que propuestas como las de Sánchez suponían“balcanizar” España

El presidente Pedro Sánchez.
Pedro Sánchez ante la bandera de España.

Antes de que Pedro Sánchez lanzara la idea que ahora asume en PSOE, el historiador Carlos Seco había explicado que la naturaleza histórica de España como nación ya estaba conformada y definida e ironizaba con que no cabía conformarla como el "Imperio Austro-Húngaro".

Carlos Seco ya advirtiera de que propuestas como las de Sánchez suponían“balcanizar” España

En 1914, Don José Ortega y Gasset se preguntaba: “Dios mío, ¿qué es España? Desde que Ortega se hizo esta pregunta, a la que él mismo respuesta (“La España invertebrada”), numerosos historiadores se han hecho y han respondido a la misma pregunta, como repetidamente denotan los títulos de diversas obras capitales que se han ocupado de este asunto (“El ser de España”, “España un enigma histórico”, “España como problema”, “La realidad histórica de España”, “Las dos Españas” y una serie interminable de obras desde todos los enfoques).

Una de nuestras grandes paradojas, que señala Don Américo Castro es que hasta la palabra “español” es extranjera, en concreto provenzal, ya que según nuestras reglas de formación de patronímicos y derivados debería sonar “españuelos”. La voz “Español” aparece en documentos provenzales del siglo XII y como señala el profesor Coll y Alerton (citado por Eloy Benito Ruano) “es normal que sea los vecinos quienes inventan la denominación de los pueblos inmediatos”.

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Sánchez y Zapatero tienen dudas sobre lo que es España.

 

El profesor Seco Serrano se enfrenta con especial solvencia al alcance de los dos términos de moda: “Estado plurinacional o nación de naciones”. Y en este sentido nos advierte: “Está cundiendo peligrosamente la pretensión de equiparar el caso español a los estados plurinacionales del Imperio austro-húngaro o la Rusia de los Zares o de los bolcheviques y se ha formulado equivocadamente la homologación entre Eslovaquia y Cataluña, o entre Cataluña y Letonia o Lituania, o, mutatis mutandi, del Pais Vasco con Albania”.

A propósito de las propuestas que en definitiva suponen la “balcanización de España”,  escribe José Alcalá-Zamora y Queipo de Llano que esas pretensiones son “ridículas y reaccionarias en esta hora de unificaciones” y añade: “Frente a las imágenes de solidaridad y de vinculaciones enriquecedoras en múltiples aspectos, contra las posibilidades de una cultura ibérica con mucho que decir y defender en el mundo del próximo futuro, ser alzan esas gargantas casi zoológicas o paleolíticas que pronuncian el vocablo español como sinónimo de odiosa extranjería o insulto”

Dice el profesor Seco, que en los recientes episodios de la historia de España, desde los intentos de recuperar los territorios cedidos a Francia o a guerra de la Independencia, reflejan la existencia de una conciencia histórica solidaria, en este caso, de unidad en la diversidad. Y en este sentido cita las palabras de Prat de la Riba, de una Cataluña grande integrada en la Grande España o las palabras de Cambó: “La manera que tenemos nosotros de ser españoles, es conservándonos muy catalanes; que no nos desespañolizamos ni un ápice manteniéndonos muy catalanes: que la garantía de ser nosotros muy españoles consiste en ser muy catalanes” , lo que en nuestros días confirma otro catalán, Jordi Solé Tura, profesor y diputado comunista:

“España no es una invención, no es un artificio histórico: es una realidad forjada por la Historia que se ha organizado políticamente mal y que queremos organizar políticamente mejor […] y hay que terminar con el eufemismo de designar esto con el nombre de Estado español. Hay que decir las cosas con claridad: España no es una realidad uniforme, pero es una realidad, y es tarea de todos hacer que, incluso sus propios símbolos sean reconocidos como tales”.

Maravall y los “pre-españoles”

El prestigioso profesor Maravall consideraba que todos los pueblos que se asentaron o pasaron por aquí, judíos, moros, cristianos, visigodos, romanos y las étnicas primitivas eran “pre-españoles”, que es por cierto una hermosa palabra. Y otra curiosidad llamativa es que ya antes de invadirnos, los árabes identificaban al reino visigodo de España de “al-Andalus”, comprendiendo toda la península, la antigua Septimania y las islas orientales o Baleares, según destacan los trabajos del profesor Vallvé Bermejo sobre “al-Andalus” como España. En este sentido, en 716 en una inscripción árabe aparecen al tiempo las voces “al-Andalus” al lado de “Spania” y añade que, salvo la incorporación de Granada y Canarias, la España que hoy conocemos define ya sus perfiles entre los siglos XIII y XV.

La síntesis de lo que es España la hallamos en el mausoleo de Fernando III en la Capilla Real de Sevilla. El texto del epitafio está en latín, castellano, árabe y hebreo: “Descanse su alma en el Jardín del Edén el que conquistó toda España. Recto, justo, valiente, conquistó Sevilla que es la capital de España”. Por cierto que hay quienes se empeñan intentar viajar en la historia de España a través del túnel del tiempo, y en ese sentido, Antonio Domínguez escribe con cierta ironía “que especular con la reislamización de Córdoba o Granada –como apoya cierta izquierda, asombrosamente- no es más razonable que soñar con la recristianización de Alejandría o Constantinopla”.

Uno de los españoles que tuvo una clara idea de lo que debería ser España fue Don Gaspar de Guzmán, Conde de Olivares, que gobernaba España en 1621, bajo el reinado de Felipe IV. Su objetivo era conformar España como una sólida estructura nacional, unida, que sumara los esfuerzos de todos sus reinos de la Corona para enfrentarse a los desafíos exteriores.

La España de los doctrinarios

El profesor Romeu de Armas ha estudiado, por su parte, el concepto de España que tuvieron aquellos liberales que se agrupan bajo el concepto de “doctrinarios”. Todos ellos coincidían en considerar que España era una nación como entidad pública, donde se hermanaban hombres y tierras, una realidad constatable y perceptible. Nada lo expresa mejor que la Constitución de Cádiz de 1812: “La nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios” (Art. 1). “La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo tanto corresponde a ésta exclusivamente el derecho de establecer las leyes fundamentales” (Art.3).

Tal parece que en estos tiempos, volverán a tener plena vigencia aquellos versos de Quevedo. Laín Entralgo escribe que en 1643, el ilustre poeta analiza la situación del país, la rebelión de Cataluña, la pérdida de Portugal, la Paz de Westfalia, la derrota de Rocroy y escribe: “Miré los muros de la patria mía,/si un tiempo fuertes ya desmoronados/de la carrera de la edad cansados/ por quien caduca ya su valentía. Pero, concluye don Pedro Laín: “Pero España no murió”

Cuatro españoles excepcionales, el ya citado Ortega, Cajal, Unamuno y Machado se dolieron de la decadencia de España, pero por encima de su crítica dolorida emergía la confianza de su renacer. Y como si no hubiéramos aprendido nada del pasado, todavía no sabemos qué se pretende ahora que sea la nación de naciones, ni qué naciones.

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