¿Es España una 'illiberal democracy'? (1): bienvenidos al autoritarismo 2.0

Mariano Rajoy, presidente del Gobierno de España. / Twitter
Mariano Rajoy, presidente del Gobierno de España. / Twitter

Si queremos comprender la España de hoy, lo más realista puede ser constatar (sin aprobar) el autoritarismo (o como lo denominemos) y dejar de hablar de España como una razonable democracia.

¿Es España una 'illiberal democracy'? (1): bienvenidos al autoritarismo 2.0

Si queremos comprender la España de hoy, lo más realista puede ser constatar (sin aprobar) el autoritarismo (o como lo denominemos) y dejar de hablar de España como una razonable democracia.

Comenzaré admitiendo que la expresión “illiberal democracy” es discutible, pues designa una democracia parcial, anti-liberal o no-liberal, pero en España, aunque por el lado “illiberal” pueda ser más o menos así, por el lado “democracy”, no tanto, pues éste casaría mejor con los populismos poco constitucionales pero cuyos gobernantes son populares, como Putin.

Estamos como los romanos tras morir Augusto, que pretendía haber restaurado la república: un día abres los ojos, y vives bajo un autoritarismo en todo o parte. O como la desaparición de una especie: despiertas, y resulta que no hay burros, y hay que ponerse a protegerlos. Claro es que en realidad, nada de eso pudo suceder de repente.

Nos ha tocado vivir cambios tan rápidos que la hierba se escapa bajo nuestros pies y las apariencias engañan aunque las fachadas se mantengan. Así que si no queremos ser superficiales —según Aristóteles, es indigno del hombre no buscar la verdad— debemos intentar ir al fondo de las cosas. España se proclama un estado, pero ya no lo es; se proclama soberana, y ya no lo es, se proclama democrática, pero quizá ya haya pasado el ecuador del autoritarismo /postdemocracia / despotismo / “illiberal democracy” o lo que proceda (si me equivoco corríjanme, por favor). Si fuera así, ¿hasta qué punto valdrá la pena seguir insistiendo en “España, estado soberano”? ¿Y repitiendo acríticamente que es una democracia constitucional y liberal como la que más?

La cosa es sencilla: el constitucionalismo —gobierno limitado, consentido y conforme al derecho— tiene tres o cuatro elementos principales: imperio del derecho (atención: imperio sobre el poder, más que sobre la gente), división de poderes, libertades públicas, y ‘accountability’ (posibilidad de exigir responsabilidades al gobernante).  Ninguno está muy boyante hoy en la España real, aunque parezcan vivos y boyantes a la opinión pública dominante española y extranjera que se basa en la España oficial. Nótese que no por estar poco boyantes se vuelven prescindibles, pues nadie tiraría un neumático gastado sin tener otro mejor a mano; esa democracia incompleta y controlada fue en 1978 un modesto progreso; más modesto de lo que se trompeteaba, pero suficientemente real como para que aún hoy vivamos de él. Su defecto principal fue su incapacidad de resistir la actual involución autoritaria.

Por tanto, si queremos comprender la España de hoy, lo más realista puede ser constatar (sin aprobar) el autoritarismo (o como lo denominemos) y dejar de hablar de España como una razonable democracia. Pisemos tierra: en realidad, usted y yo no tenemos derecho a concurrir a las elecciones, como tampoco tenemos un diputado a quien dirigirnos. Insistir en las hispánicas glorias de nuestra Transición (aunque algún mérito no le faltó) y nuestra deslumbrante democracia, sirve solo para anestesiar a los ciudadanos y reforzar al poder con un plus de legitimidad bien poco merecido.

Tomemos el reciente decreto de Wert, otro caso de ‘rule by fiat’ (o sea, lo contrario del ‘rule by consent’) aprobando una reforma universitaria contra casi todos, incluso contra el parecer del Consejo de Estado. Lo peor es que la Constitución no puede frenarlo, por carecer de ‘checks and balances’. Tampoco ‘we, the people’ podemos hacer mucho (algo más de lo que hacemos, sí). Y añádase que no estamos ante algo aislado: ahí están la filosofía de la represión como solución para todo —videovigilancia masiva, radar omnipresente que controla hasta el seguro del coche, multa, cárcel—, el control informático y policial hasta en el detalle, el control social-cultural orwellianos... Súmese la indefensión de las personas, doblemente indefensas tras convertirnos en átomos aislados, pues ya ‘Los que Mandan’ se ocupan de aislarnos dándonos muchas libertades individualistas e inofensivas, como sexo o consumo. Súmese la desactivación de las universidades, que ni Franco logró; el intranquilizador nuevo derecho penal, que no es garantista sino punitivo; la eufemística ‘prisión permanente revisable’, las mutiladas libertades de reunión, manifestación y expresión, el blindaje de la policía, las desproporcionadas multas (prohibidas por la enmienda VIII americana), los impuestos a veces casi confiscatorios (prohibidos por el art. 31.1 de la Constitución), el descarado propósito de cobrarnos dinero por todo; la implacabilidad tributaria (y bancaria) con el débil, y la sumisión de toda una dócil y desarticulada sociedad a los poderes públicos, grandes poderes financieros y grandes señores de la cultura.

(Continuará)

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