En la era de la información emerge un nuevo modelo de analfabeto en España

Un icono del siglo XXI. Whatsapp se ha convertido en el app de chats más popular del mundo, llegando a transaccionas 27.000 millones de mensajes en 24 horas.
Un icono del siglo XXI. Whatsapp se ha convertido en el app de chats más popular del mundo, llegando a transaccionar 27.000 millones de mensajes en 24 horas.

El analfabeto secundario encuentra su ámbito funcional en salones de gobierno y medios de comunicación, alerta este conocido columnista de MUNDIARIO, experto en asuntos universitarios.

En la era de la información emerge un nuevo modelo de analfabeto en España

Cuando el 22% de los universitarios españoles reconoce no leer libros nunca, estamos columbrando apenas la punta de un iceberg, profundo y peligroso, que sería insensato banalizar o justificar con frivolidades como que nunca se leyó y se escribió tanto gracias a chats y guasaps.

 

A menudo me interrogo acerca de los cambios sociales provocados por Internet, ahora que disfrutamos de la perspectiva de casi 25 años de existencia de la World Wide Web, un lapso casi simbólico que estimula a ensayar ciertas conclusiones. En un libro tan clásico y complejo como profético, Marshall MacLuhan troqueló con fortuna la expresión aldea global para referirse a una nueva tribu mundial cohesionada por la televisión. Sospecho que, si MacLuhan, fallecido en 1980, diez años antes de que Tim Berners Lee creara el protocolo http, conociera la Internet actual, tampoco se extrañaría tanto, pues ya había detectado el fin de un modelo cultural basado durante siglos en la letra impresa. Lo que entonces resultaba, tal vez, imprevisible era la perversa naturaleza del nuevo paradigma de interacción con los soportes de la información (debiera añadir y la cultura, pero no puedo hacerlo sin serias reservas).

Hay voces que, ante el arrollador tsunami tecnológico, llevan pregonando desde hace años el fin de la era clásica de la lectura y otras que alertan de un cambio de dimensiones históricas, semejante a lo que supuso el paso de las sociedades orales a las escrituras. Cuando un informe ministerial sobre los hábitos lectores en los adolescentes españoles establece que leer ocupa el noveno lugar de entre diez actividades de ocio, sólo superado por no hacer nada, o el 22% de los universitarios españoles reconoce no leer libros nunca, estamos columbrando apenas la punta de un iceberg, profundo y peligroso, que sería insensato banalizar o justificar con frivolidades como que nunca se leyó y se escribió tanto gracias a chats y guasaps.

En la introducción a un recentísimo y excelente ensayo (Para qué han servido los libros, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2013), el profesor Ignacio Domingo Baguer recupera con todo acierto el concepto de analfabeto de segunda categoría que en 1997 estableció el pensador alemán Hans Magnus Enzensberger. Frente al analfabeto funcional, frustrado por su incapacidad, el analfabeto secundario sabe leer, pero no entiende lo leído porque todo pensamiento complejo le resulta incomprensible, una falta de capacidad para concentrarse en nada que no le supone ningún problema pues considera una ventaja no saber y no comprender. A fin de cuentas está bien informado, ya que entiende perfectamente breves instrucciones y pictogramas. Resulta impensable que el abalfabeto secundario se sienta frustrado por el ambiente que le rodea, pues es precisamente ese ambiente quien lo ha creado y formado para garantizar su supervivencia. ¿Le suena?

En opinión del autor, en la España de hoy el ámbito funcional del analfabeto secundario, el lugar donde alcanza su grado de excelencia, es la universidad, pues la formación de verdaderos humanistas y cientificos útiles en todos los ámbitos de la sociedad fue sustituida por la de técnicos -en derecho, en ingeniería, en filosofía...- provistos de competencias y destrezas, tras una formación básica en desprecio a la lectura y al pensamiento complejo desarrollada en la secundaria y el bachillerato. «En un tiempo, concluye Domingo Baguer, en que el analfabetismo funcional, ilustrado por un bagaje de horas de televisión vistas y de museos turísticamente visitados, campa a sus anchas por las facultades universitarias, las redacciones de los medios de difusión y los salones de gobierno, parece evidente que estamos asistiendo a un cambio de paradigma en la civilización occidental de dimensiones históricas».

Hasta aquí el comentario del libro referido y sus contundentes opiniones. Dejo las conclusiones, corolarios, derivaciones y argumentos a la inteligencia de quien me lea, aguardando que no sean tan pesimistas como las mías, aunque me tomaré la libertad de recordar que tras todo optimista siempre hay un pesimista mal informado.

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