Banderas, ritos, Europa y el fin de la socialdemocracia

Fragmento de la portada del libro de López Aguilar sobre la socialdemocracia.
Fragmento de la portada del libro de López Aguilar sobre la socialdemocracia. / Mundiario

Algo ha ocurrido en nuestra cultura que lleva a la socialdemocracia a la extinción y con ello quedan las banderas y los ritos, o una cultura donde el sacrificio: “del deber ha muerto; (y) hemos entrado en el período postmoralista de las democracias”, nos dice Lipovetski.

Banderas, ritos, Europa y el fin de la socialdemocracia

Podríamos citar de corrido que fueron europeos los primeros en acabar con los indios americanos; o europeos los que asesinaron a 6 millones de judíos; o europeos los que participaron en dos guerras mundiales en la que murieron 200 millones de personas; y europeos los que asesinaron a 190 millones de caballos en la I Guerra Mundial; y europeos los que murieron por la división en dos religiones, la católica y la protestante.

Por ello los europeos definimos nuestras vidas por la bandera, los himnos, las fronteras, las monedas, los orgullos. Salvo una parte de nuestra civilización que no acepta dichos valores y ama a Kant, Hume, Beethoven y nuestras grandes producciones tanto artísticas como tecnológicas más allá de su origen. Ese pozo de individuos –entre los que me sitúo como minoría- teme a la diferenciación como símbolo del orgullo de unos sobre otros. Y continúa la tradición instaurada a finales de 1945, en la cual un reducido grupo de líderes decidió unirse en base a pactos y con ello acostumbrarnos a vivir en un entorno legal y civilizado. Pero, aún un grupo de europeos  necesita descubrir la fascinación de la bandera, de la frontera, del Estado propio, del ego, de la ética de los triunfadores. Nadie puede oponerse a los deseos democráticos de un grupo de ciudadanos máxime si logran la mayoría, pero si podemos afirmar que es propio de nosotros y de nuestra historia, dividir o invadir el territorio ante la dificultad de pactar.

Algo ha ocurrido en nuestra cultura que lleva a la socialdemocracia a la extinción y con ello quedan las banderas y los ritos, o una cultura donde el sacrificio: “del deber ha muerto; (y) hemos entrado en el período postmoralista de las democracias”, nos dice Lipovetski (1).

Ni estos debates les agradan a los que diariamente ven cadenas de consumo de televisión donde los cutres han tomado el poder (Supervivientes, Gran Hermano, Eurovisión, etc.). La ideología les permite asumir que el cambio debe ser débil, los compromisos puntuales, el escepticismo les corroe y el activismo es ocasional y muere en Instagran.

Daniel Innerarity lo señala: Nunca ha habido tanto llamamiento a la solidaridad, tanta exhibición de realidades inadmisibles acompañada de un lenguaje de reprobación. Pero este éxtasis de la solidaridad es epidérmico, ligero y puntual. Es una identificación superficial con el otro, debido a la repugnancia del espectáculo del sufrimiento; es un compromiso nómada y parcial, moderado y distanciado” (2)

Deberíamos preguntarnos si deseamos un montón de individuos autosuficientes pero caníbales del vecino, o una gran sociedad tolerante que acepte el hecho común europeo. Los años que vendrán serán difíciles, los asiáticos marcaran la ruta y Europa deberá decidir respecto a su convivencia.

¿Y la socialdemocracia?...

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Notas:

(1) Gilles Lipovetsky (2) Daniel Innerarity *Este artículo lo he rescatado de mi libro Sicilia publicado en Amazon hace dos años.

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