La balanza de la democracia española oscila entre el peso de Cataluña y el peso de la Ley

Artur Mas. / La Vanguardia
Artur Mas. / La Vanguardia

Un servidor es partidario de la doctrina de Berlanga: ¡Todos a la cárcel! Los que se lo merezcan, claro. Una democracia podría sobrevivir sin Cataluña, pero se desvanecería sin el imperio de la Ley.

La balanza de la democracia española oscila entre el peso de Cataluña y el peso de la Ley

Un servidor es partidario de la doctrina de Berlanga: ¡Todos a la cárcel! Los que se lo merezcan, claro. Una democracia podría sobrevivir sin Cataluña, pero se desvanecería sin el imperio de la Ley.

Artur Mas, el muy cachondo, se mostró el otro día muy preocupado por la imagen de España en el mundo. ¡Para que luego digan que este señor ha perdido el proverbial seny catalán! El Molt Honorable President, en el primer pleno del Parlament tras el 9-N, se dirigió a sus señorías autóctonas en un inesperado y conmovedor alarde de empatía hacia el Estado español: “¿Se imaginan la imagen en el mundo de la Fiscalía actuando contra el Govern por poner urnas?”

Al margen de que imaginarse nuestra imagen colectiva en el mundo, en la actualidad, es un claro síntoma de masoquismo que perjudica seriamente la salud, la verdad es que las palabras de este señor, cuya voz ha resonado en todo el planeta con toda clase de panegíricos sobre la piel de toro: España no roba, nos oprime, nos amordaza y cosas así, marcan un emotivo punto de inflexión en el tenso proceso unilateral de solicitud de divorcio de Cataluña con el resto del Estado ¡Qué enternecedor que a un President le preocupe el look de L´Estat español  allende nuestras fronteras, oye!

Catálogo de "papelones" que estamos haciendo ante el mundo

Lo que pasa es que, ya puestos a invitar a los demás a darle a la imaginación, el señor Mas podría haber invitado a la fiesta a la suya propia, ¿no? ¿Se imagina usted, President, la imagen en el mundo de un país en el que una autonomía utiliza un fallo del Tribunal Constitucional como papel higiénico?, ¿se imagina la imagen de una consulta bananera, con urnas de cartón, sin interventores de partidos políticos, sin garantías de Juntas Electorales, sin supervisión de recuentos y con más días para depositar un voto que días se consumen en la India para consumar un matrimonio?, ¿se imagina la imagen allende los Pirineos de la saga de los muy Honorables Puyol en permanente peregrinación por los tribunales de justicia…?

Aquí, o le damos a la imaginación todos o pinchamos la pelota, oiga. Aunque yo creo que, en realidad, insisto, sería más saludable que no le diésemos a la imaginación ninguno de los españoles, a ver si me entiendes, teniendo en cuenta los distintos y distantes papelones que estamos haciendo últimamente ante el mundo: el papelón de nuestra tasa de paro tercermundista; el papelón del cáncer de corrupción en todos los ámbitos administrativos, con metástasis por toda la geografía y en el haber, mejor dicho, en el debe de distintas y distantes ideologías; el papelón de esa parte de nuestra sociedad bajo el umbral de la pobreza, miradla, que debería producir el mismo grado de vergüenza en la genuina Moncloa que en las diecisiete réplicas autonómicas, incluida la solemne sede del Govern en el Palau de la Generalitat, naturalmente.

El Estado secuestrado por Cataluña padece síndrome de Estocolmo

Pero, volviendo al enojoso asunto del chollo de la cuestión de Cataluña. El dilema no es si debe intervenir o no la Fiscalía, sino si existe o no delito. El asunto no es si resulta oportuno o no imputar a Artur Mas y un par de consellers, sino si resulta inevitable. El problema no es si puede ser políticamente más traumático aplicar la Ley que ponerse a mirar hacia otro lado, sino si es compatible un Estado de Derecho, o sea, igual para todos, con un Estado de Excepciones, o sea para unos más condescendiente que para otros. Eso es lo que está en juego desde que la Generalitat decidió hacer de su capa un sayo, de Cataluña algo más que una comunidad autónoma (como el Barça es algo más que un club) y del Tribunal Constitucional un jarrón chino de quita y pon en nuestro decorado de cartón piedra democrático.

Estas cosas pasan por el ancestral síndrome de Estocolmo que padece el resto del estado español tras tantas décadas secuestrado económica, cultural y electoralmente por el irresistible influjo de Cataluña. Ni las pistolas de ETA provocaron tanta convulsión y tanta confusión en el PP, el PSOE, las opiniones públicas y las opiniones publicadas, como ese aleteo de las alas de la mariposa independentista que agitan los fieles devotos de La Moreneta. Rajoy prefiere mantenerse dueño de sus silencios y evita por todos los medios convertirse en esclavo de sus palabras; Pedro Sánchez se aferra como a un clavo ardiendo al eufemismo del Estado Federal Asimétrico; Susana Díaz prefiere simetría en mano que cientos de víctimas de la asimetría volando; Izquierda Unida se apunta a un bombardeo, claro; y Pablo Iglesias ha esperado tres días para salir de buen rollito, aceptando el “derecho a decidir” como hipotético animal de compañía (en Podemos es que están que lo tiran, oye), en un hipotético futuro Estado constituido sobre las imprevisibles arenas movedizas sociológicas de la indignación.

Más vale Ley sin Cataluña que Cataluña sin Ley

Al final, poco importa que Artur Mas intente despistarnos con tinta de calamar tras el 9-N; ni que Junqueras intente acojonarnos entrando en el asunto como un elefante en una cacharrería; ni que gurús intelectuales, hechiceros mediáticos, expertos juristas, tertulianos promiscuos, columnistas áulicos y políticos marxistas seguidores de Groucho (no confundir con Karl), por razones distintas y distantes intenten situar el delicado dilema catalán por encima o al margen de Ley. Ustedes son muy libres de pensar que ese fin justificaría esos medios. Pero una democracia que no aplicase la Ley para intentar conservar Cataluña, correría la misma suerte que un ser humano que rechazase la cirugía para intentar conservar una pierna: la gangrena.   

Muy bueno su intento, señor Mas. Pero a la imagen de España en el mundo, por desgracia, ya no la empañaría ni un ápice la imputación de un Honorable President y un par de Consellers por haberse pasado la Constitución, con nocturnidad y alevosía, por donde sus espaldas pierden su noble nombre. Sólo sería más de lo mismo para un mundo que ya tiene callo de tanto contemplar a España en el fango. Ese donde chapotean exministros y exconsejeros, Ratos y Granados imputados, bancarios de banquillo, Griñanes y Chaves evocando a sus paisanos bandoleros, alcaldes entrando a borbotones en chirona, empresarios y sindicalistas tirando de tarjetas negras, exHonorables mister 3%, partidos financiados ilegalmente, Infantas al borde de antecedentes penales, reputadas tonadilleras rumiando en primera persona la copla que inmortalizó Lola Flores: si en el firmamento poder yo tuviera, esta noche negra lo mismo que un pozo, con un cuchillito de luna lunera, cortaría las rejas de mi calabozo. ¡Tantos calabozos, oh Dios! ¡Tantas noches negras lo mismo que un pozo…!

Si ya lo dejó dicho y cinematografiado Berlanga, coño: ¡Todos a la cárcel! Los que se lo merezcan, claro…

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